Изменить стиль страницы

Me trasladé en avión a Pekín. Había de viajar con otros trece profesores de universidad, uno de los cuales actuaba en calidad de supervisor político. Nuestro avión tenía prevista su salida a las ocho de la tarde del 12 de septiembre de 1978, y me faltó poco para perderlo debido a que algunos de mis amigos habían acudido al aeropuerto para despedirme y no me pareció apropiado consultar el reloj continuamente. Cuando por fin me recliné en mi asiento me di cuenta de que apenas había abrazado a mi madre como se merecía. Ésta, mostrando una actitud casi distraída y sin asomo alguno de sentimentalismo, había acudido a despedirme al aeropuerto de Chengdu como si mi partida hacia el otro extremo del globo no fuera sino un episodio más de nuestras accidentadas vidas.

A medida que China iba quedando más y más atrás, miraba por la ventanilla y observaba el grandioso universo que se abría más allá del ala del avión. Tras un último repaso de mi vida anterior, dirigí la mirada hacia el futuro. Me consumía el deseo de salir al mundo.