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Mi abuela, sin embargo, nunca conoció aquel lugar: hizo caso omiso de la llamada y no estuvo presente en el funeral. Poco después, el director de la casa de empeños dejó de hacerle llegar su pensión. Al cabo de una semana aproximadamente sus padres recibieron una carta de la esposa del general Xue, según la cual las últimas palabras de mi abuelo habían devuelto la libertad a mi abuela; ello resultaba excepcionalmente avanzado para la época, y ésta apenas podía creer en su buena fortuna.

Con tan sólo veinticuatro años de edad, era libre.