Crisanto Guánchez, vejado y escupido no recuerda más, no presta atención a los subterfugios compasivos de Victorino, casi lo estrangularon, le torcieron las bolas, no pudo más, ahora no desvía del techo una contemplación inexpresiva de cadáver.
Crisanto Guánchez, vejado y escupido no recuerda más, no presta atención a los subterfugios compasivos de Victorino, casi lo estrangularon, le torcieron las bolas, no pudo más, ahora no desvía del techo una contemplación inexpresiva de cadáver.