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Aparte esos sueños vulgares, que son las vergüenzas corrientes de los estercoleros del alma, que nadie osará confesar, y oprimen las vigilias como fantasmas sucios, viscosidades y ampollas sebáceas de la sensibilidad reprimida, ¡lo que de ridículo, lo que de empavorecedor, e indecible, puede todavía el alma, aunque con esfuerzo, reconocer en sus rincones!
El alma humana es un manicomio de caricaturas. Si un alma pudiera revelarse con verdad, no hubiese un pudor más profundo que todas las vergüenzas conocidas y definidas, sería, como dicen de la verdad, un pozo, pero un pozo siniestro lleno de ecos vagos, habitado por vidas innobles, viscosidades sin vida, babosas sin ser, mucosidades de la subjetividad.