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Adoramos la perfección porque no la podemos tener; la repugnaríamos si la tuviésemos. Lo perfecto es lo inhumano, porque lo humano es imperfecto.
El odio sordo al paraíso -el deseo como el de la pobre desgraciada de [que] hubiese un campo en el cielo. Sí, no son los éxtasis de lo abstracto, ni las maravillas de lo absoluto lo que puede encantar a un alma que siente: son los lares y las cuestas de los montes, las islas verdes en los mares azules, los caminos entre los árboles y las anchas horas de reposo en las quintas abolengas, aunque nunca las tengamos. Si no hubiese tierra en el cielo, más valdría que no hubiese cielo. Sea entonces todo la nada y termine la novela que /no tenía enredo/.
Para poder conseguir la perfección sería preciso una frialdad de fuera del hombre y no habría entonces corazón de hombre con que amar a la propia perfección.
Nos pasmamos, adorando, de la tensión hacia lo perfecto de los grandes artistas. Amamos su aproximación a lo perfecto pero la amamos porque es sólo aproximación.
(Posterior a 1923.)