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– Paul, te he encontrado un par de hombres que te pueden servir. Tienen las características que me pediste. Si me dieras más tiempo, podría encontrar más.

– Lo único que no tengo es tiempo. Ya ha comenzado la cuenta atrás para que empiece esa maldita guerra.

– No te quejes, que gracias a esta guerra vamos a ganar un buen montón de dinero.

– Sí, Tom, las guerras se han convertido en un excelente negocio. He firmado unos cuantos contratos para enviar hombres a Irak el día después. Supongo que tú también.

– Sí, y quiero proponerte alguna cosa que podemos hacer juntos. ¿Cuántos hombres tienes?

– Ahora mismo, más de diez mil contratados.

– ¡Chico, qué pasada! Yo no llego a tanto, además tampoco quiero chapuceros, sino hombres con alguna experiencia.

– Aquí no son difíciles de encontrar. Estoy empezando a contratar asiáticos.

– ¿Qué más da de dónde sean? Lo importante es que estén preparados para combatir. Cuento con bastantes ex yugoslavos: serbios, croatas, bosnios, tipos duros, con demasiado gusto por apretar el gatillo. Esos dos que te he encontrado son dos piezas de cuidado, espero que les puedas controlar. Son jóvenes, pero están locos. Han matado mucho, mucho más de lo que pueden recordar.

– ¿Qué edad tienen?

– Uno veinticuatro años y el otro veintisiete. Uno es bosnio y el otro croata. Estudiaban antes de que en Yugoslavia empezaran a matarse los unos a los otros. Son dos supervivientes que perdieron a parte de su familia en esa guerra. El croata ese un gran tirador. Le gusta el dinero. Va a la universidad a estudiar informática, creo que es un pequeño genio con los ordenadores. Y el bosnio es maestro.

– ¿Ninguno estudia historia ni arqueología?

– No, no tengo mercenarios que les dé por la historia. Éstos te sirven por la edad y porque hablan inglés. Ya sabes que los gobiernos europeos lavan su conciencia dando becas a los ex yugoslavos, de manera que si te das prisa puedes apuntarles a algo en cualquier universidad que te venga bien, en la de Berlín o en París, y allí seguro que encontrarás a alguien que les acerque al círculo de Picot.

– ¡Joder, no me lo pones fácil!

– Vamos, Paul, piensa, que estos dos son capaces de todo por una buena paga. Están acostumbrados a matar para sobrevivir. Matriculémosles en Berlín o en Madrid. España es un buen coladero para buscar nuevas identidades a la gente. Es un país donde aún quedan idealistas dispuestos a jugársela por cualquiera que les cuente una historia triste. Y ésos tienen una historia trágica. Dame las coordenadas de Picot y yo haré que se acerquen a su círculo. Tendrá que pagar a los estudiantes que se lleve, así que estos dos pueden alegar que tienen necesidad de dinero para los estudios y salir adelante.

– Pero ¿cómo quieres que Picot contrate a un informático y a un maestro? Necesita arqueólogos o historiadores.

– Bueno, amigo, tú decides, esto es lo que tengo.

– Mandaré a uno de mis hombres para que les vea y les explique qué queremos. Mañana estará ahí. Pásame la factura.

– Lo haré. ¿Cuándo vienes a Londres?

– Dentro de una semana, tengo una reunión con algunos clientes qué podemos compartir. Te mandaré un e-mail.

– Bien. Hablaremos.

Tom Martin colgó el teléfono. Se llevaba bien con Paul Dukais. Ambos se dedicaban al mismo negocio: a ofrecer seguridad a unos y, a veces, a matar a otros. Sus empresas estaban en expansión, era lo bueno de la globalización. Desde luego, Irak prometía ser un buen negocio. Había firmado cuatro contra-tos millonarios y esperaba firmar unos cuantos más.

Sin duda Global Group era la mejor empresa europea de seguridad, así como la de Paul Dukais, Planet Security, era la mejor de Norteamérica. Las dos empresas controlaban más del sesenta y cinco por ciento del negocio en todo el mundo, los demás a su lado eran como hormigas. Pero en Irak habría tarta para todos. Y algunas misiones tendrían que encararlas juntos los hombres de Global y los de Planet; de eso quería hablar con Paul.

Le invitaría a cenar y a tomar unas cuantas copas una vez que cerraran el acuerdo que estaba seguro alcanzarían, como tantas otras veces habían hecho en el pasado.