– ¿Cuál es la palabra de pase?
– Papas enterradas.
La señorita burócrata escribió la frase en el teclado de la computadora y le proporcionó a Azucena un casco para que se lo pusiera en la cabeza. La cámara fotomental instalada dentro del casco fotografiaba los pensamientos del inconsciente. Los traducía en imágenes de realidad virtual que se computarizaban en la oficina de Control de Datos. Ahí eran analizadas ampliamente por un grupo de especialistas y una computadora.
Azucena se instaló el casco, cerró los ojos y empezó a escuchar una música muy agradable.
En la oficina contigua se empezó a reproducir en realidad virtual la ciudad de México del año 1985. Entonces, los científicos pudieron caminar por la avenida Samuel Ruiz tal y como estaba doscientos quince años atrás, cuando era conocida como el Eje Lázaro Cárdenas. Llegaron hasta la Catedral Metropolitana cuando aún estaba completa. Continuaron su recorrido por el Eje Central hasta llegar a la Plaza de Garibaldi. Ahí se instalaron junto a un grupo de mariachis que tocaban a petición de unos turistas.
Los científicos burócratas empezaron a discutir acaloradamente entre ellos. Era de llamar la atención la claridad de las imágenes que estaban observando. Generalmente, la mente recuerda de una manera confusa y desorganizada. Azucena era la primera persona que conocían que tenía muy claro su pasado. Las imágenes que proyectaba guardaban un perfecto orden cronológico. No estaban fragmentadas, lo cual significaba que la muchacha era un genio o que había introducido ilegalmente una microcomputadora. Hubo quien sugirió la presencia de la policía. Otros, sólo pidieron una investigación a fondo. Y algunos, estremecidos por el sonido de las trompetas, se conmovieron hasta las lágrimas.
Afortunadamente, en estos casos la única que tenía una opinión de peso y daba el veredicto final e inapelable era la computadora. Y la computadora aceptaba la información proporcionada por Azucena sin ningún extrañamiento. La opinión de los científicos sólo se tomaba en cuenta en caso de que la computadora dejara de funcionar, y eso sólo había pasado una vez en ciento cincuenta años. Fue durante el gran terremoto. El día en que la tierra dio a luz a la nueva luna. Y esa vez a nadie le interesó conocer la opinión de los científicos, pues lo importante era salvar la vida. Así que ya podían discutir entre ellos todo lo que quisieran que a nadie le iban a interesar sus conclusiones.
Azucena, completamente aislada de todos, escuchaba la música que salía de los audífonos del casco. Se sentía flotar en el tiempo. La melodía la transportaba suavemente a una de sus vidas pasadas. Su verdadero subconsciente había empezado a trabajar de manera automática y le traía una imagen que Azucena ya había visto en una de sus sesiones de astroanálisis. Nunca había podido ver más allá debido a que tenía un bloqueo en esa vida pasada, pero evidentemente la melodía que ahora estaba escuchando tenía el poder de traspasarlo.
PRESENTACIÓN 1:
Vogliatemi Bene (Dueto de amor).
Madame Buterfly – Puccini