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Quedaba por averiguar si podía paliarse el desastre considerando que, al fin y al cabo, lejos su espíritu de pasiones que en otro tiempo se habrían manifestado en el acto, sólo encontraba ahora en su interior una sensación de ternura otoñal, velada de suave tristeza. «¿Eso es todo?»… se preguntaba a medio camino entre el alivio y la decepción mientras, apoyado en la balaustrada, se recreaba con el espectáculo de las sombras que triunfaban en el horizonte. «¿Eso es todo cuanto puedo ya esperar de mis sentimientos?»… Sonrió pensando en sí mismo, en su propia imagen, en su vigor ya en declive; en su espíritu, que aunque también viejo y cansado, de tal formase rebelaba contra la indolencia impuesta por la lenta degeneración de su organismo. Y en aquella sensación que lo embargaba, tentándolo con su dulce riesgo, el maestro de esgrima supo reconocer el débil canto del cisne, proferido, a modo de postrera y patética rebeldía, por su espíritu todavía orgulloso.