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A veces me la daban de psicóloga. Iba a comer con el dueño de la fábrica y acababa llorándome en el hombro. Cuando menos pensaba, ya estábamos comprando juguetitos para sus hijos. Paul decía que teníamos que involucrarnos emocionalmente con la empresa, pero a mí me pagaba por involucrarme con los empresarios. Nunca me dijo nada, porque como que le daba vergüenza hablar conmigo de esas cosas, pero hubo un par de veces en que medio alcanzó a meterme manotas. Yo por supuesto que me hacía la occisa. No podía decirle: No me toques, ¿ajá? Si quería room service, se lo tenía que dar, ni modo que me hiciera la indignada. Pero no lo pedía, ni me lo iba a pedir porque yo le daba asco. No sé qué le diría Nefastófeles, supongo que lo suficiente para mantenerme bien lejos de él. Para que me mirara con ese menosprecio de niño mimado que me torcía el hígado. Detesto a Nefastófeles con toda mi alma, pero en el fondo Paul es peor. Paul es de los que nunca se salpican. Está detrás de todo pero no da la cara por nada. Siempre tan cool el niño taradito, haciéndose el muy fuerte con huevitos prestados. O rentados. ¿Sabes por qué el mamón de Paul nunca me vio a la cara? Porque no soportaba la idea de que yo los tuviera mejor puestos que él. Porque yo no tenía que fingir que estaba trabajando. Y también porque yo trabajaba en un área donde él era un inútil. ¿O qué? ¿Vas a decirme que su esposa no tiene cara de piruja insatisfecha? No hay pierde, darling. Paul nunca me pidió que me le pusiera flojita porque tenía miedo a que me riera de él. El típico fantoche que dispara antes de desenfundar.

Cuando empecé a contarte todas estas cosas trataba de cuidar lo que decía. Me intimidaba imaginarte echando espuma por la boca, mentándome la madre, renegando de mí. Pero ya luego me fui acostumbrando, y ojalá tú también. Me gustaría agarrar las cintas y quemarlas, y después inventar algo lindo y contártelo. Pero ya sé que no funcionaría, que acabaría como acaban todas mis historias. Siempre que me disfrazo de buena me sale lo mala. Odio a todos y todos me odian a mí. ¿Dónde está el problema? En todos, por supuesto, ni modo que en mí. Eso es lo que me gustaría escuchar una vez en mi vida: Fueron ellos, no tú. Y semejante mentirota sólo tú podías creerla, porque eras todavía más inocente que mis papás. Ellos creían en mí porque yo era dinero, pero tú te embarcaste así, por nada. Diablo Guardián sin sueldo. Y ya sé que con esta grabación estoy haciendo mierda tu inocencia, pero igual es la única manera de encontrar la mía. Nunca un hombre me había considerado más importante que él, ¿Cómo querías que no abusara de ti? ¿Cómo crees que voy a ser buena y generosa, cuando tú eres mi última oportunidad de portarme como una perra déspota? ¿Te imaginas siquiera cuánto te lo agradezco?

Perdón, pero no puedo controlarme. No quiero, no me importa. Necesito soltar a mis monstruitos y como siempre tú eres el domador. No se por que los mimas.

Deberías curtirlos a cuerazos, a lo mejor así te harían más caso. Pero quién sabe, porque te tienen tirria. Saben que tú eres el más leal de los traidores, que eres capaz de cualquier cosa por hacer que en las vidas de los demás pase lo que tú quieres, y todo porque no te atreves a sentarte a escribir una novela. Ya sabes de qué trata, cómo empieza, cómo acaba, pero por eso mismo no vas a escribirla. Ya hiciste demasiadas trampas, ya caíste solito en todas ellas. Lo único que te queda soy yo, y yo tengo tu historia aquí, en las manos. Te la estoy platicando y no la creo. ¿Por qué tuviste que venir a salvarme, Diablo Guardián? ¿No era mejor seguir con esa historia donde hablabas tan lindo del amor? ¿Tenías que venir a estrellarte contra mí? ¿No te da pena haber andado cacheteando el pavimento por una bruja ególatra y tramposa como yo? ¿No te dan ganas de aventarme un abogado, por ejemplo?

Necesito que me odies, Diablo Guardián. Que escribas mi novela sólo para vengarte, para que los lectores me odien más que tú. Quiero que alguien arranque las hojas y escriba en la portada: Puta infecta. Y quiero que después cierres los ojos y me mires y me digas: Violetta, no puedo vivir sin ti. Quiero que me ames por eso, no a pesar de eso. Que maldigas tus momentos más felices y no puedas dormir si no rezas por mí. Eres lo único que me queda, y cuando acabe de contarte todo tampoco tú vas a quedarme. Voy a cortar los cables, darling. Si ya maté a Rosalba, ni modo que a Violetta la deje viva. Todavía no la he matado porque no he decidido cómo voy a llamarme, dónde voy a vivir, qué voy a hacer, todo eso. Tengo que armar un plan de aterrizaje, pero antes tú y yo vamos a acabar con esto. Necesitas hacer algo conmigo. Matarme, envenenarme, atropellarme, yo no sé. Lo importante es que te asegures de joder a Nefastófeles. Que no se vaya en ceros, tú me entiendes. En la historia, en la vida, en donde gustes, pero jódelo bien, que se vea la calidad de tu trabajo. ¿O qué, Diablo Guardián? ¿Recorriste toda esta puta carretera sólo para quebrarte en las últimas curvas? Dime que no me vas a dejar morir sola. Aunque no lo oiga, dímelo. Ya ves yo: llevo días que no paro de hablar contigo. De repente me miro en el espejo del lavabo y pregunto: ¿Me extrañará? No quiero que me extrañes, ¿ajá? Te pedí que no me dejaras morir sola, pero en cuanto me veas muerta, ya sabes: te apuras a enterrarme. Ódiame, entiérrame, maldíceme, olvídame. Renuncia a ese trabajo estúpido y escribe tu novela. Yo no soy más que un vicio que tienes que quitarte.

Tengo veinticinco años y hablo como viejita. Ya jubilé dos nombres y no sé cómo llamarme. Llevo tres meses con veinticuatro días escondida en un hotel, registrada como la señora Ferreiro. ¿Checas mi refinado humorismo, darling? Hace más de cien días que le estoy dando a mi peor enemigo la última oportunidad para encontrarme.

Mañana que me vaya se me va a olvidar todo, y cuando tú termines de escribir la novela nadie te va a creer que de verdad había una Violetta. Va a ser un personaje, nada más. Una pariente pobre del Pato Donald. Sólo Ferreiro va a tener bien claro que existí: quiero que sepa que hasta muerta le rompo la madre. Diablo Guardián mediante, claro.