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Violetta era una cínica, y eso a Pig le gustaba. Sobre todo porque seguía creyendo que su cara dura no era sino un ardid estrictamente defensivo. Una mentira al vuelo, plena de impostación y vacía de sentido, de manera que el verdadero desafío no estaba en responder a su insolencia, sino en tratar de oír el alarido sordo que reptaba detrás de su arrogancia: Por favor no me creas. Y ello era suficiente para dejar la apuesta en su lugar, y entonces sonreír como si nada, unirse a ella en el torneo de cinismos sin entraña que lo dejaba maniobrar a placer, hasta tomar la forma y el carácter del Diablo de la Guarda: ese otro cínico que jamás aventaba una piedra sin esconder la mano, el brazo, el cuerpo y la memoria. Un mustio, antes que un cínico. Un cobarde, tal vez, aunque Pig prefería otro adjetivo: eficiente.

Por favor no me creas. Traducción instantánea: No me desampares. Una vez convencido de su papel en la historia, Pig había hecho suyos los trucos más arteros del oficio publicitario. Compró libros, los leyó varias veces, estableció los paralelos necesarios para mirarla a ella como consumidor, y a si mismo como producto. ¿Qué es lo que hace un producto para llegar hasta el consumidor, y más: para hechizarlo? Decirle tersamente lo que quiere oír, recordar las ventajas, callar las desventajas, maquillar asperezas, resolver cada entuerto con una afirmación en apariencia contundente.

.- ¿Hello? -respondió cierta noche Violetta, en medio de un silencio que hizo titubear a Pig, no del todo seguro de llamar a ese número, donde seguramente no sería bienvenido.

.-Tac, tac, tac -declaró desde lejos su Diablo Guardián.

.-Yes, ¿My Hero? -disparó ella de vuelta, lista para jugar

.-Tac, tac -desmintió el Diablo de la Guarda, telegrafista debutante, con el dedo temblando sobre la bocina.

.- ¿Vas a decirme que eres un pinche mudo? --quiso desesperarse Violetta, y Pig interpretó la respuesta en castellano como un pequeño triunfo de su ingenio.

.-Tac -confirmó la uña del índice derecho. -O sea que si… -sonrió Violetta, entre contenta, resignada y curiosa.

.-Tac -confesó victorioso el Diablo Guardián, y colgó de inmediato el teléfono público, lleno de la satisfacción culposa de quien cumple un deber irremediable. ¿Desarripararla? Nunca. Ni de noche, ni de día.