Más importante que la manera de ser del otro, importa el bienestar que siento a su lado y su bienestar a mi lado. El placer de estar con alguien que se ocupa de que uno esté bien, que percibe lo que necesitamos y disfruta al dárnoslo, eso hace al amor.

Una pareja es más que una decisión, es algo que ocurre cuando nos sentimos unidos a otro de una manera diferente. Podría decir que desde el placer de estar con otro tomamos la decisión de compartir gran parte de nuestra vida con esa persona y descubrimos el gusto de estar juntos. Aunque es necesario saber que encontrar un compañero de ruta no es suficiente; también hace falta que esa persona sea capaz de nutrirnos, como ya dijimos. Que de hecho sea una eficaz ayuda en nuestro crecimiento personal.

"El amor se construye entre dos, sobre la base de una química que nos hace sentir diferentes. Quizás por la sensación mágica de ser totalmente aceptados por alguien."

Estar enamorado y amar.

Qué difícil hablar de esto.

El otro día, coordinando un grupo, les contaba lo que habíamos conversado nosotros sobre la idea de amar en términos de "que el otro me importe", y sobre la sensación física de estar con alguien que amo. Después le pedí a cada uno que dijera qué pensaba que era el amor.

Una de las respuestas que más me gustaron fue la de un muchacho de 25 años que dijo:

"Cuando amamos, vemos más allá de lo que se ve, en el amor los cánones estéticos pierden valor".

Welwood dice que el verdadero amor existe cuando amamos por lo que sabemos que esa persona puede llegar a ser, no sólo por lo que es. Creo que estar enamorado y amar son estados que van y vienen en una relación. En el inicio por lo general hay un período de pasión, donde se mezcla mucho lo que yo imagino, lo que proyecto en esa persona. Entonces coloco en ese ser humano que tengo enfrente mi hombre o mi mujer ideal.

El enamoramiento es más una relación mía conmigo mismo, aunque elija a determinada persona para proyectar lo que siento. Y entonces podríamos preguntarnos: ¿Por qué elijo a esa persona? ¿Qué pasa cuando, después de un tiempo, el otro se empieza a mostrar como es y eso no coincide con mi ideal?

Allí comienzan los conflictos. Él no es como yo había creído. La disyuntiva que aquí se plantea es ver si puedo amar a este que veo o si me quedo pegada a mi hombre ideal.

Es en la resolución de este dilema que puede empezar el amor, cuando lo veo y me doy cuenta de que lo amo así como es. Incluso puedo llegar a amar las cosas de él que no me gustan, porque son de él y lo acepto como es.

Creo que las relaciones pasan por momentos de enamoramiento, momentos de amor, momentos de odio… En realidad, amor y odio están muy cerca. Nunca odiamos tanto a alguien como aquel a quien amamos. Como me dijo mi hijo el otro día en medio de un ataque de furia: "Te amodio" (quiso decir te odio pero se le escapó el amor).

Es saludable aceptar que esto es así. Vamos navegando en la relación, que verdaderamente se sostiene si nos mostrarnos, si estamos conscientes de qué nos pasa, si no lo negamos o hacemos como que no pasa nada.

Conciencia es la gran palabra. Seamos conscientes de lo que nos esta pasando, entreguémonos a ello. Así se cuida y se construye el vínculo.

El recurso es siempre el mismo: conciencia, centrarnos. Sólo si estoy dentro de mí puedo manejar situaciones difíciles.

Mucha gente vive arrancada de sí misma, sacada -como se dice ahora-, conectada sólo con lo que piensa y sin idea de lo que realmente siente. Así es muy difícil entregarse al amor. Para amar es imprescindible animarse a mirar hacia adentro.

Así, sin necesidad de que haya conflicto puedo mirarme, estar conectada y ser yo misma.

Si no me muestro, nadie puede amarme.

En todo caso amarán mi disfraz. como vos decís, y eso no me sirve.

Encontré un libro de Mauricio Abadi que habla del enamoramiento. Cito tres pasajes que me interesaron:

"El enamoramiento es más bien una relación en la cual la otra persona no es en realidad reconocida como verdaderamente otra, sino más bien sentida e interpretada como si fuera un doble de uno mismo, quizás en la versión masculina y eventualmente dotada de rasgos que corresponden a la imagen idealizada de lo que uno quisiera ser. En el enamoramiento hay un “yo me amo al verme reflejado en ti.”

"Enamorarme es decirte cuánto simpatizo contigo por sostener tan graciosamente el espejo en el que me contemplo para darme cuenta de mi amor por mí.”

"Pero ocurre que, a medida que el tiempo transcurre y la relación va pasando por diferentes vicisitudes, el supuesto espejo va dejando de ser un espejo y parece optar por un natural deseo de recuperar su propia identidad. Al comienzo era tal el deseo de sentirse amado y admirado, que a él casi no le importaba demasiado que lo tomaran por otro. Puesto que de eso se trata. Tenemos tal necesidad de amor que durante algún tiempo lo disfrutamos, también tramposamente.”

Y es verdad que es una trampa, como Abadi dice, porque en realidad esa pasión enamorada no es para ti sino para ese aspecto proyectado del otro.

Quizás deberías rechazar el halago de la carta donde te confiesan su amor incondicional y ciego y saber leer en el sobre el nombre del destinatario que no es el tuyo. Pero, ¿quién podría?

De todas maneras, hagamos lo que hagamos, en unos instantes o en pocas semanas (de cinco minutos a tres meses, como tú dices), el otro nos irá mostrando su realidad que no podrá ocultar, y empezará a ver nuestro verdadero yo que no podremos esconder para siempre, por halagador que nos resulte su enamoramiento y por hermoso que sea sentirnos enamorados.

Es como despertar de un sueño. Aparecerá poco a poco una persona asombrosamente diferente de aquella con la que creíamos habernos unido. Es gracioso escuchar a los que abandonan su estado pasional y creen que el otro ha cambiado, que ya no es el mismo, cuando en realidad sólo han cambiado los ojos con los que miran.

Uno descubre las diferencias y éstas desembocan en confrontación.

Cuando él se te parecía tanto, era muy difícil discutir, pero también era complicado reconocer su verdadera existencia.

Tan sólo ahora, uno puede descubrirse acompañado. Hay que buscar las diferencias e intentar unirse a través de ellas. No como antes, que nos unían sólo las semejanzas.

Adoro esa frase que te escuché una vez en un reportaje:

Enamorarse es amar las coincidencias,

y amar, enamorarse de las diferencias.

El enamoramiento no es un sentimiento compartido porque no existe aún el sujeto con quien compartir.

El enamoramiento es una locura gratuita y casi inevitable, técnicamente un cuadro de confusión delirante con exaltación maníaca.

El amor, en cambio, es un producto cuerdo y costoso.

Es más duradero y menos turbulento, pero hay que trabajar duro para sostenerlo.

Releo esta carta y siento que ya no estoy muy segura de estar de acuerdo con lo que yo misma escribí, pero está dicho. Hazme saber tu opinión.

¿Tú en qué andas, Fred? ¿Disfrutando del calor de España?

Te mando un beso.

Laura

Cuando Roberto terminó de leer estaba sonriendo. Se sentía satisfecho con su actitud de obedecer a su intuición y abrir el mail. Eso era justamente lo que le estaba pasando: la relación con Cristina ya no era la misma, ya no estaban enamorados. Pero a él le gustaba estar enamorado.

Poco a poco la sonrisa fue dando lugar a una mueca de profunda concentración. No sabía si quería ese cambio de intensidad por profundidad del que hablaba Laura, pues lo que él más disfrutaba era nada menos que esa intensidad, esa pasión, ese desborde. Pero lo cierto era que eso se había acabado, habían comenzado a verse como realmente eran y no había nada que pudieran hacer para evitarlo.

¿Y ahora?

Ahora todo terminaba…

De repente dudó. Todo termina o empieza la construcción de un camino juntos, sugería Laura.

Se preguntó cuál de las dos posibilidades sería aplicable a su historia con Cristina: ¿el final o el comienzo de algo menos intenso pero más profundo?

Y después se corrigió…

¿Cuál de las dos posibilidades quiero yo?

CAPÍTULO 4

Por supuesto, Cristina llamó el lunes como si nada hubiera pasado.

– ¿Qué tal el asado? -preguntó él mecánicamente.

– Bien -contestó ella, sorprendida por su frialdad- ¿Qué te pasa?

– Estoy malhumorado -dijo Roberto con sinceridad.

– ¿Tengo algo que ver? -preguntó ella en un intento, que pronto confirmaría vano, de quedarse afuera.

– Por supuesto que tienes que ver… -Roberto hizo una pausa y luego continuó, mientras se preguntaba para qué estaba diciendo todo eso- ¡Últimamente con TODO lo malo que me pasa tienes que ver?

– Pero si habíamos estado tan bien ayer…

– Tan bien… ¡que te fuiste a ese puto asado?

– Pero Roberto, tú lo sabías.

– ¿Y eso qué? Si yo sé que me vas a clavar un cuchillo ¿entonces la herida no me duele?

– ¿No estás exagerando un poco con la comparación?

– No.

– Voy para allá.

– No. No quiero.

– Voy igual -dijo ella colgando antes de escuchar la respuesta.

– No voy a estar -amenazó él al vacío.

Roberto se quedó un rato con el teléfono en la mano; pensaba si debía irse antes de que Cristina llegara.

Debió estar muy indeciso porque cuando sonó el timbre todavía no había colgado el auricular.

Abrió la puerta sin mirar quién era y se fue a la cocina a calentarse un café, cosa que hizo ignorando olímpicamente a Cristina. Ella lo esperó de pie en la sala.

– ¿Podrías saludarme, no? -le recriminó.

Roberto la miró con furia y ensayó su más falsa sonrisa, una ampulosa reverencia completó a burla.