Prólogo

En abril de 1944, mes y medio antes de la invasión de Francia, el propagandista nazi William Joyce -más conocido por el sobrenombre de Lord Ejem Ejem - transmitió por radio a Gran Bretaña una noticia espeluznante.

Según Joyce, Alemania sabía que los aliados estaban construyendo enormes estructuras de hormigón en el sur de Inglaterra. Alemania sabía también que tales estructuras iban a remolcarse a través del canal de la Mancha, durante la inminente invasión, y que se procedería a su hundimiento frente a las costas de Francia. Joyce declaró: «Bueno, pues les vamos a echar una mano, muchachos. Cuando zarpen con ellas, les ahorraremos el trabajo y las hundiremos por el camino».

Sonaron las sirenas de alarma en el seno del servicio de Información británico y del Alto Mando aliado. Las estructuras de hormigón a las que aludía Joyce eran en realidad parte integrante de un gigantesco puerto artificial destinado a Normandía, cuyo nombre en clave era Operación Mulberry . Si verdaderamente los espías de Hitler estaban enterados del propósito de dicha operación, muy bien podían conocer asimismo el secreto más importante de la guerra: el momento y lugar precisos de la invasión de Francia.

Al cabo de varios días de preocupada inquietud, los temores pudieron desecharse cuando el contraespionaje estadounidense interceptó un mensaje del embajador del Japón en Berlín, teniente general barón Hiroshi Oshima, dirigido a sus superiores de Tokio. Oshima recibía informes periódicos de sus aliados alemanes sobre los preparativos de la inmediata invasión. De acuerdo con el mensaje interceptado, los servicios de inteligencia germanos creían que las estructuras de hormigón eran parte de un gigantesco complejo antiaéreo, y no un puerto artificial.

¿Pero cómo pudo cometer la Inteligencia alemana tan craso error? ¿Simplemente interpretaron mal los datos de su propio servicio de información? ¿O alguien los engañó?