Si no hubieras dormido tanto —te reprochas ahora—, si hubieras dormido cuando ella dormía. Si hubieras despertado cuando ella despertó. La habrías visto buscar en el armario un vestido negro, y entrar enlutada a la biblioteca. Habrías visto cómo Ulises se acercaba a ella:

—¿Quieres ponerte de luto?

—Ya me he puesto de luto —contestó extrañada.

—Es que el luto para ellos es blanco.

Matilde regresó al dormitorio. Pero tú no la viste buscar de nuevo en el armario. No tenía ningún vestido blanco. Encontró el chal que alguien le trajo de Turquía —tú mismo lo compraste, ahora lo sabes—, se lo colocó sobre los hombros y regresó junto a los muertos cubriendo de luto blanco su luto negro.

Las mujeres magrebíes trajinaban en la cocina. Todas habían llevado algo de comer, según la costumbre, y lo estaban colocando. Adornaban las fuentes como si se tratara de una fiesta. El ruido que hacían con la vajilla estremeció a Matilde al pasar junto a la puerta cerrada. Se paró un momento y encontró las fuerzas que la ayudaron a seguir caminando. Ulises la vio entrar en la biblioteca y temió por ella, a causa de su palidez, y del espanto reflejado en su expresión:

—¿Quieres que te traigan un caldo?

—Bueno —contestó mirando los cuerpos tendidos—. Siempre los vemos desde lejos. En el suelo están más lejos.

—Forma parte del rito musulmán.

—Llevaba su vestido de boda. Muy cerca de la tierra. ¿Los encontrarán?

—A quiénes.

—Ahora sí voy de luto.

—Sí, Matilde, ahora sí vas de luto. Ven, siéntate.

—No los encontrarán.

Ulises cogió a Matilde por los hombros y la condujo hacia un sillón. Ella se dejó llevar por sus pasos con la mirada perdida, se detuvo y miró a Ulises:

—A los bestias. Tú sabes que no los buscan.

Ulises no contestó. Matilde se dio la vuelta y fijó sus ojos en la mantilla que cubría el cuerpo de Aisha.

—Llevaba su vestido de boda. ¿Sabes que no los encontrarán?

—Ven, mi amor, siéntate.

Tú también habrías deseado darle alguna respuesta, si hubieras estado con ella. Si la hubieses visto con la mirada perdida en Aisha, con la mente extraviada.

Pero si hubieras estado con ella, Ulises no la habría llamado mi amor. Y fue cuando la llamó mi amor cuando Matilde reaccionó.