Fugitivo a través de Marruecos, Yunes llegó a pie a Calamocarro, un miserable campamento a las afueras de Ceuta, y allí volvió a sentirse acosado, recluido en un lugar infecto, rechazado por los ciudadanos que prefieren ignorar la miseria que les viene de fuera, y obligan a los fugitivos a alzar sus propias murallas.

—A Yunes aprieta corazón en Calamocarro. País de él está en muy dentro de Yunes. Dice muralias pero no muralias, sólo canias y yerba hacen pared y cartones tamién donde vive. Mucho tarda venir en España a vivir y llora.

Matilde se había llevado las manos a la boca para reprimir un grito, cuando escuchó la historia de Maryam. Ahora se tapaba la cara.

—Yunes busca en ruina noticias pueblo suyo. Dicía que a veces más muy bien alguno veniera de allí. Farida, Yunes, Pedro y Aisha todas semanas primero todos estamos en ruina después menos.

Yunes convenció a las mujeres de que dejaran de buscar a sus muertos. Y las dos comenzaron a esperar noticias de los que habían dejado en Marruecos.

—¿Y nunca escribiste una carta?

—Aisha mucha culpa dentro. A lo primero pena madre de Munir, espero que aparece para no dicir que no aparece, después pena más grande escribir que muerto, después vergüenza no escribido antes.

Con Pedro, y con sus amigos Farida y Yunes, asistía a las reuniones periódicas en casas abandonadas. Ella no había perdido la esperanza de encontrar entre los recién llegados a algún familiar o conocido que le trajera noticias de su pueblo. Pedro quiso llevarla a Marruecos en más de una ocasión, pero ella se negó siempre, Aisha pensaba que la añoranza era un castigo y que los castigos deben cumplirse para limpiar el alma. Los intentos de su marido para que abandonara la dureza con la que se trataba a sí misma fueron siempre en vano, y la llevaba a Punta Algorba cada vez menos, para evitarle la desolación del regreso de una búsqueda inútil.

La intimidad. Matilde escuchó las confidencias de Aisha, y ella las de Matilde. Con Aisha verbalizó tu mujer sus temores. A ella le confesó que estaba perdiendo al hombre que amaba. A ella le dijo que te perdía, sin saber el porqué, pero que no se sentía culpable, como Aisha tampoco debía sentirse por la muerte de su novio.

Matilde le contó a Aisha tu historia, y a ti te contó la historia de Aisha. De noche, frente a la ventana de vuestro dormitorio, conmovida, emocionada, compartiendo contigo el insomnio. Y tú, ahora, no puedes dormir.