El despacho de Ulises se encontraba en la última planta de un moderno rascacielos acristalado. La vista de la ciudad desde los inmensos ventanales te llevó a pensar que no es extraño que determinada gente crea que tiene el mundo a sus pies. Si la miseria nos hace miserables, como habías creído siempre, qué hará con nosotros el poder —cavilabas, mientras te acercabas a Ulises—. Su mediana estatura se magnificaba en aquel entorno. Su sobrepeso se convertía en fortaleza. Sus ojos, pequeños y demasiado juntos, adquirían una proporción de sagacidad que no habías observado antes.