Al atravesar la puerta y descender por el camino tallado por el uso en la roca de coral iba llorando nuevamente.

Esa tarde había una partida de turistas en la Terraza, y mirando hacia abajo, al agua, entre las latas de cerveza vacías y las picúas muertas, una mujer vio un gran espinazo blanco con una inmensa cola que se alzaba y balanceaba con la marea mientras el viento del este levantaba un fuerte y continuo oleaje a la entrada del puerto.

- ¿Qué es eso? -preguntó la mujer al camarero, y señaló al largo espinazo del gran pez, que ahora no era más que basura esperando a que se la llevara la marea.

- Tiburón -dijo el camarero. Un tiburón.

Quería explicarle lo que había sucedido.

- No sabía que los tiburones tuvieran colas tan hermosas, tan bellamente formadas.

- Ni yo tampoco -dijo el hombre que la acompañaba.

Allá arriba, junto al camino, en su cabaña, el viejo dormía nuevamente. Todavía dormía de bruces y el muchacho estaba sentado a su lado contemplándolo. El viejo soñaba con los leones marinos.

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11/06/2009