”Esa noche, nosotros descansamos mientras otros trabajaban. Porque muchos de los cautivos y esclavos liberados eran antiguos habitantes de Gondor, capturados por el Enemigo en correrías; y no tardó en congregarse una gran multitud, formada por hombres que llegaban de Lebennin y del Ethir, y Angbor de Lamedon vino con todos los caballeros que había podido reunir. Ahora que el temor a los Muertos había desaparecido, todos acudían en nuestra ayuda y a ver al Heredero de Isildur; pues el rumor de ese nombre se había extendido como un fuego en la oscuridad.

”Y hemos llegado casi al final de nuestra historia. En las últimas horas de la tarde y durante la noche se repararon y equiparon numerosos navíos; y por la mañana la flota pudo zarpar. Ahora parece que hubiera pasado mucho tiempo, y sin embargo fue sólo en la mañana de anteayer, el sexto día desde que partimos de El Sagrario. Pero Aragorn temía aún que el tiempo fuese demasiado corto.

”«Hay cuarenta y dos leguas desde Pelargir hasta los fondeaderos del Harlond» dijo. «Es preciso, sin embargo, que mañana lleguemos al Harlond, o fracasaremos por completo.»

”Ahora los que manejaban los remos eran hombres libres, y trabajaban con vigor; sin embargo, remontábamos con lentitud el Río Grande, pues teníamos que luchar contra la corriente, y aunque no es rápida en el sur, el viento no nos ayudaba. A mí se me habría encogido el corazón, a pesar de nuestra reciente victoria en los puertos, si Legolas no hubiese reído de pronto.

”«¡Arriba esas barbas, hijo de Durin!» exclamó. «Porque se ha dicho: Cuando todo está perdido, llega a menudo la esperanza.» Pero qué esperanza veía él a lo lejos, no me lo quiso decir. Llegó la noche, y la oscuridad creció y estábamos impacientes, pues allá lejos en el norte veíamos bajo la nube un resplandor rojizo; y Aragorn dijo: «Minas Tirith está en llamas».

”Pero a la medianoche vino en verdad la esperanza. Hombres del Ethir, lobos de mar, avezados, atisbando el cielo del sur anunciaron un cambio, un viento fresco que soplaba del Mar. Mucho antes del día, los navíos izaron las velas, y empezamos a navegar con mayor rapidez, hasta que el alba blanqueó la espuma en nuestras proas. Y así, como sabéis, llegamos a la hora tercera de la mañana, con el viento a favor y un sol despejado, y en la batalla desplegamos el gran estandarte. Fue un gran día y una gran hora, aunque no sepamos qué pasará mañana.

—Pase lo que pase, el valor de las grandes hazañas no merma nunca —dijo Legolas—. Una gran hazaña fue la cabalgata por los Senderos de los Muertos, y lo seguirá siendo aunque nadie quede en Gondor para cantarla.

—Cosa bastante probable —dijo Gimli—. Pues Aragorn y Gandalf parecen muy serios. Me pregunto qué decisiones estarán tomando allá abajo en la tienda. Yo por mi parte, lo mismo que Merry, desearía que con nuestra victoria la guerra hubiese terminado para siempre. Pero si aún queda algo por hacer, espero participar, por el honor del pueblo de la Montaña Solitaria.

—Y yo por el del pueblo del Gran Bosque —dijo Legolas—, y por amor al Señor del Árbol Blanco.

Luego los compañeros callaron, pero se quedaron sentados un tiempo en aquel sitio elevado, cada uno ocupado con sus propios pensamientos, mientras los Capitanes deliberaban.

Tan pronto como se hubo separado de Legolas y Gimli, el Príncipe Imrahil mandó llamar a Éomer; y salió con él de la Ciudad, y descendieron hasta las tiendas de Aragorn en el campo, no lejos del sitio en que cayera el Rey Théoden. Y allí, reunidos con Gandalf y Aragorn y los hijos de Elrond, celebraron consejo.

—Señores —dijo Gandalf—, escuchad las palabras del Senescal de Gondor antes de morir: Durante un tiempo triunfarás quizá en los Campos del Pelennor, por un breve día, mas contra el Poder que ahora se levanta no hay victoria posible.No es que os exhorte a que como él os dejéis llevar por la desesperación, pero sí a que sopeséis la verdad que encierran estas palabras.

”Las Piedras Que Ven no engañan: ni el mismísimo Señor de Barad-dûr podría obligarlas a eso. Podría quizá decidir sobre lo que verán las mentes más débiles, o hacer que interpreten mal el significado de lo que ven. No obstante, es indudable que cuando Denethor veía en Mordor grandes fuerzas que se disponían a atacarlo, mientras reclutaban otras nuevas, veía algo que era cierto.

”Nuestra fuerza ha alcanzado apenas para contener la primera gran acometida. La próxima será más violenta. Ésta es, por lo tanto, una guerra sin esperanza, como Denethor adivinó. La victoria no podrá conquistarse por las armas, ya no os mováis de aquí y soportéis un asedio tras otro, ya avancéis para ser aniquilados al otro lado del Río. Sólo os queda elegir entre dos males; y la prudencia aconsejaría reforzar las defensas, y esperar el ataque; así podréis prolongar un poco el tiempo que os resta.

—¿Propones entonces que nos retiremos a Minas Tirith, o a Dol Amroth, o a El Sagrario, y que nos sentemos allí como niños sobre castillos de arena mientras sube la marea? —dijo Imrahil.

—No habría en tal consejo nada nuevo —dijo Gandalf—. ¿No es acaso lo que habéis hecho, o poco más, durante los años de Denethor? ¡Pero no! Dije que eso sería lo prudente. Yo no aconsejo la prudencia. Dije que la victoria no podía ser conquistada con las armas. Confío aún en la victoria, ya no en las armas. Porque en todo esto cuenta el Anillo de Poder: el sostén de Barad-dûr y la esperanza de Sauron.

”Y de este asunto conocéis todos bastante como para entender en qué situación estamos, así como Sauron. Si reconquista el Anillo, vuestro valor es vano, y la victoria de él será rápida y definitiva: tan definitiva que nadie puede saber si terminará alguna vez, mientras dure este mundo. Y si el Anillo es destruido, Sauron caerá; y tan baja será su caída que nadie puede saber si volverá a levantarse algún día. Pues habrá perdido la mejor parte de la fuerza que era innata en él en un principio, y todo cuanto fue creado o construido con ese poder se derrumbará, y él quedará mutilado para siempre, convertido en un mero espíritu maligno que se atormenta a sí mismo en las tinieblas, y nunca más volverá a crecer y a tener forma. Y así uno de los grandes males de este mundo habrá desaparecido.

”Otros males podrán sobrevenir, porque Sauron mismo no es nada más que un siervo o un emisario. Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza. Pero que tengan sol o lluvia, no depende de nosotros.

”Ahora Sauron sabe todo esto, y sabe además que el tesoro perdido ha sido encontrado otra vez, aunque ignora todavía dónde está, o al menos eso esperamos. Y una duda lo atormenta. Porque si lo tuviésemos, hay entre nosotros hombres fuertes que podrían utilizarlo. También eso lo sabe. Pues ¿me equivoco, Aragorn, al pensar que te mostraste a él en la Piedra de Orthanc?

—Lo hice poco antes de partir de Cuernavilla —respondió Aragorn—. Consideré que el momento era propicio, y que la Piedra había llegado a mis manos para ese fin. Hacía entonces diez días que el Portador del Anillo había salido de Rauros, rumbo al este, y pensé que era necesario atraer al Ojo de Sauron fuera de su propio país. Pocas veces, muy pocas ha sido desafiado desde que se retiró a la Torre. Aunque si hubiera previsto la rapidez con que respondería atacándonos, tal vez no me habría mostrado a él. Apenas me alcanzó el tiempo para acudir en vuestra ayuda.