DE DATOS DISPONIBLES EN LA RED, ILLA YEFIMOVICH KRILOV (1844-1930) ESTÁ CONSIDERADO COMO EL PINTOR REALISTA MÁS EXTRAORDINARIO DE SU GENERACIÓN. NACIÓ EN CHUGUYEV Y ESTUDIÓ EN LA ACADEMIA DE SAN PETERSBURGO. BUEN DIBUJANTE Y HÁBIL COLORISTA, FUE CONOCIDO SOBRE TODO POR LOS CONTENIDOS TEMÁTICOS DE SUS OBRAS.
– Láufer, por favor -intercaló Roi, aprovechando una pausa del gritón-, escribe en minúsculas.
– NO PUEDO, YA TE LO HE DICHO… SIGO: SUS ESCENAS DE GENTE CORRIENTE, PROFUNDAMENTE CONMOVEDORAS, SIGNIFICARON UNA POSTURA CRÍTICA CONTRA EL RÉGIMEN ZARISTA. SUS BARQUEROS DEL VETLUGA (1870, MUSEO ESTATAL RUSO, SAN PETERSBURGO), EN LOS QUE SE MUESTRA A LOS BATELEROS ENJAEZADOS JUNTOS COMO BESTIAS DE CARGA, LE HICIERON FAMOSO. CONTINUÓ PINTANDO GRANDES TEMAS HISTÓRICOS, ASÍ COMO RETRATOS MEDITABUNDOS DE COMPOSITORES Y ESCRITORES RUSOS. SU OBRA SE CONVIRTIÓ EN EL MODELO A SEGUIR POR LA PINTURA DEL REALISMO SOCIAL SOVIÉTICO DE MEDIADOS DEL SIGLO XX.
– Per carita! ¿Es que no hay nadie que pueda arreglarle el teclado?
Por toda respuesta, una rosa encarnada ascendió por la pantalla blanca exhibiendo un letrero que decía: PARA DONNA.
– La cuestión es la siguiente, damas y caballeros -continuó Roi, haciendo caso omiso de la discusión-: Melentiev quiere el cuadro titulado Mujiks pintado por Krilov en 1916, cuadro que, actualmente, obra en poder del industrial alemán Helmut Hubner.
– ¿Hubner…? -preguntó Rook-. ¿El de las galletas Hubner…?
– Efectivamente, el de las galletas, panes y pasteles Hubner.
– ¡Ese tío es uno de los hombres más ricos de Alemania! ¿No es verdad, Láufer? Sus empresas y filiales cotizan en las principales bolsas europeas y, según la revista Forbes, su fortuna personal se calcula en varios cientos de millones de dólares.
Siguiendo con su método de respuesta, Láufer hizo sonar en nuestros altavoces la conocida musiquilla de los anuncios televisivos de la marca de galletas.
– YO TRABAJÉ PARA ÉL EN UNA OCASIÓN. HICE UNA VALORACIÓN NEGATIVA DE UNA PIEZA QUE DESEABA ADQUIRIR: UN JARRÓN DE CRISTAL DOBLADO, SUPUESTAMENTE PRODUCIDO POR LA COMPAGNIE DES CRISTALLERIES DE BACCARAT, QUE ERA, EN REALIDAD, UNA OBRA DE LA VIDRIERÍA DE SAINTEANNE.
– Pero la Vidriería de Sainte-Anne fue la antecesora de la Compagnie des Cristalleries de Baccarat… -se extrañó Roi-. ¿Por qué hiciste una valoración negativa si la pieza tenía una cotización muy superior?
– PORQUE ÉL SÓLO ESTABA INTERESADO EN LOS CRISTALES DEBACCARAT FABRICADOS POR LA COMPAGNIE DURANTE EL PERÍODO COMPRENDIDO ENTRE 1861 Y 1875. LO RECUERDO PERFECTAMENTE. ASÍ QUE, AUNQUE EL VALOR DE TASACIÓN DE LA OBRA ERA MUCHO MAYOR, LA VALORACIÓN TUVO QUE SER NEGATIVA.
– Así que estamos hablando de un coleccionista selecto -dijo Cávalo-. Un tipo que sabe lo que quiere y que debe poseer una apreciable cantidad de obras de arte cuidadosamente escogidas, entre las que se encuentra el lienzo de Krilov.
– Y que, por lo tanto, tendrá a buen recaudo todos sus tesoros -puntualicé yo, malhumorada. Si Roi era el organizador, Donna y Cávalo los falsificadores, Rook el blanqueador de dinero negro y Láufer el informático, yo, desgraciadamente, era la ejecutora material de los robos, la que se jugaba la piel en cada operación, el cuerpo ágil que saltaba ventanas, caminaba por tejados, escalaba muros y sorteaba sistemas de alarma.
– Tranquilo, Peón -me consoló Roi-. Todo el mundo hará, como siempre, un buen trabajo y sabrás perfectamente el terreno que pisas en cada momento.
– Nunca sé el terreno que piso en esos momentos.
– ¡HUY, HUY,HUY ¡PEÓN ES UN LLORÓN.
– ¡CÁLLATE, LÁUFER! ¡NO QUIERO VOLVER A VER UNA LÍNEA TUYA HASTA QUE YO TE LO PIDA¡ -gritó.
Roí, harto de las tonterías del antiguo hacker-. Lo siento, Peón, no volverá a ocurrir… Volvamos a nuestro asunto, por favor -intercaló varias líneas en blanco para dar un respiro y, luego, continuó-. Yo buscaré toda la documentación sobre el cuadro y Láufer investigará a Helmut Hubner. ¿Algún problema para hacer la copia, Donna?
– Ninguno, pero esta vez envíame las reproducciones en formato JPEG , por favor, y utiliza compresión de alta calidad. Necesito hacer ampliaciones grandes y muy precisas. Y ya sabes: busca todo lo que puedas sobre el bastidor, los materiales y los usos y costumbres de Krilov a la hora de trabajar. También necesito la historia completa del lienzo (dónde ha estado, cuánto tiempo y en qué condiciones). ¡Ah! Y la del propio Krilov, con todos los detalles de su vida, incluso los más insignificantes.
– De eso podría encargarme yo -se ofreció Cávalo.
– Adjudicado -confirmó Roi-. Y tú, Donna, no te preocupes, lo tendrás todo dentro de tres días como máximo. Damas y caballeros, atención… Láufer, ¿tienes preparado el sonido?
Un redoble circense de tambor invadió mi despacho. Era curioso pensar que seis ordenadores distintos ubicados en otras tantas ciudades de países europeos emitían al unísono la misma fanfarria electrónica.
– Damas y caballeros, damos por iniciada en el día de hoy la Operación Krilov. Ya saben que, desde este momento, quedan interrumpidas todas las comunicaciones y encuentros personales entre ustedes. Cualquier aviso, intercambio o noticia deberá realizarse a través de mí, y siempre con el código del Grupo, la cifra privada individual de cada uno y la clave secreta que yo les daré y que tienen prohibido comunicar a los demás. Recuerden que atrapar al Grupo de Ajedrez es el sueño dorado de cualquier miembro de Interpol. Y no lo olviden: la máxima seguridad es la máxima ventaja. Si alguno cae, caemos todos.
Las siguientes jornadas las dediqué a poner en orden los asuntos administrativos de la tienda, a pagar lo que le debía a la mujer de la limpieza, a responder con abultada información las cartas de mis compradores por catálogo y a inscribirme en varias subastas para noviembre y diciembre. Por supuesto, me preocupé también de anunciar a bombo y platillo que me iría otra vez de viaje el día menos pensado…
Siempre he sido un ser bastante antisocial, pero me acercaba peligrosamente a esa edad en la que comienzas a plantearte quién cuidará de ti cuando seas vieja. Supongo que todo nuevo planteamiento empieza siempre por un sentimiento egoísta, y ese sentimiento egoísta me llevaba a echar de menos unos amigos que nunca tuve, unos hijos que probablemente jamás tendría y alguna que otra relación amorosa que durara algo más que un par de noches de hotel en cualquier lugar remoto del mundo. Incluso empezaba a desear una relación sexual en la que el sexo no lo fuera todo, como esas que salían en las películas románticas de la televisión. A los treinta y tres años, mi bagaje afectivo se reducía a mi tía, mi vieja criada y mi paternal amigo Roi, cada uno de los cuales había celebrado su cincuentenario a finales del siglo pasado. Pero ¿qué otra cosa podía permitirme llevando una vida tan descabellada como la mía…? Igual que en ocasiones anteriores, decidí que, en puertas de una nueva operación, no era el momento de ponerme a pensar estas cosas y arrinconé otra vez mi corazón esperando que llegara el día en que pudiera prestarle atención sin que interfiriera en mi forma de vida.
El jueves 10 de septiembre, por la tarde, empezaron a llegar los primeros informes remitidos por Roi y el viernes, después de cerrar, me enclaustré en el despacho dispuesta a pasar el fin de semana estudiando los detalles de la Operación Krilov. En realidad, el bienintencionado príncipe Philibert se limitaba a despacharme una copia de los archivos que recibía y de los que él mismo enviaba para que yo dispusiera de toda la información sobre el asunto, convencido de que eso me daba una gran tranquilidad. Lo cierto es que se equivocaba por completo. Era mucho más fácil, al menos desde mi punto de vista, perforar ficheros confidenciales o bases de datos secretas cómodamente sentado delante de un ordenador, que perpetrar físicamente el robo, jugándose el tipo en el sentido más literal de la palabra. Roi, sin embargo, siempre decía que, tal y como estaban comportándose últimamente las policías de todo el mundo, era mucho más fácil que pillaran antes a Láufer que a mí, pues la paranoia del delito informático había vuelto tontos a los otrora grandes investigadores del crimen. Nuestro auténtico enemigo, insistía siempre Roi, era el Grupo de Trabajo de Interpol para los Delitos Relacionados con la Tecnología de la Información, estrechamente vinculado con el peligroso, aunque más lejano, NIPC, el Centro Nacional de Protección de Infraestructuras, del FBI.