– ¿Qué tal va el trabajo?

– ¡Vaya, no hay queja! Si se tienen ganas de trabajar, no falta; el que no trabaja es porque no quiere.

Roque Murguía cambió el tercio sin mayor aviso, era muy aficionado a hacerlo así.

– Hablando de otra cosa, ¿te acuerdas de la gracia que tuvo la muerte de tu tía Marianita?

– ¡No me hables! Bueno, tía Marianita no era tía mía, pero yo te entiendo, la verdad es que la llamé tía Marianita toda la vida porque estaba siempre en casa, iba por las tardes a tomar el té, era ya una costumbre.

Betty Boop tuvo una niña, María Pía, pero no le hacía ni caso, la verdad es que no le hacía caso alguno. En las ruinas de Kalekapi y entre sapos, alacranes y viejos que esperan la muerte, tampoco son multitud, en el momento de escribir estas líneas no son más que cinco mujeres, tres hombres y un eunuco, también había ratas con el pelo rizado, perros rabones y sarnosos y hienas hediondas de color ceniza, en las ruinas de Kalekapi se crían los célebres giros türkkögüs, los paladines de la única raza de pavos de pelea del mundo, Betty Boop se cortó el pelo a poco de casarse, todas las mutilaciones son dolorosas, pero cortarse la melena, para una mujer, es casi como amputarse un seno, ninguna mujer se ha hecho jamás el haraquiri en los serios, ninguna mujer se ha cortado jamás un seno para tirarlo por el balcón, los pavos de pelea de Kalekapi son capaces de plantarles cara a los demás animales del desierto, con los viejos que esperan la muerte sentados en el santo suelo no se atreven, aguardan a que les deje de latir el corazón en el pecho y en las sienes. Cándido Julián, el piragüista, se sabía el Martín Fierro de memoria y había estado en la Legión Extranjera, una mariana a la puerta del café Galicia le partió la cara a Serafín Lampón, Tordo, no se sabe bien por qué, ninguno de los dos quiso explicarlo nunca, Serafín Lampón ni se defendió siquiera y Cándido Julián no le pegó más que lo justo, a la niña María Pía la cuida Rosiña Abeledo, una criada muy maternal y meritoria, con buenos y generosos sentimientos y mucho instinto de conservación.

– ¿Usted sabe que las niñeras suelen dormir a las criaturas poniéndolas al gas para que se medio atufen?

– Bueno, Rosiña, no, de ninguna manera, de eso puede estar usted bien segura, Rosiña tiene muy buenos y generosos sentimientos como dice la señorita Matilde y cuida a la chiquilla con mucho mimo.

Es una vergüenza lo mal que aguantan la tinta los rollos de papel de retrete marca La Delicadeza Alemana, son ásperos, esponjosos y desagradecidos, esto de escribir crónicas se convierte en una verdadera tortura, y lo que podría ser un deleite gozoso es un suplicio indignante y atemorizador. El demonio Acebuche Tasende anda muy confundido porque la báscula municipal se le desequilibra a cada momento, está aún en garantía, pero el representante dice que queda muy lejos, de Valladolid a Arzúa hay más de cuatrocientos kilómetros, el representante tiene razón; Tonecho, el ferreiro de Melide, le da a veces algún martillazo y así vamos tirando.

– ¿Y tú qué vas a hacer?

– Nada, aguantar, ¿qué quiere usted que haga?, con esto de las básculas municipales hay que tener mucho aguante.

– ¿Y mucha paciencia?

– Sí, también.

A la señora Pilar Seixón le llaman la Virgen, con uve mayúscula, aunque había tenido tres maridos y amores pasajeros con todos los curas que habían ido pasando por la parroquia de San Cristóbal de Donalbai, algunos hacen terminar este nombre en y griega, con todos los curas sin dejar ni uno. Matilde Verdú puso la voz adecuada y le dijo a su confesor,

– Mire, usted, don Walter, yo soy una mujer que jamás acertó a ser feliz, quizá esté pagando ahora las atroces culpas de cualquier encarnación anterior, eso es algo que nunca podré saber, el pretérito de las almas es siempre un arcano en el que no se puede bucear, es inútil querer ver en la tiniebla, tan inútil como buscar nécoras en el horno de cocer las empanadas.

– Bien, hija, arrepiéntete de no haber sido feliz y aparta de tu mente las filosofías engañosas, reza con unción y recogimiento el confíteor, reza también un paternóster y tres avemarías de penitencia y vete en paz y gracia de Dios.

– Sí, padre.

A don Walter le gustaba mucho desayunar un cruasán relleno de tortilla francesa, jamón de York y lechuga, todo bien espolvoreado con azúcar de flor, para beber tomaba té de jazmín como los chinos y una o dos copitas de vino dulce, de oporto o málaga o pedrojiménez, don Walter era muy sibarita y laminero. Mackinlay's discoteca club y el gran conjunto Doble Sonido les esperan a ustedes en el Puente del Pasaje (enfrente de la gasolinera) para hacerles pasar un rato muy agradable en un ambiente acogedor y a precios normales.

– ¿Eres de La Coruña?

– ¿No lo ves?

– ¿Bailamos?

– ¿Me invitas?

– ¿A qué?

– ¿A ti que más te da?

– ¿Te dejas?

– ¿Tú qué crees?

– Bueno, ¿bailas?

– Sí.

Betty Boop, aunque se lleva mal con Enriqueta, las nueras se suelen llevar siempre mal con las suegras, es un uso admitido, se encuentra relativamente a gusto en Porriño, esto es un piadoso fingimiento y un caritativo decir, esto no pasa de ser una manera de hablar sin comprometerse porque, mirándolo bien, costaría mucho trabajo admitir que Betty Boop se encontrase a gusto en Porriño o en ningún lado, ni relativamente siquiera, nadie habría de creérselo porque se le ve un poco desazonada y como nerviosa, también empieza a abandonarse J y a salir de casa despeinada y sin pintar, ella, que había sido siempre tan coqueta y presumida, Betty Boop se pasa el día en la calle yendo de un lado para otro, a la cafetería, al despacho de Robert, al supermercado, a la iglesia, todas las mañanas va a la iglesia y está de rodillas y con los ojos cerrados más de media hora, los domingos lo pasa muy entretenida en el mercado al aire libre de los invasones, de los coreanos, aquí llaman los invasores y los coreanos a los portugueses que vienen a vender ropa, cacerolas y loros y a comprar muñecas, chocolate y bacalao, en La Coruña llaman coreanos a las bandas de mozalbetes del barrio de La Bañou, más allá de San Roque de Afuera, a espaldas del Hospicio Provincial y del Patronato de la Caridad Padre Rubiños, que rompen farolas, apedrean parejas, atacan señoritas y hacen burla a los viejos que salen a pasear, los portugueses de Porriño cocinan el bacalao en el hornillo de butano que instalan detrás del puesto, en aceite casi hirviendo fríen la cebolla, cuando se empieza a dorar le echan el bacalao en migajas bien limpio y sin espinas, lo revuelven con un palito y lo ponen a fuego manso durante unos minutos, cuando lo sacan de la lumbre lo adornan con perejil picado y va está, los portugueses tienen que vigilar que los niños españoles no les echen tierra en la cazuela, los niños son unos desalmados que gozan haciendo el mal, a Betty Boop también le dan ganas de echarles tierra en el bacalao o de pegarle una patada al tingladillo, los portugueses se defienden bien y vigilan todo con cien ojos porque se juegan las ganancias, decir que les va la vida sería decir demasiado, los portugueses vienen en unos autocares lujosos que ya los quisiéramos nosotros para los días de fiesta, tienen hasta televisión y guaterclós.

– ¿Usted juraría por sus difuntos que Clara Erbecedo, q.e.p.d., la abuela de Betty Boop, era una buena cristiana, una mujer digna de consideración y respeto?

– Sí, sin duda alguna.

Clara Erbecedo, hace ya algunos años, tampoco muchos y no siendo ya ninguna niña, murió pasados los sesenta y esto que ahora se cuenta sucedió poco antes, se acostó una noche en la playa de Riazor con un marinero que hablaba una lengua desconocida, no era holandés, ni danés, ni noruego, a lo mejor era finés, estaba subiendo la marea y las olas le mojaron el culo.

– ¿Al marinero?

– No, a la señora.

Hay dos usos que se permiten entre desconocidos, por lo menos en España, pedir fuego y preguntar la hora.