– Sí.

– ¿Le das demasiadas vueltas a las cosas?

– Sí.

– ¿Te olvidas del trabajo?

– Sí.

– ¿Echas de menos el trabajo?

– No.

– ¿Te olvidas de las diversiones?

– Sí.

– ¿Las echas de menos?

– No.

– ¿Estás en la cama demasiadas horas?

– Sí, hay días que ni me levanto siquiera.

– ¿Te cansas?

– Sí, mucho.

– ¿Deseas algo?

– No, nada, hace ya mucho tiempo que no deseo nada.

– ¿Has perdido interés por el sexo?

– Sí.

– ¿Quieres morirte?

– No, creo que no.

Los últimos legionarios de las fuerzas estacionadas en Ifni han abandonado la plaza a bordo de tetramotores del ejército del Aire tras participar en la ceremonia de arriar la bandera de España e izar la del reino de Marruecos; es doloroso salir con el rabo entre piernas, las liquidaciones de los imperios militares son siempre amargas y también un poco ridículas.

– ¿Alguna de ustedes sabe la relación de los múltiplos de 171 con la población de aves sindáctilas en el hemisferio sur?

– Sí, señorita, todas menos Araceli.

– Bien. Veamos ahora, ¿alguna de ustedes conoce el fundamento sofócleo de la ley de Frienberg o Freyberg o Freyenberg?

– No, señorita, eso viene en letra pequeña y creíamos que no se daba.

Los maestros ínfimos de la Escuela de Albores Gamma-Delta-Pi (Comunidad del Amanecer de Jesucristo) están por debajo de los apóstoles tantras liberados, la organización piramidal es muy rígida y no admite la menor concesión ni a la caridad ni al sentimiento, los estadios del proceso, a saber, claro, preclaro, dianético, cienciólogo y filosófico, deben obedecer las reglas que rigen la estructura de la pirámide, ser inmutables y estar cerrados a cal y canto a toda influencia externa.

– ¿Estás decidido a romper con las cinco cadenas que te atan a las servidumbres del mundo? ¿Sí? Pues repite conmigo mil setecientas veintiocho veces, apúntalo en un papel hasta que lo aprendas: rompo con mi cuerpo mortal y material, rompo con mi familia legal y artificial, rompo con mi tierra natal y natural, renuncio a los nefandos bienes propios causa de todo mal y blasfemo de mi religión anterior en cuyos errores habita la semilla de la incertidumbre que es fuente de la desgracia mortal, haz un esfuerzo porque esta última ruptura es la que cuesta más trabajo, no se puede acceder a la paz si no se colabora con la Providencia, recuerda que la Providencia reside en el corazón de los elegidos.

El exhibicionista de la calle de Archer Milton Huntington era un pobre hombre, en el depósito de cadáveres lo trataron muy desconsideradamente, sin ningún miramiento ni respeto, a los muertos se les debe respeto aunque sean pobres o viciosos o indocumentados, antes nadie se atrevía a faltar al respeto a los muertos; la sociedad se resquebraja cuando los camilleros del depósito se erigen en implacables jueces, los camilleros guardan el bocadillo de la merienda en los nichos refrigerados y matan el tiempo leyendo novelas del Far-West.

A don Pedro Rubiños, procurador de los tribunales, no le gustaba que le apeasen el tratamiento.

– No y mil veces no, el orden es el orden, ya lo decía el general Mola, y los tratamientos existen por algo: no admitirlo sería tanto como dar pábulo a la subversión, ¿de acuerdo?

– Sí, don Pedro, de acuerdo, tiene usted más razón que un santo, tiene usted toda la razón del mundo, por ahí se empieza y después nadie sabe dónde podemos terminar.

Yo no soy más que una mujer que sólo sabe criar desgracia, me duele tener que reconocerlo pero es así, me gustan los machos, todos los machos, también los perros y los burros, los generosos burros, y me espanta la soledad, cada vez llevo peor la soledad, con menos resignación y paciencia, me gustaría poder estrangular la odiosa y atenazadora soledad, por eso hablo sola como los eremitas y los ciclistas que padecen de lombrices, pero cada día que pasa me siento más irremisiblemente sola, es malo confesárselo, ya lo sé, pero sería aún peor ignorarlo. Don Isidoro, el presidente de la Agrupación de Industriales del Polígono de San Pedro de Visma, se reserva el derecho de ir al retrete cuando le da la gana, ¡pues estaría bueno!, hace ya muchos años que renuncié a buscar la paz, si en el mundo pudiera rastrearse un último trasfondo de justicia, ahora sería la paz quien se afanase por buscarme a mí, pero no me hago vanas ilusiones. Eva no está poseída por el demonio, pero Ana María, la viuda del joyero, se pasa la noche abrazada a Julián Santiso; estos minúsculos sucesos podrían tener su oportuna representación geométrica espacial, todo sería acertar a aplicarles la fórmula de Gottfired sobre el azar y el tiempo: la vida es una rara amalgama de azar, destino y carácter, y la muerte no es sino una confusa mezcolanza de casualidades y arbitrios.

– ¿Sería usted capaz de mantener esto que dice ante los tribunales?

– No, de ninguna manera, los jueces no suelen entender las razones ulteriores.

No juguemos jamás a confundir sino a aclarar y simplificar los términos del contrato, todos buscamos una amorosa palabra de apoyo, de acompañamiento y de esperanza.

– ¿Y de caridad?

– Sí, también de caridad, en el fondo todo viene a ser lo mismo.

Yo ni desmiento ni enmiendo la plana a nadie, yo me limito a llorar por la calle y a no mirar jamás de frente ni a los ojos a los desconocidos.

– ¿Prefiere usted la injusticia a la lujuria?

– Antes, cuando era joven, sí, antes me ilusionaba y me enamoraba la injusticia, pero ahora que estoy ya más escarmentada me quedo con la lujuria.

Margarita Romelle, la hija pequeña del agente de aduanas don Manuel, el de la razón social Sucesores de Weneeslao Romelle, S. L., era guapísima y resultaba muy atractiva para los hombres, eso suele ser cosa de los estrógenos, eso es una conducta automática, no volitiva, pero si se le suma belleza, mejor aún; Margarita tenía una melena larga y rubia pero una buena mañana, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se la cortó casi al rape, parecía un quinto, su madre se puso furiosa y la tuvo encerrada un mes sin salir, su madre era de Ginzo de Limia, se llamaba doña Concha y hablaba mucho y con desatino, la voz tampoco la tenía agradable.

– ¿Usted cree que doña Concha hubiera podido demostrar el último teorema de Fermat?

– No creo, mejor dicho: sin duda alguna, no. Doña Concha tampoco había leído la Aritmética de Diofanto, ¡qué ocurrencia!, doña Concha no leía más que las revistas de sociedad y El mensajero del Sagrado Corazón de Jesús.

A Primitivo Parizeau Cordero, es nombre supuesto, hijo del primer matrimonio de mi marido, lo mataron dándole con un remo de trainera en la cabeza, se la partieron en dos, mi marido dijo siempre que ninguno de los cinco hijos de su primer matrimonio tenia la cabeza lo suficientemente dura y culpaba de ello a su primera mujer, Esmeraldina Fragoso Ribarteme, es nombre supuesto.

Las mujeres no contamos de manera sustantiva para la historia, la verdad es que no contamos demasiado, la historia la interpretan y la escriben a tiros y a cañonazos los hombres, a veces también componen sonetos amorosos, y nosotras no representamos más que el papel de comparsas, gesticulamos y accionamos pero no hablamos, en Galicia aún vamos algo mejor con Rosalía de Castro, Concepción Arenal y doña Emilia, pero en el resto de España la mujer pinta poco, el hombre encuentra natural que la mujer se quede al margen de la historia, la costumbre tiene mucha fuerza y la mujer se suele confundir con la costumbre, la mujer es la vagina para dar gusto al hombre, la matriz para concebir hijos y los pechos para darles de mamar, esto es tan obligatorio como frecuente, esta regla general no suele ponerse por nadie en tela de juicio.

– ¿Usted cree en la ley de la gravitación universal?

– No, yo no, ¿y usted?

– Pues yo, sí, perdone que se lo diga.