– ¿Y el niño adelanta?
– Mujer, no mucho porque el pobriño es inocente, pero ya sabe las letras.
La gente se alarmó porque corrió la especie de que a la paloma torcaz del demonio Belcebú Seteventos la había matado un guardia civil borracho, después se supo que no y todo el mundo se fue tranquilizando.
– ¿Y el niño va a hacer la primera comunión?
– De momento no, después ya veremos.
El que nace ciego, como el que nace príncipe, tarda muchos años en enterarse de que lo es, el condenado a muerte tampoco se lo cree del todo hasta que le ponen el corbatín de hierro, siempre piensa que pueden firmarle el indulto en el último instante.
– ¿Llegó el telegrama?
– No, ya sólo te queda cerrar los ojos y tragar saliva, yo procuraré no regodearme.
– Gracias.
Andrés, pescador de Bethsaida sobre el lago de Genesareth, se interesaba tanto por las cuestiones religiosas como por las carpas y los boquerones, esto la aprendí de fray Justo Pérez de Urbel, al final lo clavaron en la cruz y su nombre lo apuntaron en el santoral; pues bien, a mi marido y a mí nos pasó lo mismo, quiero decir que también nos crucificaron, nos van a crucificar, aunque por razones diferentes, de nada vale el mote heráldico de los Velasco de Zárate, a nadie ofendo, de todos me defiendo, cuando las cosas vienen mal dadas; mi marido y yo hemos sufrido mucho en nuestras vidas y no se nos ha hecho justicia, nosotros creemos que no se nos ha hecho la más mínima justicia, la idea va tomando cuerpo en el ánimo de todos y esto me reconforta, nos reconforta a los dos, me gustaría tener el alma serena y bañada en el néctar de la justicia, a Epicuro le pasaba lo mismo y a la postre ganó la batalla de la fama. Entró el buque liberiano Rosa, procedente de Zuguinchor, Senegal, con mil doscientas cincuenta y cuatro toneladas de cacahuete. Ofelita Barcia era amiga de Matty, tenía poco que ver con ella y con su manera de ser y de vivir, pero era amiga de Matty, los amigos no siempre son los cómplices, aunque debieran serlo, cuando don Jacobo se separó de Eva y se trasladó a Vigo, antes se pasó un año entero en La Coruña, un año muy duro y desorientador, conoció a Ofelita Barcia y se la llevó a vivir con él, puede que para probar la convivencia, los caracteres y los acoplamientos se fueron quince o veinte días a las Bahamas. Ofelita era menuda y muy graciosa, con la nariz respingona, las tetas no grandes pero sí descaradas y el culo saltarín y apetitoso, nadie debe creer que soy lesbiana, estoy harta de las apreciaciones aproximadas, Ofelita tenía el pelo castaño oscuro y se pintaba poco, como era de aspecto aniñado quedaba muy bien; Ofelita había heredado de su padre, muerto en accidente de automóvil en el norte de Portugal, se mató en Montedor yendo por la carretera de la costa camino de Viana do Castelo, Ofelita había heredado de su padre una colección de sellos de España muy buena y completa que iba malvendiendo poco a poco, cuando quería comprarse un vestido vendía un par de sellos y en paz, mientras dura, vida y dulzura, y después Dios dirá, Ofelita había vivido más de un año con un conservero de Bouzas al que llamaban Roquiño de Xiabre, que se paseaba a caballo por la avenida de Beiramar, Roquiño era muy tosco y ordinario, muy basto, y a Ofelita tampoco le gustaba demasiado, los domingos se ponía una corbata verde brillante muy aparatosa y llevaba reloj de bolsillo de oro con leontina y una onza colgando, Roquiño de Xiabre se mató en un accidente de moto también en Portugal, poco después de salir de Vilaseca por el camino de Necessidades, chocó de frente contra un camión y murió en el acto, Ofelita corrió con todos los gastos del traslado del cadáver y lo enterró en el cementerio de Pereiro, más allá del campo de fútbol de Balaídos y de la factoría de Citroén Hispania, yo no sé para qué cuento todo esto, a Ofelita le gustaba mucho el pipermín frappé, otros dicen pipermín pilé, y esto a don Jacobo le daba mucha risa.
– Tú eres igual que una puta de pueblo, Ofelita, ¿quieres más pipermín?
El documento Institutio Generalis Missalis dice que con el fin de que los fieles imploren la caridad antes de participar en un solo pan se va a restablecer en la santa misa el rito de la paz cuya forma de significarlo será a través de un saludo que se podrá expresar con un beso, un abrazo 0 simplemente dándose la mano; según fuentes de la Conferencia Episcopal se puede dar por seguro que en España el beso será descartado y que tampoco parece prudente el abrazo, máxime entre personas de distinto sexo siempre acechadas por la lujuria, por lo que se considera más idóneo que se abogue por el apretón de manos.
– Te digo, Ofelita, que si quieres más pipermín.
– No, ya no.
En Yukaribatak, a la sombra de los garrafales venenosos, sólo beben bebidas dulces los misioneros y los enterradores.
– Usted admite que las mujeres puedan beber aguardiente?
– No, sólo licores, las mujeres no deben tomar más que aguardiente alemán en los casos de estreñimiento rebelde, lo contrario sería ir contra la norma.
– Sí, quizá tenga usted razón bastante.
Deben preverse los más mínimos detalles por innecesarios que parezcan, para que la historia pueda fluir con lozanía y comedimiento, Ofelita se porta como todo el mundo, unas veces bien y otras mal, y las simplicisimas torturas del sentimiento no influyen para nada en la marcha de los astros. Escuchad todos y vosotras, las huérfanas de Hacienda, escuchad con mayor atención que nadie, aplicad vuestros cinco sentidos porque tendréis que levantar acta de cuanto veáis: tan pronto como empiece la amarga misa negra de la confusión los sacerdotes deberán segarse las partes, en homenaje a Agrícola, ante el altar mayor y con una gumía de plata guarnecida de esmeraldas y rubíes.
– ¿Como la bandera de Portugal?
– Usted lo ha dicho, como la bandera de Portugal.
Las putas de la calle del Papagayo, las de la calle de Tabares por ahí se les van, tienen mucho temple y resistencia, Marica la Caralluda de Escairón, digo, de Valadouro, Pili la Maña, Trinidad Madriles, Carmela Conacha Brava y Ermitas Pandeiro, cualquiera de ellas, son capaces de capar el borlón de la gorra a un marinero francés aunque no esté borracho; Moncho, Teófilo, Floro y el cura castrense don Severino Fontenla, al que se le iba un poco un ojo, ayudaron en el famoso lance del piano que salió por el balcón, menos mal que no entraba ni salía nadie. Cuando el viento sopla con fuerza, también con ira y con soberbia, contra el rompeolas del Orzán, aquello parece el fin del mundo.
– ¿Cuánto tiempo lleva el hombre buscándole aplicación a la fuerza de las galernas, al ir y venir de las mareas?
– No sé, siglos quizá, a lo mejor desde el incendio de la biblioteca de Alejandría.
Puede haber un misterioso deleite en portarse mal, a veces no es necesario buscar las últimas razones de la conducta y, de otra parte, la sola inteligencia es poca cosa, la inteligencia desnuda es como una nubecilla pasajera, no mucho más. Todas las señoras que van a tomar el té y a recitar poesías de Campoamor a casa de doña Leocadia se habían imaginado alguna vez revolcándose con Javier Perillo en el sofá, en la cama e incluso en el suelo, ¡Jesús, qué ocurrencias!, don Alfonso padece de aerofagia y el aire tampoco se le va a quedar dentro, por algún lado tendrá que salir, esto es algo que las señoras de cierta edad no entienden.
– ¡Parece mentira! ¡Todo un comandante no conteniendo los gases!
Doña Leocadia le da chocolate a la española y galletas de coco a Javier Perillo, conviene tenerlo contento y bien alimentado, los mozos próvidamente alimentados son muy propensos a la gratitud y suelen expresarla regalando deleite a sus benefactoras.
– ¡Qué buena estás, Leocadia, qué cachondo me pones!
– Calla, tonto, que podía ser tu madre.
– Bueno, ¿y qué? ¡Cómo me gustaría tomarme el chocolate en tus tetas, Leocadia! ¡Me pones a cien!