Aquí, en estos rollos de papel de retrete marca El Gaitero Bucólico, voy narrando por regurgitación, también algo pasmada, la crónica de un naufragio en alta mar, a veces Dios prohíbe que se salven los náufragos pero aquí nadie aprende en cabeza ajena: recapitulemos con serenidad y deseemos que nos habite el escarmiento antes que el daño.

– ¿Por qué no le mandaste decir ni una sola misa a tu tía Marianita? No me parece que estuviera demasiado necesitada de sufragios porque era buena y dulce como el bienmesabe de las monjas, pero a Dios conviene recordarle el dolor de las ánimas del purgatorio.

En Madrid, en el estadium Santiago Bernabéu, Atlético de Bilbao 1, Elche 0; el Generalísimo, que asistió al partido acompañado de su distinguida esposa, entregó la Copa de España a Echeberría, capitán del equipo vasco. Ni me siento culpable ni me avergüenzo de que el hombre haya hecho almoneda de su doméstica conciencia, la verdad es que tampoco le servía para mucho, me confieso ante todos ustedes incluso con descaro porque no soy sino una mujer avinagrada, ni tengo ni tuve jamás amor, tampoco lo tendré; ni recibo ni recibí jamás amor, tampoco lo recibiré; ni doy ni di jamás amor, tampoco lo daré, no me da la gana de dar amor a nadie; ni brindo ni brindé jamás amor, tampoco lo brindaré, ¡antes muerta!; ni regalo ni vendo jamás amor, tampoco lo regalaré ni lo venderé aunque me hubiera gustado ser puta, me faltó belleza y resignación; ni incendio ni incendié jamás amor, tampoco lo incendiaré como si quemase muertos en la India, para comer vale todo; las vibraciones de mi energía vital se despeñan por la cuesta abajo de la venenosa mansedumbre, yo no soy más que una mujer casi vieja y con muy mala salud en cuyo corazón habitó siempre el olvido, es doloroso saber que el propio corazón pueda ser un vivero de vermes hediondos, no se debe odiar ni a los niños ni a los perros, la envidia tiene cara de hombre o de mujer, nunca de niño ni de perro, y el resentimiento muerde pero no nutre.

– ¿Y por eso las resentidas somos flacas?

Julito Hermoso, el escribiente del juzgado, por las noches es guarda del depósito de cadáveres, libra a las siete y media de la mañana, le da grasa de caballo al garrote para que no se oxide.

– Acaba de preguntar usted una gran verdad, algo que se responde solo.

A Camilito Méndez Salgueiro, a Julito Hermoso Muiños también, Julito tenía los ojos azules, le llamaban en diminutivo porque valía poco, la verdad es que era muy poquita cosa, Camilito acabó sin un patacón pero leía muy bien francés, Jean Anouilh, Eurydice, cuando se es de buena raza no hace falta creer exageradamente en la felicidad.

– ¿Tiene usted conciencia de que las putas también pertenecen al acervo de la humanidad, la Astorgana, doscientas y la cama, no es la Astorgana, es la Orensana, también hubiera podido ser la Zamorana, la Vallisoletana, la Sevillana, la Guipuzcoana, la Soriana, etc.? La Esperancita, la pupila de Concha, la de la casa de putas de la Malpiqueira, es como una garza, es igual que una garza, se la conoce en la forma de volar sobre el agua. Dígame, ¿tiene usted conciencia de que las putas pertenecen a la especie humana?

– No; yo propendo a negarme a todas las evidentes falsedades.

La señora Pilar Seixón, la milagrera de Donalbai, tenía un concepto muy flexible del orden, todo aquello que puede ser ordenado debe ser ordenado incluso con desorden y despreocupación, el demonio no cabe en las almas aseadas y huye del aire ventilado.

– ¿Usted cree que el demonio es anaerobio?

– Evidentemente, sí, recuerde que no hay virtud sin orden ni vicio con aura barredora.

Los deberes tienen muy escasa relación con la naturaleza y Camilito Méndez Salgueiro tampoco quiere ir contra nadie, el porvenir es siempre confuso y no conviene tentar al destino como si fuera san Antonio en el desierto, las mujeres desnudas ya no son causa de motín, Camilito Méndez Salgueiro se va durmiendo por todas partes, tiene siempre sueño, también tiene miedo aunque no sepa a ciencia cierta a qué, y le duele algo, el estómago, a lo mejor no es el estómago, el corazón, a lo mejor no es el corazón, los oídos, a lo mejor no son los oídos. La sangre triste debe tirarse por la ventana procurando que no llegue al suelo, que se quede en el aire para siempre, la sangre triste no es buena para hacer morcillas porque le corta el sabor a las pasas de Corinto y le merma el color y el aroma al azafrán: el vacío no existe, repugna al sentimiento e incluso al instinto el admitir lo contrario, el Rey no se deleita con el perfume de la violeta más que yo (Shakespeare).

– ¿Y el resto es silencio?

– Sí.

El padre Castrillón, S. J., me dijo que el demonio le meaba el portal a doña Leocadia para envolverla en un halo de lujuria, esto no está muy claro, pero ya no es culpa mía, yo no entiendo las motivaciones de casi nada; Javier Perillo no tomaba té sino chocolate a la española, a los hombres hay que darles chocolate para que se sientan bien, hay productos que agudizan los instintos varoniles, el tabaco holandés, la pimienta negra, el vino con quina y miel, el chocolate, y sustancias que los vuelven romos como la piedra pómez o la goma de borrar lápiz, el tabaco turco, los altramuces, las sopas de pan candeal en vino dulce, la tila.

– ¿Usted no cree que se pueden capar muchachos obligándolos a tocar valses en la pipiritaña?

– Sí, sin duda, son varios los medios que se pueden utilizar, el hombre propende a convertirse en buey a poco que se le faciliten las cosas; para el macho es más cómoda la abdicación que el esclavizador mimo de las gónadas.

A doña Leocadia le gustan los hombres jóvenes y violentos, sí, violentos en la cama, pero muy respetuosos y bien educados, Javier Perillo la trataba de usted delante de la gente, pero en trance amoroso le pegaba con el cinturón y se cagaba en su padre, también le decía puta vieja, anciana golfa y callo lujurioso, Clara llamaba Fifí a Javier Perillo, en el chalet de San Pedro de Nos sucedían las cosas con naturalidad suficiente y los homenajes quedaban muy equilibrados.

– A ti te chuleamos las viejas y esto se va a acabar, ¿tú no tienes vergüenza, no te queda ni siquiera una sombra de vergüenza? Dora y Leocadia son tan putas como yo, pero más cursis, mucho más cursis, y tú eres un muerto de hambre, tú no tienes donde caerte muerto.

– O te callas, anciana de mierda, o te va a dar gusto tu padre.

Matty es nieta de Clara y muy inconstante y caprichosa, en dos generaciones cambia mucho la manera de putear de las mujeres, a lo mejor esto no es cierto, no hay razón ninguna para que las mujeres seamos tan precisas como el reloj y tan monótonas como el calendario, hace cien años los relojes y los calendarios marcaban el tiempo igual que ahora, Matty es capaz de recitar poesías de memoria, muchas poesías, su amiga Shell es muy aficionada a estas solazadoras licencias, los hombres no suelen valorar estos delicadísimos y cautos instintos, Clara también hubiera llamado Fifí al demonio Satán Vilouzás, hay mujeres que se dan mucho arte en mandar a recados a los hombres.

– ¿Y a los demonios?

– Sí, los demonios son todos hombres y además huelen a azufre y echan chispas por todas partes, por los ojos, por la punta del pelo, por el rabo, por el sexo, por todas partes.

De nada me sirve el saber que me reconforta mi propio fracaso, soy una mujer anegada en este humor hediondo que es la vida.

– ¿Estás triste?

– Sí.

– ¿Estás inquieta?

– Sí.

– ¿Temes a tu vida de todos los días?

– Sí.

– ¿Te preocupa tu cuerpo?

– Sí.

– ¿Y tu alma?

– Sí.

– ¿Tienes ganas de llorar?

– Sí.

– ¿Te duele algo?

– Sí.

– ¿Qué es lo que te duele?

– No lo sé.

– ¿Crees que has hecho algo malo?

– Sí, muchas cosas.

– ¿Te das rabia a ti misma?

– Sí.

– ¿Te atacas los nervios a ti misma?