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La sensación de estar acostado creció. Sentí que podía mover los ojos. Podía ver luz detrás de los párpados, pero me aterraba abrirlos. Lo raro es que no oía a nadie de los que imaginaba que me rodeaban. No oía ningún ruido. Por fin, tuve el valor de abrir los ojos. Estaba en mi cama, en mi despacho-apartamento en la esquina de los boulevares de Wilshire y Westwood.

Me puse bastante histérico al encontrarme en la cama. Pero por alguna razón fuera de mi alcance, me tranquilicé casi inmediatamente. Mi histeria pasó a ser una indiferencia corporal, o un estado de satisfacción corporal, semejante a lo experimentado después de una excelente comida. Pero mi mente seguía inquieta. Había sido terriblemente asombroso darme cuenta de que había percibido energía directamente toda mi vida. ¿Cómo era posible que no lo supiera? ¿Qué me había prevenido tener acceso a esa faceta de mi ser? Don Juan había dicho que todo ser humano tiene la potencia de ver energía directamente. Lo que no había dicho es que todo ser humano ya ve energía directamente, pero no lo sabe.

Le presenté esa pregunta a un amigo psiquiatra. No pudo aclarar mi dilema. Pensó que mi reacción era el resultado de la fatiga y de una sobrecarga de estímulos. Me recetó Valium y me dijo que descansara.

No me atreví a contarle a nadie que había despertado en mi casa sin poder rendir cuentas de cómo había llegado allí. Por lo tanto, mi ansia por ver a don Juan estaba más que justificada. Volé a la Ciudad de México tan pronto como pude, alquilé un coche y me fui a donde él vivía.

– Ya has hecho todo esto antes -me dijo riendo don Juan, cuando le conté mi sobresalto-. Sólo hay dos cosas nuevas. Una es que ahora has percibido energía solo. Lo que hiciste es parar el mundo y entonces te diste cuenta que siempre habías visto energía tal como fluye en el universo, como lo hace todo ser humano, sin saberlo deliberadamente. Lo otro, es que viajaste desde tu silencio interno, solo.

»Tú bien sabes, sin que yo te lo diga, que todo es posible si uno toma el silencio interno como punto de partida. Esta vez, tu terror y tu vulnerabilidad hicieron posible que terminaras en tu cama, que en verdad no está muy lejos de UCLA. Si no le dieras rienda suelta a tu sorpresa, te darías cuenta de que lo que hiciste no tiene nada de extraordinario para el guerrero-viajero.

»Pero la cuestión de suma importancia no es saber que siempre has percibido energía directamente o tu viaje desde el silencio interno, sino más bien un asunto doble. Primero, experimentaste algo que los chamanes del México antiguo llamaban la vista clara, o perder la forma humana: al momento cuando la mezquindad humana se desvanece como si hubiera sido una nube de bruma sobre nosotros, una bruma que lentamente se aclara y se dispersa. Pero bajo ninguna circunstancia creas que esto es un hecho ya cumplido. El mundo de los chamanes no es un mundo inmutable como el mundo cotidiano, donde te dicen que una vez alcanzada la meta eres campeón para siempre. En el mundo de los chamanes, llegar a cierta meta quiere decir que simplemente has adquirido las herramientas más eficaces para continuar tu lucha, que, a propósito, nunca termina.

»La segunda parte es que experimentaste la pregunta más enloquecedora para el corazón humano. Lo expresaste tú mismo cuando te preguntaste: ¿Cómo es posible que no supiera que había percibido energía directamente toda mi vida? ¿Qué me había prevenido tener acceso a esa faceta de mi ser?

SOMBRAS DE BARRO

Sentarse en silencio con don Juan era una de las experiencias más agradables que conocía. Estábamos cómodamente sentados en unas sillas tapizadas en la parte posterior de su casa, en las montañas de México central. Era de tarde. Soplaba una brisa placentera. El sol estaba detrás de la casa, a nuestras espaldas. Su luz se desvanecía, creando exquisitas sombras verdes en los grandes árboles del patio. Enormes árboles crecían alrededor de la casa y aun más allá, tapando la vista de la ciudad donde don Juan vivía. Me daba siempre la sensación de estar en una lugar salvaje, un lugar salvaje distinto del árido desierto de Sonora, pero agreste de todos modos.

– Hoy vamos a discutir un tema muy serio de la brujería -dijo don Juan de manera abrupta-, y vamos a comenzar por hablar del cuerpo energético.

Me había descrito el cuerpo energético incontables veces, diciéndome que era un conglomerado de campos de energía que conforman el cuerpo físico cuando es visto como energía que fluye en el universo. Había dicho que era más pequeño, más compacto, y de apariencia más pesada que la esfera luminosa del cuerpo físico.

Don Juan me había explicado que el cuerpo y el cuerpo energético eran dos conglomerados de campos energéticos comprimidos y unidos por una extraña fuerza aglutinante. Había enfatizado una y otra vez que la fuerza que une esos dos grupos de campos energéticos era, según los chamanes del México antiguo, la fuerza más misteriosa en el universo. Él estimaba que era la esencia pura de todo el cosmos, la suma total de todo lo que es.

Había asegurado que el cuerpo físico y el cuerpo energético eran las únicas configuraciones de energía en contrapeso en el reino humano. Por tanto, él no aceptaba ningún otro dualismo. El dualismo entre cuerpo y mente, carne y espíritu, él los consideraba como una mera concatenación de la mente que surgía de ésta sin fundamento energético alguno.

Don Juan había dicho que por medio de la disciplina es posible para cualquiera acercar el cuerpo energético hacia el cuerpo físico. Normalmente, la distancia entre los dos es enorme. Una vez que el cuerpo energético está dentro de cierto radio (que varía para cada uno de nosotros individualmente), cualquiera, por medio de la disciplina, puede tomar de él una réplica exacta del cuerpo físico; es decir, un ser sólido, tridimensional. De allí la idea de los chamanes del otro o del doble. Del mismo modo, a través de los mismos procesos de disciplina, cualquiera puede forjar de su cuerpo físico sólido, tridimensional, una réplica exacta de su propio cuerpo energético, es decir, una carga de energía etérea invisible al ojo humano, tal como lo es toda energía.

Cuando don Juan me dio esta explicación, mi reacción había sido preguntarle si lo que él estaba describiendo era una proposición mítica. Él me había respondido que no hay nada mítico acerca de los chamanes.

Los chamanes eran seres prácticos, y lo que ellos describían era siempre algo muy sobrio y muy realista. De acuerdo a don Juan, la dificultad de entender lo que los chamanes hacían estaba en que ellos procedían desde un sistema cognitivo diferente.

Aquel día, sentados en la parte trasera de su casa en el centro de México, don Juan dijo que el cuerpo energético era de una importancia clave en todo lo que estaba ocurriendo en mi vida. Él veía como un hecho energético el que mi cuerpo energético, en lugar de alejarse de mí (como sucede normalmente), se me acercaba a gran velocidad.

– ¿Qué significa el que se me esté acercando, don Juan? -pregunté.

– Significa que algo te va a sacar la mugre -dijo don Juan sonriendo-. Un grado tremendo de control va a aparecer en tu vida, pero no tu control; el control del cuerpo energético.

– ¿Quiere decir, don Juan, que una fuerza externa va a controlarme? -pregunté.

– Hay montones de fuerzas externas controlándote ahorita mismo -don Juan replicó-. El control al que me refiero es algo que está fuera del dominio del lenguaje. Es tu control pero a la vez no lo es. No puede ser clasificado, pero sí puede ser experimentado. Y, por cierto y por sobre todo, puede ser manipulado. Recuerda: puede ser manipulado, por supuesto, para tu beneficio total, que no es, claro, tu propio beneficio sino el beneficio del cuerpo energético. Sin embargo, el cuerpo energético eres tú, así es que podríamos continuar indefinidamente como perros mordiéndose la propia cola, tratando de explicar esto. El lenguaje es inadecuado. Todas estas experiencias están más allá de la sintaxis.