Sabía que estaba experimentando una visión sofisticada y extraña; y sin embargo esas formas eran tan reales que me sentí verdaderamente asqueado. Tuve la nauseabunda sensación de estar en un nido de gusanos gigantes, grises y parduscos. Aunque el estar flotando encima de ellos me hacia sentir de alguna manera más seguro, descarté esa sensación inmediatamente al darme cuenta de que era estúpido sentirme asqueado, como si mi ensueño fuera una situación de la vida real. Pero luego, al ver cómo se retorcían esas formas con apariencia de gusanos, empece de nuevo a sentirme inquieto ante la idea de que estaban a punto de tocarme.
– Somos la unidad móvil de nuestro mundo -dijo de repente la voz del emisario-. No tengas miedo. Somos energía, y te aseguro que ni se nos ocurre tocarte. De todas maneras sería imposible. Estamos separados por verdaderos linderos.
Después de una larga pausa, la voz añadió:
– Queremos que te unas a nosotros. Baja adonde estamos. Y no tengas asco. Los exploradores no te asquean y yo tampoco. Los exploradores y yo somos exactamente como los otros. Yo tengo forma de campana, y los explotadores tienen forma de llamas de vela.
Esa última aseveración fue un tipo de palabra clave para mi cuerpo energético. Al escucharla, mi asco y mi miedo se esfumaron. Descendí a su nivel, y las bolas, las campanas y las llamas me rodearon. Se me acercaron tanto, que si hubiese tenido cuerpo físico, me hubieran tocado. Pero en vez de eso, pasaron a través de mí y yo pasé a través de ellas como soplos de aire encapsulados, creando una increíble sensación. Aunque no sentía nada con mi cuerpo energético, sentía y registraba el más insólito cosquilleo en alguna otra parte de mí; cosas suaves como esponjas de aire me atravesaban, pero no ahí donde yo estaba. La sensación fue rápida y vaga, y no me dio tiempo de captarla completamente. En lugar de enfocar mi atención de ensueño en ella, me quedé totalmente absorto observando esos enormes gusanos de energía.
En el nivel en el que nos encontrábamos, había un vínculo entre esas entidades y yo: el tamaño. Quizá fue porque me parecían ser del mismo tamaño que mi cuerpo energético que me sentía casi cómodo con ellos. Al examinarlos, llegué a la conclusión de que realmente no me molestaban tanto. Eran entidades impersonales, frías, desapegadas; y eso me gustaba inmensamente. Me pregunté si el hecho de sentir en un momento aversión por ellos y atracción en el siguiente, sería una consecuencia natural del ensueño, o producto de una influencia energética que esas entidades ejercían sobre mí.
– Son muy simpáticos -le dije al emisario, al instante que me sentí abrumado por una profunda oleada de amistad o hasta de afecto por ellos.
Tan pronto como expresé lo que pensaba, las oscuras formas se escabulleron, como si fueran abultados conejillos de Indias, dejándome solo en la semioscuridad.
– Proyectaste demasiado sentimiento y los asustaste -dijo la voz del emisario-. Sentir es algo demasiado difícil para ellos; o para mí. -El emisario se rió, y a mí se me ocurrió que lo hizo con verdadera timidez.
Mi sesión de ensueño terminó ahí. Al despertarme mi primera reacción fue empacar mi maleta para ir a México a ver a don Juan. Pero un acontecimiento inesperado en mi vida personal hizo imposible el viaje, a pesar de mis frenéticas preparaciones. La ansiedad, resultado de ese retraso fue tal, que interrumpió por completo mis prácticas de ensueño. No traté de pararlas voluntaria y conscientemente, sino que el influjo de este ensueño en especial fue tan poderoso que al no poder relatárselo a don Juan, no tuvo ningún sentido para mí el continuar ensoñando.
Después de una interrupción de más de medio año, empecé a sentirme muy desconcertado. No tenía la menor idea de que mis sentimientos detendrían mis prácticas. Me pregunté entonces si mi solo deseo de reanudarlas sería suficiente para restablecerlas. Sí lo fue. Una vez que formulé el pensamiento de volver a ensoñar, mis prácticas continuaron como si nunca hubieran sido interrumpidas. El explorador reasumió su guía, y me condujo directamente a la misma visión de mi última sesión.
– Este es el mundo de las sombras -dijo la voz del emisario, tan pronto como estuve allí-. Pero aun cuando somos sombras, impartimos luz. No somos únicamente móviles, también somos la luz de los túneles. Somos otra clase de seres inorgánicos que existen aquí. Hay tres clases: una es como un túnel inmóvil, la otra es como una sombra con movilidad. Nosotros somos las sombras con movilidad. Los túneles nos dan su energía y nosotros cumplimos sus mandatos.
El emisario paró de hablar. Sentí que estaba esperando que le preguntara acerca de la tercera clase de seres inorgánicos. También sentí que el emisario no me lo diría a menos que lo preguntase.
– ¿Cuál es la tercera clase de seres inorgánicos? -dije.
El emisario tosió y se rió entre dientes. Me pareció como si gozara el hacerme preguntarle.
– Oh, ese es nuestro aspecto más misterioso -dijo-. La tercera clase se les revela a nuestros visitantes sólo cuando escogen quedarse con nosotros.
– ¿Por qué es eso? -pregunté.
– Porque se requiere de mucha energía para verlos -contestó el emisario-. Y nosotros somos los que tendríamos que proveer esa energía.
Sentí que el emisario me decía la verdad. También sentí un horrendo peligro latente; no obstante, estaba yo poseído por una curiosidad sin límites. Quería ver a esa tercera clase.
El emisario pareció darse cuenta de lo que sentía.
– ¿Te gustaría verlos? -preguntó casualmente.
– Seguro que sí -dije.
– Todo lo que tienes que hacer es decir en voz alta que te quieres quedar con nosotros -dijo el emisario con un tono indiferente.
– Pero si digo eso, me tengo que quedar aquí ¿no es cierto? -pregunté.
– Naturalmente -dijo el emisario con suma convicción-. Todo lo que digas en voz alta en este mundo es para siempre.
No pude pasar por alto la idea de que si el emisario hubiese querido tenderme una trampa para que me quedase, todo lo que tenía que hacer era mentirme. Yo no hubiera notado la diferencia.
– No te puedo mentir, porque la mentira no existe -dijo el emisario entremetiéndose en mis pensamientos-. Te puedo hablar acerca de lo que existe. En mi mundo, lo que existe es el intento; detrás de una mentira no hay intento, por lo tanto no tiene existencia.
Quería discutir que aun detrás de las mentiras había intento. Antes de que pudiera decirlo, el emisario me aseguró que había intención detrás de las mentiras, pero que intención no es lo mismo que intento.
Fallé en mantener mi atención de ensueño enfocada en la discusión que el emisario estaba planteando. La enfoqué en los seres sombra. Tenían la apariencia de una manada de extraños animales con aspecto de niños. La voz del emisario me previno que mantuviera mi emoción bajo control, ya que sus repentinos estallidos tenían la capacidad de hacer que los seres sombra se dispersaran, como una bandada de pájaros.
– ¿Qué quieres que haga? -pregunté.
– Baja aquí junto con nosotros, y trata de empujarnos o jalarnos -la voz del emisario dijo con tono de urgencia-. Cuanto más pronto aprendas a hacer esto, más pronto podrás mover cosas en tu mundo con el solo hecho de mirarlas.
Mi mentalidad de comerciante enloqueció con anticipación. Me encontré instantáneamente entre ellos, tratando desesperadamente de empujarlos o jalarlos. En un momento, agoté completamente mi energía, y sólo me quedó la impresión de haber hecho algo equivalente a tratar de levantar una casa con la fuerza de mis dientes.
Otra impresión que me quedó fue que mientras más me esforzaba, mayor era el número de sombras. Era como si vinieran de todos los rincones para observarme, o para alimentarse de mí. En el instante en que se me ocurrió ese pensamiento, las sombras se escabulleron una vez más.
– No nos estamos alimentando de ti -dijo el emisario-. Todos venimos a sentir tu energía; muy similar a lo que tú haces con la luz del sol en un día de frío.