Aquella noche hubo de nuevo lectura y audición, no tenían otra manera de distraerse, lástima que el médico no fuese, por ejemplo, violinista aficionado, qué dulces serenatas podrían oírse entonces en este quinto piso, los vecinos dirían envidiosos, A ésos, o les va bien en la vida o son unos inconscientes que creen huir de su desgracia riéndose de la desgracia de los demás. Ahora no hay más música que la de las palabras, y ésas, sobre todo las que están en los libros, son discretas, aunque la curiosidad trajera a alguien a escuchar tras la puerta de la casa, no oiría más que un murmullo solitario, ese largo hilo de sonido que podrá prolongarse infinitamente, porque los libros del mundo, todos juntos, son como dicen que es el universo, infinitos. Cuando acabó la lectura, avanzada la noche, el viejo de la venda negra dijo, A esto estamos reducidos, a oír leer, Yo no me quejo, podría estar siempre así, dijo la chica de las gafas oscuras, Tampoco me quejo yo, digo que sólo servimos para esto, para oír leer la historia de una humanidad que existió antes que nosotros, aprovechamos la suerte de tener unos ojos lúcidos, los últimos que quedan, si un día estos ojos se apagan, y no quiero ni pensarlo, entonces el hilo que nos une a esa humanidad se romperá, será como si estuviésemos apartándonos los unos de los otros en el espacio, para siempre, tan ciegos ellos como nosotros, Mientras pueda, dijo la chica de las gafas oscuras, mantendré la esperanza, la esperanza de encontrar a mis padres, la esperanza de que aparezca la madre de este niño, Has olvidado la esperanza de todos, Cuál, La esperanza de recuperar la vista, Hay esperanzas que es locura alimentar, Pues os digo que si no fuera por ellas, ya habría desistido de la vida, Dame un ejemplo, Volver a ver, Ése ya lo conocemos, dame otro, No lo doy, Por qué, No te importa, Cómo sabes que no me importa, qué sabes de mí para decidir por tu cuenta lo que a mí me importa o no, No te enfades, no tuve intención de molestarte, Los hombres son todos iguales, piensan que con haber nacido de barriga de mujer, ya lo saben todo de las mujeres, Yo de mujeres sé poco, de ti, nada, y en cuanto al hombre, para mí, tal como van las cosas, ahora soy un viejo, y tuerto además de ciego, No tienes nada más que decir contra ti, Mucho más, no puedes ni imaginar la lista negra de mis autorecriminaciones y cómo crece a medida que los años van pasando, joven soy yo, y ya voy bien servida, Aún no has hecho nada verdaderamente malo, Cómo puedes saberlo si nunca has vivido conmigo, Sí, nunca he vivido contigo, Por qué repites en ese tono mis palabras, Qué tono, Ése, Sólo he dicho que nunca he vivido contigo, El tono, el tono, no finjas que no me entiendes, No insistas, te lo ruego, Insisto, necesito saberlo, Volvamos a las esperanzas, Pues volvamos, El otro ejemplo de esperanza que me negué a dar era ése, Ese, cuál, La última autorecriminación de mi lista, Explícate, por favor, no entiendo de galimatías, El monstruoso deseo de que no recuperemos la vista, Por qué, Para seguir viviendo así, Quieres decir todos juntos, o tú conmigo, No me obligues a responder, Si fueses sólo un hombre podrías esquivar la respuesta, como hacen todos, pero tú mismo acabas de decir que eres un viejo, y un viejo, si haber vivido tanto sirve de algo, no debería volverle la cara a la verdad, responde, Yo contigo, Y por qué quieres vivir conmigo, Esperas que te lo diga delante de todos, Cosas más sucias, más feas, más repugnantes hemos hecho unos ante los otros, seguro que no será peor lo que tienes que decirme, Sea, si lo quieres, porque al hombre que aún soy le gusta la mujer que tú eres, Tanto te ha costado hacer una declaración de amor, A mi edad uno tiene miedo al ridículo, No ha sido ridículo, Olvidemos esto, por favor, No tengo intención de olvidar ni dejarte que olvides, Es un disparate, me has obligado a hablar, y ahora, Y ahora me toca a mí, No digas nada de lo que puedas arrepentirte, recuerda lo de la lista negra, Si yo soy sincera hoy, qué importa que mañana tenga que arrepentirme, Cállate, Tú quieres vivir conmigo, y yo quiero vivir contigo, Estás loca, Viviremos juntos aquí, como un matrimonio, y juntos seguiremos viviendo si tenemos que separarnos de nuestros amigos, dos ciegos pueden ver más que uno, Es una locura, tú no me quieres, Qué es eso de querer, yo nunca quise a nadie, sólo me acosté con hombres, Estás dándome la razón, No. lo estoy, Has hablado de sinceridad, respóndeme sinceramente si es verdad que me quieres, Te quiero lo suficiente como para querer estar contigo, y esto es la primera vez que se lo digo a alguien, Tampoco me lo dirías a mí si me hubieras encontrado antes, un hombre viejo, medio calvo, el pelo que le queda blanco, con una venda en un ojo y una catarata en el otro, No lo diría la mujer que entonces era, lo reconozco, quien lo ha dicho es la mujer que ahora soy, Veremos entonces qué va a decir la mujer que serás mañana, Me pones a prueba, Qué idea, quien soy yo para ponerte a prueba, la vida es quien decide estas cosas, Una la ha decidido ya.

Tuvieron esta conversación cara a cara, los ojos ciegos de uno clavados en los ojos ciegos del otro, los rostros encendidos y vehementes, y cuando, por haberlo dicho uno de ellos y por quererlo los dos, concordaron en que la vida había decidido que vivieran juntos, la chica de las gafas oscuras tendió las manos, simplemente para darlas, no para saber por dónde iba, tocó las manos del viejo de la venda negra, que la atrajo suavemente hacia sí, y se quedaron sentados los dos, juntos, no era la primera vez, claro está, pero ahora habían sido dichas las palabras de recibimiento. Ninguno de los otros hizo comentarios, ninguno dio la enhorabuena, ninguno expresó votos de felicidad eterna, los tiempos, en verdad, no están para festejos e ilusiones, y cuando las decisiones son tan graves como parece haber sido ésta, nada tendría de sorprendente que alguien hubiera pensado que hay que ser ciego para comportarse de este modo, el silencio es el mejor aplauso. Lo que la mujer del médico hizo fue extender en el corredor unos cuantos cojines de sofá, suficientes para improvisar cómodamente una cama, después condujo allí al niño estrábico, y le dijo, A partir de hoy dormirás aquí. En cuanto a lo que ocurrió en la sala, todo indica que en esta primera noche habrá quedado finalmente aclarado el caso de la mano misteriosa que le lavó la espalda al viejo de la venda negra aquella mañana en que corrieron tantas aguas, todas ellas lustrales.

Al día siguiente, acostados aún, la mujer del médico le dijo al marido, Tenemos poca comida en casa, va a ser necesario dar una vuelta por el almacén subterráneo del supermercado, aquel donde estuve el primer día, si hasta ahora no ha dado nadie con él, podremos abastecernos para una o dos semanas, Voy contigo, y decimos a uno o dos de ellos que vengan también, Prefiero que seamos sólo nosotros, es más fácil, no habrá tanto peligro de perdernos, Hasta cuándo aguantarás la carga de seis personas que no se pueden valer, Aguantaré mientras pueda, pero la verdad es que ya me flaquean las fuerzas, a veces me sorprendo deseando ser ciega también para ser igual que los otros, para no tener más obligaciones que los demás, Nos hemos habituado a depender de ti, si nos faltases sería como si una segunda ceguera nos hubiera alcanzado, gracias a los ojos que tienes conseguimos ser un poco menos ciegos, Llegaré hasta donde sea capaz, no puedo prometer más, Un día, cuando comprendamos que nada bueno y útil podemos hacer por el mundo, deberíamos tener el valor de salir simplemente de la vida, como él dijo, Él, quién, El afortunado de ayer, Tengo la seguridad de que hoy no lo diría, no hay nada mejor para cambiar de opinión que una sólida esperanza, Él la tiene ya, ojalá le dure, Hay en tu voz un tono que parece de contrariedad, Contrariedad, por qué, Como si se hubiesen llevado algo que te pertenece, Te refieres a lo que ocurrió con esa chica cuando estábamos en aquel lugar horrible, Sí, Recuerda que fue ella quien vino a buscarme, La memoria te engaña, fuiste tú quien la buscó, Estás segura, No estaba ciega, Pues yo juraría que, Jurarías en falso, Es extraño cómo puede la memoria engañarnos así, En este caso es fácil de comprender, nos pertenece más lo que vino a ofrecerse a nosotros que aquello que tuvimos que conquistar, Ni ella me buscó después, ni yo la busqué más, Queriendo, pueden encontrarse en la memoria, para eso sirve, Tienes celos, No, no tengo celos, ni siquiera los tuve entonces, lo que sentí fue pena, por ella y por ti, y también por mí, porque no podía ayudaros, Cómo estamos de agua, Mal. Después de la menos que frugal refección de la mañana, amenizada por algunas alusiones discretas y sonrientes a los acontecimientos de la noche pasada, convenientemente vigiladas las palabras por el recato debido a la presencia de un menor, vano cuidado éste, si recordamos las escandalosas escenas de que fue testigo presencial en la cuarentena, salieron para el trabajo el médico y su mujer, acompañados esta vez por el perro de las lágrimas, que no quiso quedarse en casa.