Jesús pensó, ponderó, y al fin dijo, Buscaré trabajo en Magdala y viviremos juntos como marido y mujer, Prometes demasiado, ya es bastante que me dejes estar junto a ti.

Trabajo, Jesús no encontró, pero encontró lo que era de esperar, risas, burlas e insultos, realmente, el caso no era para menos, un hombre, poco más que adolescente, viviendo con María de Magdala, aquella tipa, Dejad que pasen unos días y lo veremos sentado a la puerta de la casa esperando que salga el cliente. Dos semanas aguantó las burlas, al cabo de las cuales Jesús le dijo a María, Me voy, Adónde, A la orilla del mar. Partieron de madrugada y los habitantes de Magdala no llegaron a tiempo de aprovechar nada de la casa que ardía.

Pasados unos meses, una lluviosa y fría noche de invierno, un ángel entró en casa de María de Nazaret y fue como si no hubiera entrado nadie, pues la familia se quedó como estaba, sólo María se enteró de la llegada del visitante, tampoco podría haberse hecho la desentendida, dado que el ángel le dirigió directamente la palabra, y fue así, Debes saber, María, que el Señor puso su simiente mezclada con la simiente de José en la madrugada que concebiste por primera vez, y que, por consiguiente y en consecuencia, de ella, de la del Señor, no de la de tu marido, aunque legítimo, fue engendrado tu hijo Jesús. Se asombró mucho María con la noticia, cuya sustancia, felizmente, no se perdió en la confusa alocución del ángel, y preguntó, Entonces Jesús es hijo mío y del Señor, Mujer, qué falta de educación, a ver si tienes más cuidado con las jerarquías, con las precedencias, del Señor y mío tendrías que haber dicho, Del Señor y tuyo, No, del Señor y tuyo, No me confundas la cabeza, respóndeme a lo que te he preguntado, si Jesús es hijo, Hijo, lo que se dice hijo, es sólo del Señor, tú, para el caso, no pasaste de ser una madre portadora, Entonces, el Señor no me eligió, Bueno, el Señor estaba sólo de paso, quien estuviera mirando lo habría notado sólo por el color del cielo, pero se dio cuenta de que tú y José erais gente robusta y saludable y entonces, si todavía reecuerdas cómo estas necesidades se manifestaban, le apeteció, el resultado fue, nueve mese más tarde, Jesús, Y hay certeza, lo que se dice certeza, de que fue realmente la simiente del Señor la que engendró a mi primer hijo, Bueno, la cuestión es delicada, lo que pretendes tú de mí es nada menos que una investigación de paternidad, cuando la verdad es que, en esos connubios mixtos, por muchos análisis, por muchas pruebas, por muchos recuentos de glóbulos que se hagan, la seguridad nunca es absoluta, Pobre de mí, que llegué a imaginar, al oírte, que el Señor me había elegido aquella madrugada para ser su esposa, y, al fin y al cabo, fue todo obra del azar, tanto podrá ser que sí como que no, te digo que mejor sería que no hubieras bajado hasta Nazaret para dejarme con esta duda, por otra parte, si quieres que te hable con franqueza, de un hijo del Señor, hasta teniéndome a mí por madre, notaríamos algo al nacer, y cuando creciera, tendría, del mismo Señor, el porte, la figura y la palabra, pero, aunque se diga que el amor de madre es ciego, mi hijo Jesús no satisface las condiciones, María, tu primer gran error es creer que he venido aquí sólo para hablarte de este antiguo episodio de la vida sexual del Señor, tu segundo gran error es pensar que la belleza y la facundia de los hombres existen a imagen y semejanza del Señor, cuando el sistema del Señor, te lo digo yo que soy de la casa, es ser siempre lo contrario de como los hombres lo imaginan y, aquí entre nosotros, yo creo que el Señor ni sabría vivir de otra manera, la palabra que más veces le sale de la boca no es el sí, sino el no, Siempre he oído decir que el espíritu que niega es el Diablo, No, hija mía, el Diablo es el espíritu que se niega, si en tu corazón no descubres la diferencia, nunca sabrás a quién perteneces, Pertenezco al Señor, Bien, dices que perteneces al Señor y has caído en el tercero y mayor de los errores, que es el de no haber creído en tu hijo, En Jesús, Sí, en Jesús, ninguno de los otros vio a Dios, ni lo verá, Dime, ángel del Señor, es verdad que mi hijo Jesús vio a Dios, Sí, y como un niño que encuentra su primer nido, vino corriendo a mostrártelo, y tú, escéptica, y tú, desconfiada, dijiste que no podía ser verdad, que si nido había, estaba vacío, que si huevos tenía, estaban malogrados, y que si no los tenía, es que se los comió la serpiente, Perdóname, ángel mío, por haber dudado, Ahora no sé si estás hablando conmigo o con tu hijo, Con él, contigo, con los dos, qué puedo hacer para enmendar mi error, Qué es lo que tu corazón de madre te aconseja, Ir a buscarlo, ir a decirle que creo en él, pedirle que me perdone y vuelva a casa, adonde vendrá a llamarlo el Señor, llegada la hora, Francamente, no sé si estás a tiempo, no hay nada más sensible que un adolescente, te arriesgas a oír malas palabras y a que te dé con la puerta en las narices, Si esto ocurre, la culpa la tiene aquel demonio que lo embrujó y lo perdió, no sé cómo el Señor, siendo padre, le consintió tales libertades, tanta rienda suelta, de qué demonios hablas, Del pastor con quien mi hijo anduvo durante cuatro años, gobernando un rebaño que nadie sabe para qué sirve, Ah, el pastor, Lo conoces, Fuimos a la misma escuela, Y el Señor permite que un demonio como él perdure y prospere, Así lo exige el buen orden del mundo, pero la última palabra será siempre la del Señor, lo que pasa es que no sabemos cuándo la dirá, pero cualquier día nos levantamos y vemos que no hay mal en el mundo, y ahora tengo que irme, si tienes alguna pregunta más, aprovecha, Sólo una, Muy bien, Para qué quiere el Señor a mi hijo, Tu hijo es una manera de decir, A los ojos del mundo Jesús es mi hijo, Para qué lo quiere, preguntas, pues, mira, es una buena pregunta, sí señor, lo malo es que no sé responderte, la cuestión, en su estado actual, está toda entre ellos dos, y Jesús no creo que sepa más de lo que a ti te haya dicho, Me dijo que tendrá poder y gloria después de morir, De eso también estoy informado, maravillas que le prometió el Señor, Bueno, bueno, tú, ignorante mujer, crees que esa palabra pueda existir a los ojos del Señor, que pueda tener algún valor y significado lo que presuntuosamente llamáis merecimientos, la verdad es que no sé qué os creéis cuando sois solo míseros esclavos de la voluntad absoluta de Dios, No diré nada más, soy realmente la esclava del Señor, cúmplase en mi según su palabra, dime sólo, después de pasados tantos meses, dónde podré encontrar a mi hijo, Búscalo, que es tu obligación, también él fue en busca de la oveja perdida, Para matarla, Calma, que a ti no te va a matar, pero tú si lo matarás a él no estando presente en la hora de su muerte, Cómo sabes que no voy a morir yo primero, Estoy bastante próximo a los centros de decisión para saberlo, y ahora adiós, hiciste las preguntas que querías, tal vez no hayas hecho alguna que debías, pero eso es ya un asunto en el que no me meto, Explícame, Explícate tú a ti misma. Con la última palabra el ángel desapareció y María abrió los ojos. Todos los hijos estaban durmiendo, los chicos en dos grupos de tres, Tiago, José y Judas, los mayores, en un rincón y en el otro los menores, Simón, Justo y Samuel, y con ella, una a cada lado, como de costumbre, Lisia y Lidia, pero los ojos de María, perturbados aún por los anuncios del ángel, se abrieron de pronto, desorbitados, al ver que Lisia estaba destapada, prácticamente desnuda, la túnica subida por encima de los senos, y dormía profundamente, y suspiraba sonriendo, con el brillo de un leve sudor en la frente y sobre el labio superior, que parecía mordido a besos. Si no tuviera la seguridad de que había estado allí sólo un ángel conversador, las señales que Lisia mostraba harían clamar y gritar que un demonio incubo, de esos que acometen maliciosamente a las mujeres dormidas, anduvo haciendo de las suyas en el desprevenido cuerpo de la doncella mientras la madre se dejaba distraer con la conversación, probablemente fue siempre así y nosotros no lo sabíamos, andan estos ángeles a pares dondequiera que vayan, y mientras uno, para entretener, se pone a contar cuentos chinos, el otro, callado, opera el actus nefandus, manera de decir, que nefando en rigor no es, indicando todo que a la vez siguiente se cambiarán las funciones y las posiciones para que, ni en el soñador ni en lo soñado, se pierda el beneficioso sentido de la dualidad de la carne y el espíritu. María cubrió a la hija como pudo, tirando de la túnica hasta cubrir lo que es impropio tener descubierto, y cuando la tuvo ya decente la despertó y le preguntó en voz baja, por así decir a quemarropa, Qué soñabas.