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Envejecimiento fecundo. El dulce envejecimiento consiste en llevar una vida productiva y sana dentro de la familia, la sociedad y la economía. La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona, cualquiera sea su edad, para mantenerse involucrada en actividades productivas. Una política cultural evolucionada debe alentar la actividad social y política de las personas de edad, reconociendo el valor de su contribución social. La vejez no depende de la suma de una cantidad de años sino de la calidad de vida que hayamos tenido a nivel biopsicosocial como seres integrales que somos. No es la sociedad, ni la herencia, ni el medio ambiente; no son los mitos sobre el envejecimiento ni los estereotipos de la vejez los que marcan por sí solos el estilo de vida que tengamos en esta última etapa. Cada uno de nosotros es responsable de su propio envejecimiento. Hay dos situaciones tristísimas y lamentables: un viejo que se cree joven y un viejo que se cree muerto. En cambio hay una tercera que me parece estupenda: un viejo que sume la segunda parte de su vida con tanto coraje como la primera. Un día a los cuarenta años pensé: en el fondo del espejo me espía la vejez, es incansable, al final me atrapará. Me he debatido contra las etiquetas, pero no he podido evitar que los años me aprisionen. He vivido tendida sobre el provenir y ahora, recapitulando el pasado, diría que el presente me ha sido escamoteado. Elena Jabif. El duelo por la salud perdida. Freud afirma que el deseo de vivir procura imponerse a los deseos de muerte. La enfermedad produce sentimientos de peligro. Al lado del envejecimiento aparece un desamparo impensable, aquel que surge cuando la ilusión de ser inmortal pierde certeza.

Sófocles pinta a Edipo en el final de la tragedia con una vida vagabunda, miserable y ciego, y le dice al lector: Tened piedad del pobre fantasma de Edipo pues ese viejo cuerpo ya no es él.

Elizabeth Kübler-Ross dice que frente a la noticia del diagnóstico firme de una enfermedad grave suceden muchas cosas que ella genialmente tradujo en un inflexible modelo de cinco etapas:

Negación Ira Negociación Depresión Aceptación.

1. Negación: cuando una persona se entera de que sufre una enfermedad su primera reacción es un mecanismo de defensa que ante la evidencia nos hace decir "no, no puede ser, no quiero"; la persona se convence de que ha habido errores en los resultados de laboratorios o radiografías y que cambiando de médico puede obtener otra respuesta. La negación es un mecanismo normal que nos ha acompañado a lo largo de toda nuestra vida en relación al tema de la muerte y hasta se hace necesaria para asumir algunos riesgos. La negación permite una tregua entre la psiquis y la realidad, le otorga el tiempo al individuo para pensar su futuro de manera más distanciada, buscando la adaptación del evento que ha asaltado su realidad abruptamente. Es un verdadero intento de amortiguación del efecto de la noticia.

2. Ira: cuando el enfermo acepta por fin la realidad se rebela contra ella y nace la pregunta ¿por qué yo? La envidia comienza a corroer el alma (que injusto es que me haya tocado a mí) y los deseos de tener la vida de los demás inundan de ira todo su alrededor (nada está bien, nada me conforma)…Todo lo que ve le produce un agudo dolor, recordar su condición lo inunda de odio y rencor. Su autoestima está atropellada por no ser el elegido para permanecer con vida. Los enfermos en esta etapa necesitan expresar su rabia y hasta que no lo hacen no consiguen librarse de ella.

3. Negociación: aparece una tentativa por negociar el tiempo, se intenta hacer un trato con la vida, con Dios, con el diablo…aunque la realidad le indique que para eso es demasiado tarde (el eterno fumador promete no fumar nunca más). Se trata de alguna manera de una conducta regresiva, pidiendo tiempo a cambio de buena conducta. La gran mayoría de estos pactos son secretos y sólo quienes los hacen tienen conciencia de ello.

4. Depresión: cuando se tiene la conciencia de que todos los pasos anteriores fracasan ante el desarrollo de la enfermedad aparece la anticipación catastrófica (muchas veces exagerada) de la decadencia física, de la imposibilidad de trabajar, de los problemas económicos y familiares sumada a la sensación de inutilidad y la fantasía de llegar a constituir una carga innecesaria, todo provoca un estado natural de tristeza. La pena es producto de lo ya perdido, pero también un proceso de preparación ante la propia posibilidad de muerte. En esta etapa, más aun que en otras, es imprescindible para el enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de esconder su dolor.

5. Aceptación: requiere que la persona haya tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La persona ha trabajado con la muerte a través de la ansiedad y la cólera y ha resuelto sus asuntos incompletos. A esta etapa se llega muy débil, cansado y en cierto sentido anestesiado afectivamente. En la etapa anterior ha luchado para capturar primero y desprenderse después del mundo y de las personas, ahora prefiere estar solo, preparándose para su futuro en un proceso de evaluación y balance de su vida que casi siempre adquiere la forma de una experiencia privada y personal. en los casos de enfermedades terminales el paciente que acepta de alguna manera renuncia a lo anterior y comienza su despedida en paz y armonía. En esta etapa no hay ni felicidad, ni dolor, sólo paz. El dolor en todo caso está en quienes rodean al enfermo que también deben adaptarse a que éste sólo desee el silencio para terminar sus días en paz consigo mismo y con el mundo. Si bien no hay evidencia que indique que todas las personas atraviesan estas etapas o que haya un movimiento secuencial de una etapa a otra, es indudable que como recorrido se parece mucho a las cosas que a la mayoría de los pacientes con diagnósticos graves les ha pasado o le está pasando. Este es un modelo flexible fluido que sirve para ayudar al paciente, su familia y sus seres queridos a comprender lo que está sucediendo y darle fortaleza al enfermo. En una enfermedad grave las etapas descriptas por Kübler-Ross se corresponden con los momentos clásicos de la evolución clínica: prediagnóstico, diagnóstico, etapa aguda, cronicidad y resolución (recuperación o muerte) La antepenúltima etapa es con mucho la más importante en este tiempo, tanto por el acortamiento de las anteriores como por la prolongación de la enfermedad misma (por ej.las personas viven por años después de ser diagnosticadas con cáncer y muchas veces mueren por otras causas que nada tiene que ver con aquel diagnóstico).

Algo más sobre los duelos.

Detrás de cada cambio importante hay una pérdida para elaborar, aún detrás de aquellos que implican modificaciones "positivas", por llamarlas de alguna manera. Para decirlo una vez más Cada vez que algo llega, desplaza lo anterior, que de ja de ser. Así como Cada vez que algo se va, deja lugar a lo que sigue. Cambios (pérdidas o desarrollo)de propósitos y futuro. Cambios (agregado o disminución) en el patrimonio personal o el modo de vida.

Cambios en lugar de residencia (de progreso o de involución)

Cambios laborales (incluidos los ascensos y cambios de destino)

Cambios en las relaciones y vínculos (amigos, parientes, casamientos, enamoramientos) Cambios en las posturas ideológicas, religiosas o filosóficas.

Cambios en la salud (deterioro y aun sanación de enfermedades). Todos estos procesos y la infinita nómina que cada uno podría agregar suponen pequeñas o grandes muertes que no debemos subestimar y que implican una despedida y una elaboración.

Cada día que empieza es en realidad la historia de la pérdida de mi día anterior, porque no soy el que era ayer. Yo, Jorge Bucay, no soy el Jorge Bucay que era ayer y sé que mañana no voy a ser el de hoy. Pero si lo pienso así…¡¡¡Me condeno a vivir de.duelo!!! Para muchos autores el dormir y el soñar son en última instancia el espacio humano para vivir estos pequeños duelos cotidianos. Si quiero pensarlo así, me desprendo durante la noche de lo que dejo atrás y me despierto cada día con la ganancia que me dejó el día que pasó y la perspectiva novedosa del día que comienza. Yo puedo pensar en esto o hacerme el distraído. Puedo darme cuenta de que nos soy (y es cierto que no soy) el Jorge Bucay de hace diez años. No lo soy, afortunada y lamentablemente las fotos lo demuestran. ¿Este Jorge es mejor que de antes? ¿Me gusta más o menos? ¿¿Está más maduro o simplemente se pudrió?? Este no es el punto en cuestión. Seguramente hay un cambio. Haber dejado de ser aquel que era es causa y efecto de ser este que soy. Y este que soy es aquel más este, hay una ganancia en el camino. Y es importante registrar qué ganancia es el resultado de aquella pérdida Pero para esto tengo que poder soltar. Aferrado al recuerdo de mantener y sostener aquello que yo era, entonces no va a haber ninguna posibilidad de ganar y quizás ni siquiera de llegar a ser.