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– Veamos qué más podemos encontrar -dijo Jack volviendo a la mesa y reanudando su examen externo. Fue meticuloso, yendo literalmente de la cabeza a los pies. Durante el proceso señaló las pequeñas incisiones alrededor de las heridas de entrada.

– ¿Qué significa eso? -preguntó Lou, que al fin se había acercado lo suficiente.

– Puesto que la zona estaba cubierta por la ropa, me dice que el cañón del arma estaba muy cerca, quizá a solo unos treinta centímetros, pero no tanto como de la mano.

– ¿Es importante?

– Dímelo tú. Plantea la cuestión de si el agresor estaba sentado dentro del coche en el momento de disparar o de si se asomó al interior.

– Vale. ¿Y?

Jack se encogió de hombros.

– Si el agresor estaba sentado dentro del coche, cabría preguntarse si la víctima lo conocía.

Lou asintió.

– Buena deducción.

Durante la autopsia interna de la víctima, Jack se mantuvo a su derecha, y Vinnie, a su izquierda. Lou permaneció en la cabecera y se inclinaba cada vez que Jack señalaba un nuevo hallazgo.

El proceso fue rutinario salvo cuando Jack determinó la trayectoria de los proyectiles. Ambos habían traspasado las costillas, lo cual explicaba para Jack el que no hubiera orificios de salida. Una de las balas había cruzado el arco aórtico y se había alojado en el pulmón izquierdo; la otra había pasado a través del lado derecho del corazón y se había incrustado en el ventrículo izquierdo. Jack extrajo las dos cápsulas con sumo cuidado para no alterar sus marcas externas y las depositó en las bolsitas selladas de los elementos de prueba que Vinnie tenía preparadas.

– Me temo que esto va a ser todo lo que voy a poder darte -dijo Jack entregándoselas a Lou-. Puede que tu gente de Balística pueda echarnos una mano.

– Eso espero -repuso Lou-. No tenemos huellas de la escena del crimen, ni siquiera de la puerta del pasajero, y tampoco en las tarjetas de crédito, salvo las de la víctima. Así pues, el escenario no nos dice nada. Por si fuera poco, el personal de noche no vio a nadie sospechoso rondando por los alrededores.

– Parece que va a ser un caso difícil.

– Tienes razón.

Jack y Lou dejaron a Vinnie limpiando y recogiendo y fueron a quitarse los trajes de protección. De allí pasaron a los vestuarios para cambiar su ropa de trabajo por la de calle.

– Médico una vez, médico para siempre -comentó Jack-; por lo tanto, teniente, espero que no te moleste que te diga que estás criando una buena tripa.

Lou observó su voluminosa cintura.

– Qué pena, ¿no?

– Una pena muy poco sana. No te estás haciendo ningún favor con ese sobrepeso, especialmente no habiendo dejado de fumar.

– ¿A qué te refieres? -replicó Lou en tono falsamente ofendido-. He dejado de fumar cientos de veces. La última fue hace dos días.

– ¿Y cuánto tiempo duró?

– Hasta que no pude evitar pisparle un cigarrillo a mi colega: más o menos una hora. -Se echó a reír-. Lo sé. Doy pena, pero la razón de que vaya arrastrando este peso de más es que, con todos los homicidios que se producen en esta estupenda ciudad, no tengo tiempo para ir al gimnasio. -Se puso la camisa y se la abrochó sobre la abultada barriga.

– Si no cambias de hábitos tendrás que hacer frente a cargos por tu propia muerte.

De pie al lado de Jack, frente al espejo, Lou se pasó por la cabeza el lazo de la corbata porque antes no había deshecho el nudo y se la ciñó al cuello mientras echaba el mentón hacia delante.

– Antes de bajar para reunirme contigo, he estado hablando con Laurie.

– Ah, ¿sí? -preguntó Jack ajustándose la corbata de punto y mirando a Lou en el espejo.

– La encontré muy alterada y compungida por lo vuestro.

– Eso es curioso teniendo en cuenta que está en pleno y apasionado romance con no sé qué tipejo del Manhattan General.

– Se llama Roger.

– Me da igual. La verdad es que no se trata de ningún tipejo, y eso es parte del problema. En realidad parece una especie de Don Perfecto.

– Bueno, puedes estar tranquilo con eso. No me dio en absoluto la impresión de que estuviera loca por ese tipo. Incluso mencionó algo de hablar contigo para arreglar las cosas.

– ¡Ja! -gruñó Jack, incrédulo, y siguió anudándose la corbata.

Sabedor de que estaba poniendo palabras en boca de Laurie, y sintiéndose ligeramente culpable por ello, Lou evitó la mirada de Jack mientras sacaba su americana de la taquilla y se la ponía. Quería pensar que sus maquinaciones eran solo las de un amigo que intentaba ayudar a sus amigos. Acabó de peinarse el corto cabello con los dedos.

La mirada de Jack lo siguió hasta que por fin el detective se la devolvió.

– Me parece difícil creer que quiera hablar para intentar arreglar las cosas conmigo cuando hace un par de semanas, aparte de hablar de los casos en el depósito, no quería darme ni los buenos días. Intenté quedar con ella varias noches seguidas, pero me despachó cada vez diciendo que estaba ocupada porque tenía que ir a un concierto, a un museo, al ballet o a cualquier chorrada de acontecimiento cultural. Quiero decir que tenía la agenda copada y nunca se le ocurrió proponerme una fecha alternativa. -Al igual que Lou, Jack utilizó los dedos para peinar con irritados movimientos el cabello que llevaba cortado al estilo de los césares.

– Quizá deberías intentarlo de nuevo -propuso Lou dándose cuenta de que debía pisar con tacto-. Como le dije a Laurie, estáis hechos el uno para el otro.

– Lo pensaré -contestó Jack-. Últimamente no me siento propenso a hincar la rodilla.

– También mencionó lo intrigada que está por una serie de sospechosas defunciones ocurridas en el Manhattan General. Casi parecía estar convenciéndose a sí misma de que eran casos de homicidio. Me dijo que había hablado contigo del asunto. ¿Tú qué dices? Según sus palabras, opinabas que le estaba echando demasiada imaginación.

– Eso es un poco exagerado. Solo me da la impresión de que se está precipitando con esos cuatro casos.

– Cuatro, no: seis. Esta mañana ha habido dos más.

– ¿Bromeas?

– Eso fue lo que Laurie me dijo, aunque también reconoció que podía estar utilizando su teoría del asesino en serie como una forma de evadirse de los problemas.

– ¿Dijo eso? ¿Empleó concretamente la palabra «evadirse»?

– Palabra de honor.

Jack meneó la cabeza en un gesto de sorpresa.

– Yo diría que es una afirmación razonable teniendo en cuenta que Toxicología ha presentado un informe negativo. También debo añadir que denota gran introspección.

Mientras el sol de marzo hacía su bajo recorrido diurno por el cielo, uno de sus rayos, que se había abierto paso repentinamente entre la veloz capa de nubes, penetró a través de los ventanales de la cafetería del Manhattan General. Fue como un rayo láser, y Laurie tuvo que protegerse de la súbita claridad con la mano. Sue Passero, que estaba sentada delante de ella de espaldas a la ventana, se convirtió en una simple silueta por el resplandor.

Haciendo pantalla con la mano, Laurie miró la bandeja de comida que tenía delante. Aunque la selección que había hecho le había parecido apetitosa, una vez en la mesa se daba cuenta de que no tenía hambre, y eso no era normal en ella. Lo atribuyó a la tensión de la inminente entrevista con la asistente social y a las noticias que inevitablemente iba a recibir. En cierto sentido, se sentía humillada por verse obligada a entrevistarse con una especialista en trastornos emocionales.

Cuando había llegado al hospital, cuarenta minutos antes, había ido primero a la oficina de Roger, pero no lo encontró. Una de las secretarias le dijo que estaba encerrado en una reunión con el presidente. A continuación, Laurie fue a buscar a Sue, que se mostró encantada de unirse a ella para almorzar.

– Recibir la llamada de una de las asistentes sociales del laboratorio de Genética no significa que tus pruebas hayan dado positivo -le dijo su amiga.