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De nuevo, los acontecimientos no se desarrollaron como Jack había deseado. David Hancock había salido a comer, aunque debía estar de vuelta en cualquier momento. Por unos instantes, Jack creyó que debía tratarse de algún tipo de broma porque era plena madrugada; pero entonces cayó en la cuenta de que la gente que trabajaba en los turnos de noche vivía en un mundo con el horario cambiado y que para ellos la comida de medianoche equivalía al almuerzo, dijera lo que dijese el reloj.

Estuvo paseando arriba y abajo por el laboratorio hasta que Hancock reapareció. Era un tipo menudo, de orígenes raciales indefinidos. A modo de compensación por su generosa calvicie, llevaba un canoso bigote y perilla que le daban un aire mefistofélico. Hancock escuchó a Jack sin hacer comentarios antes de coger el post-it que este le tendía. Luego, lo estudió mientras sorbía ruidosamente entre dientes.

– ¿Está usted seguro de que esto es una prueba de laboratorio? -preguntó mirando a Jack.

Las esperanzas de este de conseguir una respuesta cayeron en picado.

– Razonablemente seguro -contestó tendiendo la mano para recuperar la nota.

Hancock la apartó fuera del alcance de Jack mientras seguía mirándola.

– ¿Qué le hizo pensar que se trataba de una prueba de laboratorio?

– Formaba parte de la orden preoperatoria de varios pacientes -contestó Jack mirando por encima del hombro hacia la puerta.

– Pues no sería de este hospital.

– No -convino Jack moviéndose nerviosamente intentando decidir si debía coger el post-it y marcharse sin más-. Se trataba de órdenes del St. Francis y del Manhattan General.

– ¡Vaya! -exclamó despectivamente Hancock-. Dos centros de AmeriCare.

Pillado desprevenido por el comentario del supervisor, Jack se acercó para estudiar mejor su expresión.

– No sé si detecto cierto juicio de valor en su tono…

– Será mejor que lo crea. Tengo una hermana en Staten Island que trabaja para la ciudad y padece ciertos problemas de salud, pero los de AmeriCare han estado mareando la perdiz. Con esa gente todo son negocios. Lo último que les interesa es ocuparse realmente de los pacientes.

– Yo también he tenido mis diferencias con ellos -reconoció Jack-. Mire, quizá un día podamos compartir nuestras batallitas, pero en este momento lo que me interesa saber es qué clase de análisis es este MFUPN.

– Bueno, debo reconocer que no lo sé con absoluta seguridad -dijo Hancock-, pero yo diría que se trata de un análisis médico-genético.

Jack quedó desconcertado. Apenas media hora antes, Shirley Mayrand había hecho que se sintiera viejo; y en esos momentos temía que Hancock fuera a hacer lo mismo en términos de conocimiento. Jack estaba familiarizado con la ciencia genética, pero sus conocimientos se limitaban a los marcadores de identidad que se utilizaban en la medicina forense, y estaba al tanto de que ese nuevo campo, espoleado por el completo desciframiento del genoma humano, avanzaba a pasos agigantados.

– Yo diría que «MF» significa «microformación», que es una tecnología de alto rendimiento utilizada generalmente para expresar genes.

– ¿Y lo es ahora? -preguntó Jack inocentemente. Se sentía sobrepasado y avergonzado de reconocerlo, aunque lo que Hancock decía estaba relacionado con lo que Wo acababa de comentarle sobre el «MEF2A» del otro post-it.

– Parece usted algo perplejo, doctor -dijo Hancock-. Sabe lo que es una microformación, ¿verdad?

– Bueno, no exactamente -reconoció Jack.

– Entonces, deje que se lo explique. Las microformaciones son como una retícula, un tablero de damas formado por diminutos puntos compuestos por una variedad de secuencias conocidas de ADN que normalmente se aplica en la superficie del portaobjetos de un microscopio. Estoy hablando de muchos puntos, de miles de puntos, de tal modo que pueden dar información sobre la expresión de miles de genes en un momento dado.

– Ah, ¿sí? -dijo Jack, que de inmediato lo lamentó al comprender que estaba quedando como un tonto.

– De todas maneras, no creo que el análisis por el que me pregunta sea una prueba de expresión genética.

– Ah, ¿no? -preguntó tímidamente Jack.

– No. No lo creo. Mi opinión es que «UPN» significa «único polimorfismo nucleótido», y estoy seguro de que usted sabe que eso es una mutación concreta en el genoma humano. Como usted sabrá también, se han localizado con absoluta exactitud miles de UPN en el genoma humano que pueden ser relacionados con genes concretos que han sufrido una mutación y que se transmiten de generación en generación. Esos UPN que están así relacionados se llaman «marcadores», y son los marcadores que señalan los genes mutados o imperfectos.

Fue como si a Jack se le encendiera la proverbial bombilla en la mente. No había entendido todo lo que Hancock le había explicado, pero no importaba. Con dedos temblorosos se apresuró a sacar la hoja del historial del Sobczyk, y, al hacerlo, sacó el otro arrugado post-it. Se lo mostró también a Hancock.

– ¿Podría ser esto el resultado de un MFUNP?

El supervisor cogió la segunda nota y se rascó la calva.

– «Eme E Efe Dos A» -leyó en voz alta-. ¿Que si me suena? GUM… -Apartó la vista del papel mientras se daba unos golpecitos en la calva con los nudillos. Luego, volvió a mirarlo-. ¡Sí! ¡Lo recuerdo! Si no estoy equivocado, se trata de un gen asociado con las arterias coronarias. No sé exactamente en qué sentido está relacionado, pero creo recordar que si alguien presenta esta forma mutada de gen, tiene altas probabilidades de sufrir algún tipo de enfermedad coronaria. Por lo tanto, para responder su pregunta, «MEF2A positivo» podría ser el resultado de una prueba de MFUNP y significar que esa persona tiene el marcador de la variante mutada del gen MEF2A.

Jack agarró la mano de Hancock y se la estrechó calurosa y sinceramente.

– Mire, será mejor que nos reunamos otro día para charlar; pero no sabe lo agradecido que le estoy. ¡Muchas gracias! Creo que acaba de resolver usted un misterio.

– ¿Qué clase de misterio? -preguntó Hancock, pero Jack ya corría camino de la puerta.

Habiendo entrado en el laboratorio a través de Urgencias, Jack recorrió el mismo camino para salir. Supuso que habría otra salida más conveniente, pero no quiso perder tiempo preguntando. La «investigación de los post-it», tal como él la llamaba, había tenido mucho más éxito del esperado. En esos momentos creía tener tanto un posible móvil como -aunque indemostrable- un método para las muertes que Laurie tan clarividentemente había documentado. Lo único que le faltaba era averiguar de dónde había sacado Laurie los MEF2A y comprobar si los demás pacientes presentaban el mismo marcador.

Cruzó a toda prisa las puertas batientes que separaban Urgencias de la sala de espera y estuvo a punto de chocar con un hombre en una silla de ruedas al que llevaban a tratamiento. El hombre jadeaba, y sus jadeos se intensificaron con el susto. Disculpándose y deseándole una pronta recuperación, Jack cruzó corriendo la sala de espera y salió a la noche. Volvía a llover, pero no le importó. Si sus conjeturas eran ciertas, AmeriCare era todavía más amoral y venal de lo que había imaginado. Se alegró de que Laurie estuviera en la UCPA y no en cualquiera de las plantas destinadas a los pacientes.

Al llegar a la Primera Avenida, giró hacia el sur. Parpadeaba mientras caminaba bajo la lluvia, y notaba las gotas corriéndole por el rostro. Tenía una idea bastante clara de dónde había sacado Laurie el «MEF2A positivo». Tenía que encontrarlo si quería presentarlo como argumento irrebatible, de modo que decidió concederse quince minutos para buscarlo en el despacho de Laurie. Si al cabo de ese tiempo no tenía éxito, volvería al Manhattan General. Si aquella valquiria no lo dejaba entrar en la UCPA, se conformaría con acampar ante su puerta.