Изменить стиль страницы

– ¿Qué?

– Que empezó a llamar a golpes a…

– Sí, ya te he oído. ¿Quieres decir que vive?

– Perdona. Estoy cansado y no me expreso con mucha claridad. Anita Kaspersson entró en Seglora dando tumbos a las 3.10 de la madrugada, empezó a darle patadas a la puerta de un chalet y asustó a una familia con niños que se hallaba durmiendo. Iba descalza, estaba completamente congelada y llevaba las manos atadas a la espalda. Ahora mismo se encuentra ingresada en el hospital de Borås. Su marido está allí con ella.

– ¡Joder! Todos habíamos dado por descontado que no la encontrarían con vida.

– A veces la vida te da sorpresas.

– Muy gratas.

– Bueno, ahora vienen las malas noticias. La jefa adjunta de la policía, Spångberg, lleva aquí desde las cinco de la mañana. Ha ordenado que te despiertes inmediatamente y que vayas a Borås para interrogar a Kaspersson.

Como era sábado por la mañana, Mikael supuso que la redacción de Millennium se encontraría vacía. Llamó a Christer Malm cuando el X2000 pasó el puente de Årsta para preguntarle a qué se debía su SMS.

– ¿Has desayunado? -quiso saber Christer Malm.

– Uno de esos desayunos de tren.

– Vale. Pásate por casa y te prepararé algo más consistente.

– ¿De qué se trata?

– Te lo contaré cuando vengas.

Mikael cogió el metro hasta Medborgarplatsen y caminó hasta Allhelgonagatan. Fue el novio de Christer, Arnold Magnusson, quien le abrió la puerta. Por mucho que lo intentara, Mikael no podía librarse de la sensación de que se encontraba frente a un cartel publicitario: Arnold Magnusson había estado en el Real Teatro Dramático y era uno de los actores más solicitados de Suecia. Siempre le resultaba raro verlo en carne y hueso. Mikael no solía dejarse impresionar por gente famosa, pero Arnold Magnusson tenía un aspecto tan característico y estaba tan vinculado a ciertos papeles del cine y de la televisión -en particular el del colérico pero justo comisario Gunnar Frisk de una serie televisiva muy popular- que Mikael siempre esperaba que Arnold se comportara como el poli de la tele.

– Hola, Micke -saludó Arnold.

– Hola -respondió Mikael.

– En la cocina -dijo Arnold, dejándolo entrar.

Christer Malm sirvió café y gofres recién hechos con confitura de moras boreales.

Se le hizo la boca agua incluso antes de que le diera tiempo a sentarse y se abalanzó sobre el plato. Christer Malm le preguntó por lo acontecido en Gosseberga. Mikael resumió los detalles. Hasta que no se comió el tercer gofre no se le ocurrió preguntar qué sucedía.

– Ha surgido un pequeño problema en Millennium mientras tú estabas en Gotemburgo -dijo Christer.

Mikael arqueó las cejas.

– ¿Qué pasa?

– Nada serio. Erika Berger ha sido nombrada redactora jefa del Svenska Morgon-Posten. Ayer fue su último día en Millennium.

Mikael se quedó paralizado, con un gofre a medio camino entre el plato y la boca. Tardó varios segundos en comprender y asimilar por completo la importancia del mensaje.

– ¿Y por qué no nos lo ha dicho? -preguntó finalmente.

– Porque primero te lo quería contar a ti, pero como hace unas cuantas semanas que andas corriendo de un lado para otro no ha visto el momento. Sin duda habrá pensado que ya tenías bastante con la historia de Salander. Y como quería comunicártelo a ti en primer lugar, no nos ha dicho nada a los demás y los días han ido pasando… En fin… De buenas a primeras se ha visto metida en una situación que le ha provocado un cargo de conciencia de la hostia y se ha sentido fatal. Y nosotros sin enterarnos…

Mikael cerró los ojos.

– ¡Mierda! -dijo.

– Ya… El caso es que tú has sido el último en saberlo. Yo quería ponerte al corriente para que entendieras lo que ha pasado y no pensaras que hemos actuado a tus espaldas.

– No, tranquilo; ¿cómo voy a pensar eso? ¡Dios mío! Me alegro un montón por ella si quiere trabajar para el SMP… pero ¿qué coño vamos a hacer ahora en la redacción?

– A partir del próximo número, Malin será la redactora jefe en funciones.

– ¿Malin?

– A no ser que quieras tú el puesto…

– ¡Joder, no! En absoluto.

– Ya me lo imaginaba. De modo que Malin será la redactora jefe.

– ¿Y quién ocupará su lugar?

– Henry Cortez será el nuevo secretario de redacción. Lleva cuatro años con nosotros y ya no es precisamente un becario inexperto.

Mikael meditó las propuestas.

– ¿Tengo algo que decir al respecto? -preguntó.

– No -contestó Christer Malm.

Mikael soltó una seca carcajada.

– Vale. Que sea como vosotros habéis decidido. Malin es dura, aunque insegura. Henry es demasiado impulsivo. Habrá que vigilarlos.

– Eso es, los vigilaremos.

Mikael se quedó en silencio. Pensó en lo tremendamente vacía que se quedaría la redacción sin Erika y en lo que pasaría con la revista en el futuro.

– Tengo que llamar a Erika y…

– No, no la llames.

– ¿Por qué?

– Porque esta noche la pasa en la redacción. Mejor vas y la despiertas.

Mikael encontró a una Erika Berger profundamente dormida en el sofá cama de su despacho. Había pasado la noche vaciando las estanterías y recogiendo de su mesa sus pertenencias y los papeles que quería guardar. Llenó cinco cajas. Antes de entrar, Mikael la contempló un largo rato desde la puerta. Se sentó en el borde de la cama y la despertó.

– Ya que has decidido quedarte por aquí, ¿por qué diablos no te vas a dormir a mi casa? -le preguntó.

– Hola, Mikael -dijo ella.

– Christer me lo ha contado.

Ella empezó a decir algo cuando él se inclinó y la besó en la mejilla.

– ¿Estás enfadado?

– Mucho -contestó él secamente.

– Perdóname. Es que no podía decir que no. Pero me siento fatal; es como si os dejara con la mierda hasta el cuello en el peor momento.

– No creo que yo sea la persona más adecuada para criticarte por abandonar el barco. Hace dos años yo también me marché de aquí y te dejé sola con toda la mierda, en una situación considerablemente más complicada que la de ahora.

– Son cosas distintas: tú te tomaste un descanso; yo me voy para siempre y te lo he ocultado. Lo siento muchísimo.

Mikael permaneció callado un instante. Luego le mostró una pálida sonrisa.

– Cuando llega la hora, llega la hora. A woman's gotta do what a woman's gotta do and all that crap *.

Erika sonrió. Eran las mismas palabras que ella le soltó cuando él se fue a Hedeby. Mikael extendió la mano y le alborotó el pelo amistosamente.

– Entiendo que quieras dejar esta casa de locos, pero que quieras ocupar un puesto de jefa en el periódico más soso, carca y machista de toda Suecia me llevará algún tiempo asimilarlo.

– Hay bastantes chicas que trabajan allí.

– Bah. Échale un vistazo a la página de Opinión. De los tiempos de Maricastaña. Hay que ser masoca… ¿Vamos a tomar un café?

Erika se incorporó.

– Me tienes que contar lo que pasó anoche en Gotemburgo.

– Estoy escribiéndolo -dijo Mikael-. Pero se va a armar una auténtica guerra cuando lo publiquemos.

– Cuando lo publiquemos no, cuando lo publiquéis.

– Ya lo sé. Lo sacaremos cuando empiece el juicio. Supongo que no te llevarás la historia al SMP. La verdad es que quiero que escribas algo sobre la historia de Zalachenko antes de que dejes Millennium.

– Micke, yo…

– Tu último editorial. Puedes escribirlo cuando te dé la gana. Pero lo más probable es que no se publique antes del juicio, sea cuando sea…

– No sé si es una buena idea. ¿De qué debe tratar?

– De la moral -contestó Mikael Blomkvist-. Y del hecho de que uno de nuestros colaboradores haya sido asesinado porque hace quince años el Estado no hizo su trabajo.

вернуться

* «Una mujer tiene que hacer lo que una mujer tiene que hacer y todas esas estupideces» (N. de D)