Изменить стиль страницы

– ¿Lo viste con tus propios ojos? -le preguntó Whitey.

Negó con la cabeza y contestó:

– Katie me lo contó. Se lo encontró en una fiesta hará un mes o unas seis semanas. La convenció para que saliera al vestíbulo a hablar con él, pero el piso se encontraba en la tercera planta, ¿entiende lo que le quiero decir?- Eve se secó el rostro con la palma de la mano, aunque daba la impresión de que, por el momento, ya no iba a llorar más-. Katie me contó que no hacía más que repetir a Bobby que lo suyo ya había terminado, pero Bobby no quería hablar de eso y, al final, se enfadó tanto que la cogió por los hombros y la levantó sobre la barandilla. La sostuvo un buen rato así, por encima de la escalera. ¡A tres pisos de altura, el psicótico! Y le dijo que si no seguía saliendo con él, la haría pedazos. Y que ella sería su chica hasta que a él le diera la gana, y que si no lo aceptaba la dejaría caer en aquel preciso instante.

– ¡Santo cielo! -exclamó Drew Pigeon, después de unos momenlos de silencio-. ¿ Conocéis realmente a gente así?

– Bien, Eve -dijo Whitey-, ¿qué le dijo Roman cuando la vio en el bar el sábado por la noche?

Eve no dijo nada durante un rato.

– ¿Por qué no nos lo cuentas, Diane? -sugirió Whitey.

Diane, que parecía necesitar un trago, respondió:

– Se lo hemos contado a Val. Ya debería ser suficiente.

– ¿A Val? -preguntó Whitey-. ¿A Val Savage?

– Esta misma tarde ha venido a vernos -apuntó Diane.

– ¿Le habéis contado lo que os dijo Roman y no nos lo queréis contar a nosotros?

– Él es de la familia -contestó Diane; después cruzó los brazos sobre el pecho y les dedicó su mejor mirada de «que os jodan, polis».

– Ya se lo contaré yo -declaró Eve-. ¡Santo Dios! Le dijo que no le había hecho ninguna gracia enterarse de que estábamos borrachas y haciendo el tonto por ahí, y que con toda probabilidad, a Bobby tampoco le gustaría nada, y que lo mejor que podíamos hacer era volver a casa.

– Así pues, os marchasteis.

– ¿Ha hablado con Roman alguna vez? -le preguntó-. Tiene una forma de decir las cosas que parece que te esté amenazando.

– ¿Eso es todo?- preguntó Whitey-. ¿No visteis que os siguiera hasta fuera del bar o algo así?

Negó con la cabeza.

Miraron a Diane.

Diane se encogió de hombros y contestó:

– La verdad es que estábamos bastante borrachas.

– ¿Volvisteis a verlo esa misma noche? ¿Alguna de las dos?

– Katie nos trajo hasta aquí con su coche -respondió Eve-. Nos dejó delante de la puerta. Fue la última vez que la vimos -tartamudeó un poco y apretó el rostro como si fuera un puño, al tiempo que volvía a inclinar la cabeza hacia atrás, miraba hacia arriba e inspiraba aire.

– ¿Con quién tenía intención de marcharse a Las Vegas? -le preguntó Sean- ¿Con Bobby?

Eve se quedó mirando el techo durante un buen rato; la respiración se le había vuelto líquida.

– Con Bobby, no -respondió al cabo de un rato.

– ¿Con quién, Eve? -insistió Sean-. ¿Con quién pensaba marcharse a Las Vegas?

– Con Brendan.

– ¿Con Brendan Harris? -preguntó Whitey.

– Sí -confirmó ella-. Con Brendan Harris.

Whitey y Sean se miraron uno al otro.

– ¿Con el hijo de Ray? -preguntó Drew Pigeon-. ¿Ese que tiene un hermano mudo?

Eve asintió con la cabeza y Drew se volvió hacia Sean y Whitey.

– Es un chico majo. Inofensivo.

Sean hizo un gesto de asentimiento y espetó:

– Sí, claro. Inofensivo.

– ¿Tienes su dirección? -preguntó Whitey.

Cuando llegaron a casa de Brendan Harris, no había nadie; por lo tanto, Sean pidió ayuda y ordenó a dos policías que vigilaran la casa y que les avisaran cuando regresaran los Harris.

A continuación, se dirigieron a casa de la señorita Prior, y tuvieron que quedarse allí tomando té, comiendo pasteles de café pasados y mirando Touched by an Angel con el volumen tan alto que a Sean aún le retumbaba DelIa Reese en la cabeza una hora después de que gritara «Amén» y hablara de la redención.

La señorita Prior les contó que la noche anterior se había asomado por la ventana a eso de la una y media de la madrugada, y que había visto a dos niños jugando en la calle, niños pequeños, en la calle a aquellas horas, lanzándose latas uno al otro, haciendo esgrima con palos de hockey y diciendo palabrotas. Había pensado en decirles aIgo, pero las mujeres mayores debían andarse con cuidado. En los tiempos que corrían los niños estaban locos, disparaban en las escuelas, llevaban aquella ropa ancha y no paraban de decir tacos. Además, aI cabo de un rato los niños empezaron a perseguirse uno al otro calle abajo y, por lo tanto, ya había dejado de ser problema suyo; sin embargo, la forma en la que se comportaban los chicos actualmente…¿Era ésa la forma correcta de vivir?

– El agente Medeiros nos ha contado que oyó un coche a eso de las dos menos cuarto -dijo Whitey.

La señorita Prior miró cómo Della explicaba los caminos del Señor a Roma Downey; ésta tenía una pose solemne, los ojos vidriosos y parecía estar imbuida de Jesús. La señorita Prior hizo varios gestos de asentimiento al televisor para luego darse la vuelta y mirar a Sean y a Whitey de nuevo.

– Oí cómo un coche chocaba contra algo.

– ¿Contra qué?

– ¡Hoy en día la gente conduce como loca! Es una bendición que yo ya no tenga el carné, pues me daría miedo conducir por esas calles. Todo el mundo parece haberse vuelto loco.

– Sí, señora -dijo Sean-. ¿Por el ruido le pareció que era un coche chocando contra otro coche?

– ¡Ah, no!

– ¿Cómo si hubiera atropellado a una persona? -preguntó Whitey.

– ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo voy a saber yo qué ruido iba a hacer eso? Además, no tengo ningún interés en saberIo.

– Entonces no fue un ruido muy estridente – apuntó Whitey.

– ¿Cómo dice, querido?

Whitey se lo repitió, inclinándose hacia delante.

– No- respondió la señorita Prior-. Más bien fue como si un coche chocara contra una roca o un bordillo. El coche se quedó allí parado y alguien dijo: «Hola».

– ¿Alguien dijo «hola»?

– Hola -repitió la señorita Prior. Miró a Sean e hizo un gesto de asentimiento-. Y entonces, parte del coche se rompió.

Sean y Whitey se quedaron mirando el uno al otro.

– ¿Se rompió? -exclamó Whitey.

A la señorita Prior, inclinando su cabeza pequeña y azulada, se le ocurrió decir:

– Cuando mi Leo estaba vivo, se le rompió el eje del Plymouth. ¡Hizo tanto ruido! ¡Crac! -se le iluminó la mirada-. ¡Crad ¡Crac!

– Y eso es lo que oyó después de que alguien dijera: «Hola».

Asintió y respondió:

– Hola y crac.

– Y, cuando miró por la ventana, ¿qué vio?

– ¡Ah, no, no! -exclamó la señorita Prior-. No me asomé a la ventana. Entonces ya me había puesto la bata. Ya me había ido a dormir. Nunca me asomaría por la ventana con la bata puesta. La gente podría verme.

– Sin embargo, quince minutos antes…

– Joven, quince minutos antes no llevaba la bata. Acababa de ver una película en la televisión, una película estupenda en la que salía Glenn Ford. Ojalá me acordara del nombre.

– Entonces apagó el televisor…

– Vi a esos niños sin madre en la calle, me fui al piso de arriba, me puse la bata, y a partir de entonces, joven, ya no volví a descorrer las cortinas.

– La voz que dijo «hola» -insistió Whitey-, ¿era de hombre o de mujer?

– Creo que de mujer -contestó la señorita Prior-. Era una voz aguda, a diferencia de la de ustedes dos -expresó con entusiasmo-. Los dos tienen unas voces bien masculinas. Sus madres deben de estar bien orgullosas.

– ¡Oh, sí, señora! ¡No se lo puede ni imaginar! -exclamó Whitey.

Mientras salían de la casa, Sean repitió:

– ¡Crac!

– Whitey sonrió y añadió:

вернуться

[8] Serie televisiva norteamericana producida conjuntamente por la CBS y Moon Water Productions. La actriz Della Reese interpreta al personaje Tess, un ángel bueno que intenta llevar a la gente por el buen camino. (N. de la T.)