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Dios, era tan estúpido.

Cerró los ojos y recordó como se apoyó contra la pared de la ducha mientras ella le tendía la mano sobre su pecho desnudo. Sus dedos eran largos y elegantes, sin brillo en las uñas. Su toque había sido ligero, sospechaba. Ligero y tibio.

Deberían haberse mantenido juntos. Si la tenía, podría tener el conocimiento solo una vez de cómo un hombre libre tenía ganas de tener la mano suave de una mujer sobre su piel. Cuando era un esclavo lo habían tocado demasiado a menudo y siempre contra su voluntad, pero libre…

Y esto no lo había cualquier mano. Habría sido la de Bella.

Su palma había aterrizado sobre su pecho, entre sus pectorales y tal vez ella lo habría acariciado un poquito. Le podría haber gustado esto, si ella hubiera ido despacio. Sí, cuanto más lo pensaba más podría tal vez gustarle…

Ah, ¿qué diablos estaba pensando? La capacidad de tolerar la intimidad de cualquier clase había sido violada hacía años. Y de todas formas, no tenía ningún negocio para entretenidas fantasías de una mujer como Bella. No era digno ni de las enfadadas putas humanas de las que se obliga a alimentarse.

Zsadist abrió los ojos y se dejó de sandeces. La cosa más amble que podía hacer por Bella, el mejor modo de compensarla, era el de estar seguro de que nunca lo volvía a ver, incluso sin querer.

Aunque él la viera. Cada noche visitaría su casa y se aseguraría de que estaba bien. Era un tiempo peligroso para los civiles y ella tenía que ser cuidada. Él se quedaría entre las sombras mientras lo hacía.

Pensar en protegerla lo aliviaba.

No podía confiar en sí mismo para estar con ella. Pero tenía fe absoluta en su capacidad para mantenerla segura, no importaba cuantos lessers tuviera que comerse vivos.

Capítulo 45

Mary iba de un lado para el otro en el balcón del segundo piso, solo fuera de la puerta del dormitorio. No había sido capaz de mirar a Butch y a V cuando fueron a trabajar con aquellas cadenas. Y era difícil saber si los dos sabían si estaban preparado a Rhage para tener sexo con ella era por juegos eróticos como el infierno o francamente asustadizos.

La puerta se abrió.

Los ojos de Butch miraron por los alrededores, no encontrándose con los suyos. -Él está listo.

Vishous salió encendiendo un cigarrillo hecho a mano. Tomó una profunda calada. -Estaremos aquí en el pasillo. En caso de que nos necesites.

Su primer instinto fue decirles que se marcharan. ¿Cuán espeluznante era lo que habían acordado hacer que tenían que estar fuera, mientras ella y Rhage tenían sexo? Privacidad, después de todo, era un estado de ánimo así como un lugar aislado, íntimo.

Pero entonces pensó en la cantidad de acero con el que ellos habían entrado allí. Aquella carga de duro material no había sido en absoluto lo que había esperado. Alguna cuerda, tal vez, esposas. Pero no la clase de material que levantaría un motor del suelo.

– ¿Estáis seguros de que tenéis que esperar? -Dijo ella.

Ambos asintieron.

– Confía en nosotros sobre esto. -Refunfuñó Butch.

Mary entró en la habitación y cerró la puerta. Las velas encendidas rodeaban la cama y Rhage estaba desnudo sobre el colchón, sus brazos amarrados sobre su cabeza, sus largas piernas estaban estiradas. Las cadenas estaban alrededor de sus muñecas y tobillos quedando enroscadas alrededor de los pesados apoyos de roble de la cama.

Rhage levantó la cabeza, los azules ojos perforándola en la oscuridad. -¿Estás segura sobre esto?

En realidad, no, no lo estaba. -Pareces incómodo.

– No es muy malo. -Su cabeza se echó hacia atrás. -Aunque estoy contento de que sean postes de la cama y no caballos marchando en cuatro direcciones diferentes.

Miró su colosal cuerpo, tumbado para ella como una especie de sacrificio sexual.

Santo…Moisés. ¿Esto era real? Estaba yendo a…

Para, se dijo. No lo mantengas allí más de lo tienes que hacer. Y una vez que esto haya terminado y él se encuentre bien, no tendrás que volverlo a hacer.

Mary se liberó de sus zapatos con una patada, se quitó el jersey de cuello alto por la cabeza y se desnudó quitándose los vaqueros.

La cabeza de Rhage se elevó otra vez. Cuando se quitó el sujetador y las bragas, su sexo se movió. Alargándose. Vio como se transformaba para ella, endureciéndose, hinchándose, creciendo. La excitación le trajo rubor a la cara y una capa de sudor a toda su piel, sin vello.

– Mary…-Sus pupilas se volvieron blancas y comenzó a ronronear, moviendo sus caderas. La erección se movió creciendo hacia su estómago, la cabeza alcanzando su ombligo y algo más. Con una prisa repentina, sus antebrazos se dispararon y tiraron de las ataduras. Las cadenas repiquetearon, cambiando de posición.

– ¿Estás bien? -Dijo ella.

– Oh, Dios, Mary. Estoy…tenemos hambre. Estamos…sedientos de ti.

Apuntalando su coraje, ella se acercó a la cama. Se inclinó y lo besó en la boca, entonces se puso sobre el colchón. Levantada sobre él.

Cuando se sentó a horcajadas sobre sus caderas, él se movió ondulándose bajo ella.

Tomándolo con su mano, ella intentó introducirlo en su interior. No pudo hacerlo al primer intento. Era demasiado grande, ella no estaba lista y le dolía. Lo volvió a estirar e hizo una mueca.

– No estás preparada para mí. -Dijo Rhage, arqueándose cuando ella puso su cabeza contra su centro una vez más. Él hizo algo salvaje, tarareando un sonido.

– Está bien, permíteme solo…

– Ven aquí. – Cuando habló su voz había cambiado. Profunda. -Bésame, Mary.

Ella se inclinó sobre su pecho y tomó su boca, intentando conectar. Pero no funcionaba.

Él rompió el contacto, como si sintiera la carencia de su excitación.

– Sube más alto sobre mí. -Las cadenas se movieron, el sonido metálico casi como un repicar de campanas. -Dame tu pecho. Llévalo a mi boca.

Ella trémulamente subió y puso el pezón en sus labios. Al instante sintió un apacible chupar, su cuerpo respondió. Cerró los ojos, aliviada cuando el calor la inundó.

Rhage pareció reconocer el cambio en ella, por el sonido de ronroneo que emitió creció más fuerte, un hermoso ruido en el aire. Cuando la acarició con los labios, su cuerpo hizo una gran ondulación bajo su cuerpo, ascendió su pecho, luego su cuello y su cabeza arqueándose atrás. El sudor apareció de nuevo sobre su piel, el olor de su necesidad de rellenar el aire con su especia.

– Mary, permíteme probarte. – Su voz era ahora tan baja que casi se deformaban sus palabras. – Tu dulzor. Entre tus piernas. Déjame probarte.

Ella lo miró y dos brillantes orbes blancas la estaban mirando. Había una calidad hipnótica en ellos, una persuasión erótica que no podía negar, aun cuando sabía que no solo estaba con Rhage.

Avanzó lentamente sobre su cuerpo, parando cuando estuvo en su pecho. La intimidad era de algún modo chocante, sobre todo con él atado.

– Más cerca, Mary. – Incluso en el modo en que le dijo su nombre no era el mismo. -Acércate más a mi boca.

Se movió torpemente, intentando acomodarse sobre la posición en que estaba. Terminó con una rodilla sobre su pecho y otra sobre su hombro. Él estiró el cuello y giró su cabeza, elevándose para encontrar su carne, capturándola con sus labios.

Su gemido vibró sobre su centro, ella apoyó una mano sobre la pared. El placer le robó las inhibiciones completamente, dándole un servicio al sexo cuando lo lamió y chupó. Cuando su cuerpo respondió con una rápida humedad, se escuchó un sonido agudo seguido de un gemido cuando las cadenas fueron estiradas con fuerza y la madera del marco de la cama protestó. Los grandes brazos de Rhage se estiraron contra sus ataduras, sus músculos rígidos, sus dedos extendiéndose ampliamente y estirándose en forma parecida a una garra.

– Aquí.-Dijo él entre sus piernas. -Puedo sentir como llega…