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Él se paró. Afrontándola. -Soy peligroso.

Ella frunció el ceño. -No, no lo eres.

– ¿Sabes lo que hay por toda mi espalda?

Con frialdad, ella pensó en el movimiento del tatuaje…

Espera, se dijo ella. Eso no había pasado. Él había respirado con fuerza o algo y por eso la cosa parecía que había cambiado de posición.

– Mary, es parte de mí. La bestia. Está dentro de mí. -Él se frotó el pecho y luego los brazos. Ahora los muslos. -Intento controlarlo lo mejor que puedo. Pero esto…no quiero hacerte daño. No se que hacer. Incluso ahora, cerca de ti, soy…Cristo, soy un lío de mierda.

Mientras tendía las manos que le temblaban, se veía totalmente atado.

– Parte de la razón por la que tengo que luchar es por que el combate me rebaja. -Dijo él. -Y también es lo de las mujeres. Las tomaba por que la liberación ayudaba a mantener a la bestia en el compartimento. Pero ahora no puedo tener sexo, estoy inestable. Es por lo que, anoche, casi lo perdí. Dos veces.

– Espera un… ¿De qué estás hablando? Tú me tienes. Haz el amor conmigo.

– No puedo dejar que pase más. -Dijo él con los dientes apretados. – No puedo…tener sexo contigo nunca más.

Atontada, ella lo miró fijamente. -Eso significa, que ¿no estarás más conmigo? ¿Ninguna otra vez?

Él negó con la cabeza. -Nunca.

– ¿Qué diablos? Tú me quieres. – Sus ojos se dirigieron al grueso bulto en sus pantalones. – puedo ver que estás duro. Puedo oler la necesidad que tienes por mí.

De repente sus ojos dejaron de parpadear y brillaron blancos.

– ¿Por qué te cambian los ojos? -Susurró ella.

– Por que ello…está llegando.

Cuando ella se calló, él comenzó a respirar de una manera extraña. Dos embates adentro, una larga exhalación. Dos jadeos cortos, un suspiro lento.

Luchó por agarrarse con fuerza a lo que le decía. Y fracasó, al menos en una parte. Debía significar que tenía una especie de alter ego incondicional, pensó ella.

– Mary, no puedo…estar contigo porque…cuando estoy contigo ello quiere salir. -Dos respiraciones rápidas. -Ello quiere…

– ¿Qué, exactamente?

– Ello te quiere. – Él recostó alejándose de ella. -Mary, ello quiere…estar dentro de ti. ¿Entiendes lo que te digo? Mi otro lado quiere tomarte…tengo que irme ahora.

– ¡Espera! -Él se paró en la puerta. Sus ojos se encontraron. -Entonces permítele tenerme.

La boca de Rhage cayó abierta. -¿Estás loca?

No, no lo estaba. Habían tenido sexo con una desesperación que había lindado la violencia. Había sentido sus duros empujes. Si esa otra personalidad era resistente, calculaba que podría manejarla.

– Solo déjate ir. Está bien.

Dos jadeos cortos. Un largo suspiro. -Mary, no sabes…que joder estás diciendo.

Trató de hacerle ver la luz de ello. -¿Qué vas ha hacer? ¿Comerme?

Cuando él solo la miró con aquellos ojos en blanco, ella se enfrió. Jesús, tal vez él tenía su punto.

Pero ella estaba definitivamente loca.

– Te ataremos. Dijo ella.

Él negó con la cabeza cuando tropezó con sus pies y se agarró al pomo de la puerta. -No quiero arriesgarme.

– ¡Espera! ¿Sabes seguro lo que pasará?

– No. – Él se rascó el cuello y los hombros, tensos.

– ¿Hay allí alguna posibilidad de que vayas a tener la liberación que necesites?

– Tal vez.

– Entonces lo intentaremos. Correré si…bueno, si algo extraño pasa. Rhage, déjame hacer esto por nosotros. Además, ¿cual es la alternativa? ¿Me mudo? ¿No volvemos a vernos el uno al otro? ¿Nunca tendremos sexo otra vez? Piensa, vamos, estás tan ansioso ahora mismo que estás a punto de salirte de tu piel.

El miedo inundó su cara, apretó la boca, ensanchó los ojos. La vergüenza le seguía los talones, un sufrimiento que le retorcía los intestinos que hizo que ella atravesara la habitación. Le tomó las manos, sintiendo la sacudida.

– Odio verte así, Rhage. -Cuando él comenzó a hablar, ella lo cortó. -Mira, sabes con lo que tratamos. Yo no. Haz lo que tengas que hacer para asegurarte y vamos a…ver que pasa.

Él apartó la mirada de ella. Ella quería presionarlo, pero tenía el presentimiento de que solo lo empujaría en dirección contraria.

– Déjame ir a hablar con V. -Dijo finalmente.

– Cadenas.- Repitió Rhage, mientras estaba de pie en medio de la habitación del Pit.

V lo miró por encima de la pantalla de su ordenador. -¿De qué clase?

– Como las que utilizarías para remolcar un coche.

Butch salió de la cocina, una Bud en su mano, en la otra un bocadillo. -Hey, gran hombre. ¿Qué pasa?

– Quiero que los dos me encadenéis a la cama.

– Estrambótico.

– ¿Entonces tenemos algo que podamos usar, V?

Vishous se colocó de nuevo su gorra de los Sox. -El garaje. Creo que hay algunas en el garaje. Pero Rhage, hombre, ¿en qué estás pensando?

– Necesito…estar con Mary. Pero no quiero sufrir el…-Él se paró. Exhaló. -Tengo miedo del cambio. Demasiado jugo.

Los pálidos ojos de V se estrecharon. -Y has dejado a las otras mujeres, ¿verdad?

Rhage asintió. -Solo quiero a Mary. No podría ponerme duro con nadie más en este punto.

– Ah, mierda, hombre.- Dijo Vishous por debajo de su respiración.

– ¿Por qué la monogamia es algo malo? – Preguntó Butch mientras se sentaba y abría como podía la lata de cerveza. -Pienso que es una maldita buena mujer la que conseguiste. Mary es buena gente.

V negó con la cabeza. -¿Recuerdas lo que viste en aquel claro, poli? ¿Te gustaría eso cerca de la mujer que amas?

Butch dejó la Bud sin beber. Sus ojos recorrieron todo el cuerpo de Rhage.

– Vamos a necesitar un cargamento de acero. – Refunfuñó el humano.

Capítulo 44

O se estaba poniendo nervioso. La mujer no estaba totalmente consciente y ya habían pasado dieciocho horas. Aquellos dardos habían sido calibrados para un hombre, pero ella debería empezar a levantarse ahora.

Se preocupó por si le había causado una conmoción cerebral.

Dios, esto sería tal y como había sido. Él y Jennifer lucharían y después, se pondría nervioso antes de hacerle algún daño serio. Mientras la había lavado, se había cuidado de sus heridas, buscando fracturas cortes profundos. Y cuando estuvo seguro de que estaba bien, había hecho el amor con ella incluso si aun no estaba bien. Llegando mientras estaba encima de ella, el alivio le llegó hasta los talones al saber de que no había llevado las cosas demasiado lejos, siempre era la mejor clase de liberación.

Desearía poder hacer el amor con la mujer que había secuestrado.

O caminaba sobre el agujero donde estaba ella. Quitó la placa de red, encendiendo una linterna y enfocando la luz dentro. Ella estaba derrumbada sobre el suelo, parpadeando contra el tubo.

Quería sacarla. Sujetarla. Besarla y sentir su piel. Quería estar dentro de ella. Pero todos…

…los lessers eran impotentes. Omega, aquel bastardo, era un amo celoso.

O sustituyó la cubierta y merodeó a su alrededor, pensando en el día y la noche que había pasado con Omega y la depresión en que había entrado desde entonces. Gracioso-ahora que tenía a esa mujer, su mente se había despejado y un nuevo compromiso lo estimuló.

Sabía que la que estaba en el agujero no era Jennifer, pero la vampira era parecida a la que le habían arrancado y él no iba a ser exigente. Aceptaría el regalo que le habían entregado y lo guardaría bien.

Esta vez nadie se iba a llevar a su mujer. Nadie.

****

Con los postigos levantados durante la noche, Zsadist se bajó de la plataforma y caminó desnudo alrededor de la habitación en dónde se quedaba.

Lo qué había pasado la noche pasada con Bella que lo mataba. Quería ir en su busca y pedirle perdón, pero ¿cómo iba a hacerlo?

Lo siento salté como un animal. Y tú no me pones enfermo. De verdad.