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– No me has dicho nada. – Ella cerró los ojos apretándolos. No era justo gritarle cuando estaba plano sobre su espalda con el pecho que parecía un mapa cuadriculado.

– Tal vez deberíamos permitir que saliera todo.-Dijo Vishous.

Mary cruzó los brazos sobre su pecho. – Ahora esa es la idea. ¿Por qué no me dice la maldita cosa? Ayúdame a entender por qué le hicisteis esto.

Rhage habló por encima. -Mary, no quiero que tú…

– Entonces dímelo. Si no quieres que los odie, explícame esto.

Vishous revisó la cama y Rhage debió de asentir o se encogió, por que el hombre dijo. -Él traicionó a la Hermandad por ti. Tenía que compensar el querer quedarse con nosotros y mantenerte aquí.

Mary dejó de respirar ¿Todo esto era para ella?

¿Por ella?

Oh, Dios. Él había permitido que lo azotaran con fuerza por ella…

Haré que estés segura, ¿qué te parece?

Ella no tenía absolutamente ningún contexto para esta clase de sacrificio.

Por el dolor que él tenía que soportar por ella. Por lo que le había sido hecho por la gente que supuestamente se preocupaba por él.

– No puedo…me siento un poco aturdida. Me vas a perdonar…

Ella se retiró distanciándose, esperando llegar al cuarto de baño, pero Rhage luchó sobre la cama para intentar levantarse, como si fuera a ir tras ella.

– No, quédate donde estás, Rhage. – Ella fue hacia él, sentándose en la silla y acariciando su pelo. – Permanece donde estás. Shh…Tranquilo, grandote.

Cuando él se relajó un poco, ella miró a Vishous. -No entiendo nada de todo esto.

– ¿Por qué ibas a hacerlo?

Los ojos del vampiro se mantuvieron sobre los suyos, las profundidades de plata de algún modo asustaban. Ella se concentró en el tatuaje que sangraba de su cara durante un momento y luego miró a Rhage. Ella le acarició el pelo con las yemas de los dedos y murmuró cosas hasta que él se deslizó en el sueño de nuevo.

– ¿Te hizo daño hacerle esto? -Le preguntó ella suavemente, sabiendo que Vishous no se había marchado. -Dime si te hizo daño.

Ella escuchó el susurro de ropa. Cuando lo miró sobre el hombro, Vishous se había quitado la camisa. Sobre su musculazo pecho había una herida fresca, un tajo, como si una lámina le hubiese cortado la piel.

– Esto nos mató a cada uno de nosotros.

– Bien.

El vampiro rió más bien con ferocidad. -Nos entiendes mejor de lo que piensas. Y esa comida no es solo para él cuando la quiera. La traje para ti también.

Sí, pues ella no quería nada de ellos. -Gracias. Veré que coma.

Vishous hizo una pausa antes de salir. – ¿Le has hablado sobre tu nombre?

Giró la cabeza. -¿Qué?

– Rhage. ¿Él lo sabe?

Los temblores se le acercaron por el cuello. -Obviamente él sabe mi nombre.

– No, el por qué de ello. Deberías decírselo. -Vishous frunció el ceño. – Y no, no lo averigüé en Internet. ¿Cómo iba a poder?

Buen Señor, es como si hubiese sido como si exactamente la hubiese atravesado…- ¿Lees las mentes?

– Cuando quiero y a veces cuando no tengo ninguna opción. -Vishous se marchó, cerrando la puerta silenciosamente.

Rhage intentó darse la vuelta hacia su lado y se despertó gimiendo. -¿Mary?

– Estoy aquí mismo. -Ella le cogió las manos entre las suyas.

– ¿Qué pasa? – Cuando él la miró, sus ojos azules estaban más alarmados de lo que habían estado. -Mary, por favor. Sólo por una vez, dime lo que tienes en mente.

Ella vaciló. -¿Por qué simplemente no me olvidaste? Todo esto…no habría pasado.

– No hay nada que yo no hiciera por tu seguridad, por tu vida.

Ella negó con la cabeza. -No entiendo como puedes sentir tanto por mí.

– Sí, ¿sabes qué? – Él sonrió un poco. -Tienes que aplazar todo esto de entender las cosas.

– Esto es mejor que continuar con la fe. -Susurró ella, acercándose hacia él y pasándole una mano por sus rubias ondas. -Vuélvete a dormir, gran hombre. Cada vez que lo haces, pareces despertar con millas por delante en el proceso de curación.

– Yo prefiero mirarte. -Pero él cerró los ojos. -Me gusta cuando juegas con mi pelo.

Él estiró el cuello, inclinándose de manera que ella entonces podía alcanza más de ello.

Incluso sus oídos eran hermosos, pensó ella.

El pecho de Rhage se elevó y cayó con un gran suspiro. Al cabo de un rato, ella se reclinó en la silla y elevó sus piernas, apoyando sus pies sobre uno de los masivos soportes de la cama.

Conforme pasaban las horas, los hermanos lo visitaron para saber de él y presentarse. Phury, el de la gran melena, entró con sidra caliente, la que en realidad ella tomó. Wrath, el tipo de las gafas oscuras y Beth, la mujer quien había pasado por delante, también los visitaron. Butch, el receptor del fútbol, vino y lo mismo hizo Tohrment, el que tenía el corte de pelo militar.

Rhage durmió mucho, pero siguió despertándose siempre que intentaba cambiar de posición. Él la miraba mientras se movía por los alrededores, como si recuperara fuerzas mirándola, alimentándose de ella. Ellos no se dijeron mucho. El toque era bastante.

Sus párpados estaban cerrados y ella había dejado perder terreno a su cabeza cuando hubo otra suave llamada. Probablemente era Fritz con más alimentos.

Ella se estiró y fue hacia la puerta.

– Entre. -Ella dijo mientras abría.

El hombre con la cara llena de cicatrices estaba de pie en el pasillo. Como él estaba de pie sin moverse, la luz cayó sobre las marcadas líneas, sacando sus ojos hundidos, el cráneo bajo sus pelo supercorto, la cicatriz dentada, su dura mandíbula. Él llevaba un jersey de cuello vuelto holgado y los pantalones colgaban sobre sus caderas. Ambos eran negros.

Ella inmediatamente se acercó a la cama para proteger a Rhage, aun cuando era estúpido pensar que ella podría con algo tan grande como el vampiro de la entrada.

El silencio se alargó. Ella se dijo que probablemente solo se presentaría como los demás y no querían dañar a su hermano otra vez. Excepto…él se veía tenso por todas partes, su amplia postura sugería que podía saltar hacia delante en cualquier momento. Y extrañamente era más por el hecho de que el vampiro no encontraba nada para mirar fijamente y tampoco parecía mirar a Rhage. La mirada fija fría, negra del tipo afilado.

– ¿Quieres entrar y verlo? -Preguntó ella finalmente.

Aquellos ojos cambiaron hacia los suyos.

Obsidiana, pensó ella. Ellos parecían obsidiana. Brillantes. Sin fondo. Sin alma.

Ella se alejó y agarró la mano de Rhage. El vampiro de la entrada sonrió con satisfacción.

– Me estás mirando ferozmente, mujer. ¿Piensas que voy a tomar otro trozo de él? -La voz era baja, monótona. Resonante, realmente. Y como desprendidos y no reveladores como sus pupilas.

– ¿Vas a hacerle daño?

– Pregunta tonta.

– ¿Por qué?

– Tú no creerías mi respuesta, por lo que no deberías preguntar.

Hubo más silencio y ello lo midió con tranquilidad. Se le ocurrió que tal vez no solo era agresivo. También era torpe.

Tal vez.

Ella besó la mano de Rhage y se obligó a distanciarse. -Iba a darme una ducha. ¿Te sentarás con él mientras lo hago?

El vampiro parpadeó como si le hubiera sorprendido. -¿Vas a sentirte cómoda desnuda en el cuarto de baño conmigo en los alrededores?

No realmente.

Ella se encogió de hombros. -Es tu opción. Pero estoy segura de que si se despierta, él preferirá verte a estar solo.

– ¿Apagarás las luces después?

– ¿Vienes o vas? – Cuando él no contestó, dijo ella. -Esta noche debe haber sido un infierno para ti.

Su labio superior deformado se tensó con un gruñido. -Eres el único que alguna vez ha asumido que no me desquito de la gente herida. ¿Eres del tipo de la Madre Teresa? ¿Todo por el gran bien, heridas o alguna mierda?

– No te ofreciste voluntario para la cicatriz que hay en tu cara ¿verdad? Y estoy dispuesta a apostar que hay más debajo de tu mandíbula. Entonces como te he dicho, esta noche ha debido ser un infierno.