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– Oh, y puedo hacer algo realmente grande con mi lengua y el tallo de una cereza.

Le dio un beso en la base del cuello y se dirigió hacia el cuarto de baño. La puerta se cerró y oyó el sonido de la ducha.

Mary se quedó congelada donde estaba, su mente saltaba como una aguja en el registro de un LP. Mirando la colección de DVD, decidió que había algo para ser dicho sobre la evasión. Especialmente cuando una persona tenía demasiadas rarezas, demasiadas reorientaciones, demasiado…todo.

Cuando Rhage salió un rato más tarde, afeitado, oliendo a jabón, con una toalla alrededor de sus caderas, ella se apoyó sobre la cama, Austin Powers y el Miembro de Oro estaba en la TV.

– Hey, ese es un clásico. -Él se rió y miró hacia la pantalla.

Ella se olvidó de la película cuando miró aquellos amplios hombros, los músculos de sus brazos, la toalla siguiendo la forma de su culo. Y el tatuaje. Aquella retorcida, feroz criatura de blancos ojos.

– Gemelos, Basil, gemelos. -Rhage dijo con un cronometraje y una entonación perfectas.

Él le guiñó un ojo a ella y entró en el armario…

Contra sus mejores instintos, ella lo siguió, y se inclinó sobre el marco, intentando parecer casual. Rhage estaba de espaldas cuando se puso un par de pantalones de cuero negro, de comando. El tatuaje se movió con él cuando él cerró la bragueta.

Un suave suspiro se le escapó de la boca. Que hombre. Vampiro. Cualquier cosa.

Él la miró sobre el hombro. -¿Estás bien?

En realidad, ella se sentía caliente por todas partes.

– ¿Mary?

– Estoy bien y estupenda. -Bajando la mirada, se interesó por la colección de zapatos alineados en el suelo. -La verdad es que voy a tratar de medicarme con tu colección de películas hasta que esté en un coma cultural.

Cuando él se inclinó para ponerse los calcetines, sus ojos se pegaron a su piel. Toda aquella desnuda, lisa, dorada…

– Sobre los arreglos para dormir. -Dijo él. -Sólo me quedaré en el suelo.

Pero ella quería estar en aquella enorme cama con él, pensó.

– No seas tonto, Rhage. Ambos somos adultos. Y aquella cosa es lo bastante grande como para que duerman seis.

Él vaciló. -Bien. Prometo no roncar.

¿Y como no poner la manos sobre ti, tampoco?

Él se puso una camisa negra de manga corta y empujó sus pies en un par de Timberlands. Entonces hizo una pausa, mirando hacia una cabina metálica de suelo a techo que había en la pared del armario.

– Mary, ¿Por qué no vas a fuera? Necesito un minuto, ¿vale?

Ella enrojeció y se dio la vuelta alejándose. -Lo siento, no quería invadir tu intimidad…

Él le cogió la mano. -No es por nada. Es que te podría no gustar lo que puedes ver.

¿Cómo si algo de lo que hubiera allí pudiera sobresaltarla después de lo de hoy?

– Sigue adelante. -Murmuró ella. -Haz…cualquier cosa.

Rhage acarició su muñeca con el pulgar entonces se abrió el gabinete metálico. Él sacó una pistolera negra de cuero de pecho y se lo puso a través de los hombros, asegurándolo bajo sus pectorales. Un amplio cinturón apareció después, como los que llevaban los polis, pero como con la pistolera, no había nada como ello.

Él la miró. Y luego trajo las armas.

Dos largas dagas negras, que envainó sobre su pecho, con los mangos hacia abajo. Una brillante pistola que comprobó estuvieran cargadas con rápidos y seguros movimientos antes de anclarla sobre su cadera. Estrellas de artes marciales y clips de municiones negras que metió en su cinturón. Otro, un pequeño cuchillo él lo ocultó en algún sitio.

Él cogió su abrigo de cuero negro de una percha y lo meció hacia delante, palmeando los bolsillos. Sacó otra pistola del gabinete de armas y lo evaluó rápidamente antes de enterrarlo entre los pliegues del cuero. Puso más estrellas de lanzamiento en los bolsillos del abrigo. Agregó otra daga.

Cuando se puso enfrente de ella, ella retrocedió.

– Mary, no me mires como si fuera un extraño. Soy yo bajo, todo esto.

Ella no separó hasta que estuvo en la cama. -Eres un extraño. -Susurró ella.

Su cara se tensó y su voz fue plana. -Volveré antes del alba.

Él se marchó sin ningún titubeo.

Mary no supo cuanto tiempo estuvo sentada y mirando fijamente la alfombra. Pero cuando levanto la vista fue a coger el teléfono.

Capítulo 24

Bella abrió su horno, echó una miradita a la cena, y se rindió.

Qué lío.

Cogió un par de agarraderas y extrajo el pastel de carne. El pobre se había aplanado por los lados de la cazuela, había ennegrecido en medio y había desarrollado grietas por estar seco. No era comestible, mejor adecuado para proveer a la construcción comercial que para un simple plato. Una docena más de éstos y algún mortero y ella tendría aquella pared que quería alrededor de su terraza.

Cuando cerró la puerta del horno con su cadera, podía haber jurado que la cocina Viking de alta calidad la miraba airadamente. La animosidad era mutua. Cuando su hermano había vuelto a hacer la granja para ella, le había puesto lo mejor de todo, por que esta era la única manera en que Rehvenge hacía las cosas. El hecho de que ella hubiera preferido una cocina pasada de moda y puertas chillonas y el apacible envejecido lugar no había importado. Y Dios la ayudara si hubiese armado alboroto sobre las medidas de seguridad. La única manera que Rehvenge le había permitido mudarse era si la casa era incombustible, antibalas e impenetrable como un museo.

Ah, las alegrías de tener un hermano mandón con una mentalidad cerrada.

Ella recogió la cazuela y se dirigió hacia las ventanas del patio trasero cuando el teléfono sonó.

Cuando ella contestó, esperaba que no fuera Rehvenge. -¿Hola?

Hubo una pausa. -¿Bella?

– ¡Mary! Te llamé antes. Espera un segundo, tengo que alimentar a los mapaches. -Ella colocó el teléfono sobre la mesa, salió disparada hacia el patio, se deshizo de la carga y regresó. Cuando la cazuela estuvo en el fregadero, ella recogió el receptor. -¿Cómo estás?

– Bella, tengo que saber algo. -La voz de la humana era algo tensa.

– Cualquier cosa, Mary. ¿Qué pasa?

– ¿Eres tú…una de ellos?

Bella se hundió en una silla al lado de la mesa de la cocina. – ¿Piensas que soy diferente a ti?

– Uh-huh.

Bella miró su acuario. Todo se veía muy tranquilo allí, ella pensó.

– Sí, Mary. Sí, soy diferente.

Hubo una rápida respiración en la línea. -Oh, gracias a Dios.

– De algún modo, no pensé que saberlo sería un alivio.

– Esto es…yo tengo que hablar con alguien. Estoy muy confundida.

– Confundida sobre…-Espera un minuto. ¿Por qué ellas tenían esta conversación? -¿Mary, cómo sabes de nosotros?

– Rhage me lo dijo. Bien, me lo mostró, también.

– Eso significa que él no lo ha borrado… ¿Lo recuerdas?

– Estoy con él.

– ¿Tú qué?

– Aquí. En la casa. Con un puñado de hombres, vampiros…Dios, esa palabra…-La mujer se aclaró la garganta. -Estoy aquí con aproximadamente otros cinco tipos como él.

Bella se puso la mano sobre la boca. Nadie se quedaba con la Hermandad. Nadie hasta dónde ella sabía. Y esta mujer era una humana.

– Mary, ¿Cómo hizo…como pasó?

Cuando le contó toda la historia, Bella estaba desconcertada.

– ¿Hola? ¿Bella?

– Lo siento, yo… ¿Estás bien?

– Eso creo. Lo estoy ahora, al menos. Escucha, tengo que saber. ¿Por qué nos citastes a los dos? ¿Rhage y yo?

– Te vio y a él…le gustaste. Me prometió que no te haría daño, que fue la única razón por la que acordé arreglar esa cita.

– ¿Cuando me vio él?

– La noche que llevamos a John al centro de entrenamiento. ¿O no recuerdas eso?

– No, no lo recuerdo, pero Rhage me dijo que yo había ido allí. ¿John…es un vampiro?

– Sí, lo es. Su cambio está próximo, que es por lo que me involucré. Él morirá a no ser que una de nuestra raza esté con él cuando llegue la transición. Él necesitará una mujer de la que beber.