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Ella sonrió y dejó caer su cabeza.

Tan pronto como él supo que ella estaba fuera de juego, abrió el petate y verificó dos veces que las armas estuvieran cargadas. Entonces anduvo por la casa, apagando las luces. Cuando estuvo totalmente oscuro, sus ajustados ojos y sentidos se intensificaron aún más.

Exploró los bosques posteriores a la casa. Y el prado de la derecha. Y la gran granja a la distancia. Y la calle de enfrente.

Él escuchó, rastreando los pasos de los animales a través de la hierba y notando como el viento acariciaba las tablillas de madera del granero. Cuando bajó la temperatura de fuera, controló los crujidos de la casa, examinándolos, sondeando por si irrumpían. Merodeó alrededor, volviendo al cuarto, hasta que pensó que iba a explotar.

Comprobó su teléfono móvil. Estaba conectado, con el timbre activado. Y la cosa recibía la señal.

Él maldijo. Andando alrededor un poco más.

La película terminó. Él la comenzó en caso de que ella se despertara y quisiera saber por qué aún estaba allí. Entonces dio otra vuelta alrededor de la primera planta.

Cuando estuvo en la parte de atrás de la sala de estar, se frotó la frente y sintió el sudor. Su casa estaba más caldeada de lo que estaba acostumbrado o tal vez solo estaba como una bomba. Por uno u otro camino, él tenía calor, entonces se quitó la chaqueta y puso sus armas y el teléfono móvil dentro del petate.

Cuando se enrolló las mangas, se puso de pie ante ella y la midió lentamente, incluso las respiraciones. Ella era muy pequeña sobre aquel diván, más pequeña aún para aquellos fuertes ojos grises de guerrero, ocultos tras los párpados y cejas. Se sentó a su lado y con cuidado cambió su cuerpo, para que ella se recostara contra el pliegue de su brazo.

Al lado de su músculo, ella era diminuta.

Ella se revolvió, levantando su cabeza. -¿Rhage?

– Vuélvete a dormir. -Le susurró él, impulsándola contra su pecho. -Sólo deja que te sostenga. Es todo lo que voy a hacer.

Él absorbió su suspiro por su piel y cerró los ojos cuando su brazo se colocó alrededor de su cintura, su mano metida en su costado.

Tranquilo.

Todo estaba tranquilo. Tranquila la casa. Tranquilo fuera.

Tuvo el estúpido impulso de despertarla y colocarla de nuevo, entonces podría sentirla más fácilmente contra él una vez más.

En cambio, se concentró en su respiración, combinándolos y empujando sus propios pulmones como los de ella.

Tan…pacífico.

Y silencioso.

Capítulo 20

Cuando John Mattew dejó el Moe’s Diner, dónde trabajaba como ayudante de camarero, se preocupó por Mary. Ella había hecho un cambio el jueves en el teléfono rojo, lo cual era lago insólito, y esperaba que estuviera esta noche. Como eran las doce treinta, aún tenía media hora antes de que ella saliera, entonces estuvo seguro que la cogería. Asumiendo que se dejara ver.

Caminó tan rápido como pudo, cubrió los seis sucios bloques de apartamentos en aproximadamente diez minutos. Y aunque el viaje a casa no era nada especial, su edificio estaba lleno de diversión y juegos. Cuando pasó por la puerta principal, oyó a algunos hombres borrachos discutiendo, sus palabras mayores imprecisas, coloridas e inconsistentes. Una mujer gritó algo sobre el embate de la música. La hirviente respuesta masculina que ella obtuvo fue del tipo que él asociaba con gente armada.

John pasó como un relámpago por el vestíbulo y subió las desconchadas escaleras, encerrándose en su estudio con manos rápidas.

Su espacio era pequeño y probablemente dentro de unos cinco años lo declararían en ruinas. Los pisos eran mitad de linóleo y la otra mitad moqueta, y las dos eran identidades ilegales. El linóleo estaba desgastado de manera que parecía que fuera a convertirse en una cosa a contra pelo y la moqueta se había puesto tan rígida que estaba más cerca de a dura madera.

Las ventanas estaban opacas por la mugre, lo que en realidad era algo bueno, ya que así no necesitaba persianas. La ducha y el cuarto de baño funcionaban, pero el fregadero estaba obstruido desde el día que llegó. Había intentado que la cosa funcionara con algún Drano, pero cuando esto no funcionó, decidió no meterse con las tuberías. No tenía ningún interés en saber que habían empujado por aquella garganta.

Como él siempre hacía cuando llegaba a casa a los viernes, abrió una ventana y miró la calle a través de ella. Las oficinas del Teléfono Directo Para la Prevención del Suicidio estaban abiertas, pero Mary no estaba en el escritorio que normalmente usaba.

John frunció el ceño. Tal vez ella no se encontraba bien. Parecía bastante agotada cuando él había ido a su casa.

Mañana, decidió él, iría en bicicleta hasta dónde ella vivía comprobaría cómo estaba.

Dios, estaba tan contento por que finalmente tuvo el coraje de acercarse a ella. Había sido tan agradable, aún más en persona que por el teléfono. ¿Y ella conocía el ASL? ¿Cómo había sido destino?

Cerrando la ventana, se acercó a la nevera liberando la goma que mantenía la puerta cerrada. Dentro había cuatro paquetes de Ensure de vainilla. Sacó dos latas, luego estiró la goma hasta su lugar. Calculó que su apartamento era el único del edificio que no estaba infestado de bichos, y era solo por que no tenía ningún alimento de verdad a su alrededor. Su estómago no podía con esa materia.

Sentado sobre su colchón, se apoyó contra la pared. El restaurante había estado ocupado y le dolían horriblemente los hombros.

Cautelosamente bebió a sorbos desde el principio, esperando que su vientre lo dejara tranquilo esta noche, recogió de nuevo la revista Músculos y Salud que ya había leído dos veces.

Miró fijamente la portada. El tipo de enfrente tenía la piel bronceada, un paquete aumentado, relleno de bíceps, tríceps, pechos y abdominales. Para amplificar la apariencia del macho, tenía una hermosa muchacha con un bikini amarillo alrededor de él como una cinta.

John había estado leyendo sobre los levantadores de peso durante años y había ahorrado durante meses para comprar un pequeño juego de pesas. Trabajaba con el metal seis días a la semana. Y no tenía nada que lo demostrara. No importaba con la fuerza que las bombeara o como de desesperadamente quisiera ser más grande, no había aumentado ningún músculo.

Parte del problema era su dieta. Those Ensures era todo lo que podía tomar sin enfermar y ellos no tenían toneladas de calorías. El problema estaba relacionado con el alimento. Su genética era una puta. A la edad de veintitrés años, hacía cinco pies y seis pulgadas, 102 libras. No tenía que afeitarse. No había ningún pelo sobre su cuerpo. Nunca había tenido una erección.

Poco viril. Débil. Lo peor de todo, no cambiaba. Había tenido este tamaño y había sido así desde los últimos diez años.

La identidad repetitiva de su existencia lo cansaba, lo agotaba, lo vaciaba. Había perdido la esperanza de convertirse en un hombre y la aceptación de la realidad lo había envejecido. Sentía antiguo su pequeño cuerpo, como si su cabeza no perteneciera al resto de él.

Pero tenía algún descanso. Le gustaba dormir. En sus sueños se veía luchando, era fuerte, se sentía seguro, él era…un hombre. De noche, mientras sus ojos estaban cerrados, tenía una temible daga en su mano, un asesino que hacía lo que fuese por una noble razón, Y no estaba solo en su trabajo. Tenía la compañía de otros hombres como él, luchadores y hermanos, leales hasta la muerte.

Y en sus visiones, hacía el amor con mujeres, hermosas mujeres que hacían extraños sonidos cuando él entraba en sus cuerpos. A veces había más de una con él, y las tomaba con fuerza por que ellas lo querían así y él también lo quería. Sus amantes le agarraban el trasero, arañando su piel cuando se estremecían y se movían debajo de sus caderas que chocaban. Con rugidos de triunfo, él se dejaba ir, su cuerpo contrayéndose y resbalándose en el calor húmedo que ellas le ofrecían. Y después de que llegara, en conmocionantes actos de depravación, bebería su sangre y el frenesí salvaje dejaría las sábanas blancas, rojas. Finalmente cuando las necesidades pasaran y la furia y las ansias terminaran, las sostendría amablemente y lo contemplarían con satisfacción, adorando sus ojos. La paz y la armonía vendrían y serían bienvenidas como bendiciones.