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Cuando le abrió la puerta a Mary, ella miró con el ceño fruncido lo que colgaba de su hombro.

Él sacudió la cabeza. -No creo que pase la noche o algo así. Solo he notado que la cerradura de mi maletero está rota y no quiero dejarlo tan desatendido. O a simple vista.

Maldición, odiaba mentirle. Literalmente le revolvió el estómago.

Mary se encogió y anduvo hasta la puerta delantera. -Debe haber algo importante dentro de esa cosa.

Sí, tan sólo bastante potencia de fuego para aplanar un edificio de oficinas de diez pisos. Y esto todavía no era suficiente para protegerla.

Ella parecía algo torpe cuando abrió la puerta delantera y dio un paso hacia adentro. La dejó vagar por la habitación conectando las luces y trabajando con su nerviosismo, pero él estaba justo detrás de ella. Cuando la siguió, visualmente comprobó las puertas y las ventanas. Todas estaban cerradas. El lugar era seguro, al menos la planta baja.

– ¿Quieres comer algo?-Le preguntó ella.

– Nah, estoy bien.

– Yo tampoco tengo hambre.

– ¿Qué hay arriba?

– Um…mi dormitorio.

– ¿Quieres enseñármelo? -Él tenía que examinar el segundo piso.

– Tal vez más tarde. ¿De verdad quieres verlo? Er…ah…infiernos. – Ella se paró con inquietud y lo miró fijamente, con las manos en las caderas. -Voy a ser clara contigo. Nunca he tenido a un hombre en esta casa. Y estoy oxidada en lo de la hospitalidad.

Él dejó caer su petate. Incluso aunque él estuviera listo para la batalla y tenso como un gato, tenía bastante energía mental abandonada para ser debilitado por ella. El hecho de que otro hombre no hubiera estado en su espacio íntimo lo complacía tanto que su pecho cantó.

– Creo que estás haciéndolo bien. -Murmuró él. Él extendió la mano y le acarició la mejilla con el pulgar, pensando en lo que quería hacer con ella arriba en aquel dormitorio.

Inmediatamente su cuerpo comenzó a dar vueltas, una extraña quemazón condensándose a lo largo de su columna vertebral.

Él obligó a su mano a caer a un lado. -Tengo que hacer una rápida llamada telefónica. ¿Te importa si uso la parte de arriba para estar en privado?

– Desde luego. Voy a…esperarte aquí.

– No tardaré mucho.

Cuando corrió hacia su dormitorio, él sacó su teléfono móvil del bolsillo. La maldita cosa estaba agrietada, probablemente de una de las patadas de los lessers, pero aún marcaba. Cuando salió el buzón de voz de Wrath, le dejó un corto mensaje y rezó como el infierno para que lo llamaran pronto.

Después de hacer una evaluación rápida de la zona de arriba, él volvió abajo. Mary estaba sobre un diván, las piernas recogidas debajo de ella.

– Entonces, ¿Qué vamos a ver? -Preguntó él, buscando caras pálidas en puertas y ventanas.

– ¿Por qué miras alrededor de esta lugar como si fuera un callejón trasero?

– Lo siento. Un viejo hábito.

– Has debido de haber estado en una infernal unidad militar.

– ¿Qué quieres ver? -El se acercó a dónde estaban todos los DVDs alineados.

– Tú escoge. Yo iré a cambiarme con alguna cosa…-Ella enrojeció. -Bien, para ser honesta, algo más cómodo. Y que no tenga hierba sobre ella.

Para asegurarse que ella estaba a salvo, la esperó al fondo de la escalera cuando ella se movió por su dormitorio. Cuando comenzó a bajar a la primera planta, él caminó hacia atrás hacia las estanterías.

Mirando la colección de películas supo que estaba en problemas. Había muchos títulos extranjeros, algunos sinceramente americanos. Un par de viejos éxitos como Algo para recordar. Casa -jodida-blanca.

Absolutamente nada de Sam Raimi o Roger Corman ¿No había oído ella nada sobre la serie de Evil Dead? Espera, había una esperanza. Él sacó una funda. Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens. La clásica película de vampiros de German de 1922.

– ¿Has encontrado algo que te guste? -Dijo ella.

– Sí. -La miró sobre su hombro

Oh,…hombre. Ella se había vestido para el amor, por lo que él se preocupó: El pijama de franela con estrellas y lunas estampadas sobre él. Una camiseta blanca. Mocasines blandos de ante.

Ella tiró del dobladillo de la camiseta, intentando bajarla más. -Pensé en ponerme unos vaqueros, pero estoy cansada y esto lo llevo en la cama…er, para relajarme. Ya sabes, nada de imaginación.

– Me gustas con todo ello. -Dijo él en voz baja. -Pareces estar cómoda.

Sí, al diablo con ello. Ella se veía comestible.

Una vez que tuvo la película y la hizo rodar, él cogió el petate, lo llevó hasta el diván y al final se sentó frente a ella. Se estiró, intentando fingir para su beneficio que cada músculo de su cuerpo no estaba tenso. La verdad era que estaba al límite. Entre la espera de que un lesser entrara a la fuerza, el rezar para que Warth llamara en cualquier momento y el deseo de besar el camino hacia la parte interior de sus muslos, era un vivo y respirante cable de acero.

– Puedes poner los pies sobre la mesa, si quieres. -Dijo ella.

– Estoy bien. -Él se estiró y apagó la lámpara de su izquierda, esperando a que ella se durmiera. Al menos podría moverse y vigilar el exterior sin conseguir irritarla.

A los quince minutos de película, ella dijo. -Lo siento, pero me desvanezco aquí.

Él la miró. Su pelo abierto como un abanico sobre los hombros y enroscada sobre sí misma. Su luminosa piel un poco enrojecida por el parpadeo de la TV, sus párpados cerrados.

Así se vería ella cuando se despertaba por las mañanas, pensó él.

– Déjate ir, Mary. Voy a quedarme un poco más, ¿OK?

Ella se puso una suave manta de color crema sobre ella. -Sí, desde luego. Pero, um, Hal…

– Espera. ¿Por favor podrías llamarme por mi…otro nombre?

– Okey, ¿Cuál es?

– Rhage.

– Ella frunció el ceño. – ¿Rhage?

– Si.

– Ah, seguro. ¿Es como un apodo o algo así?

– Él cerró los ojos. -Sí.

– Bien. Rhage…gracias por esta noche. Por ser tan flexible, creo.

Él maldijo silenciosamente, pensando que ella debería cachetearlo en vez de sentirse agradecida. Él casi la había matado. Ahora ella era un objetivo de los lessers. Y si ella supiese la mitad de las cosas que él le quería hacer a su cuerpo, ella probablemente se encerraría en el cuarto de baño.

– Está bien, ya sabes. -Murmuró ella.

– ¿El qué?

– Sé que sólo quieres que seamos amigos.

¿Amigos?

Ella se rió con fuerza.-Me refiero, a que no quiero que pienses que malinterpreté aquel beso cuando me recogiste. Sé que no era…ya sabes. De todas formas, no tienes que preocuparte por mí obteniendo una idea equivocada.

– ¿Por qué piensas que podría estar preocupado?

– Te sientas tieso como una tabla al otro lado del diván. Como si tuvieras miedo de que fuera a saltar sobre ti.

Él oyó un ruido fuera y sus ojos se dirigieron hacia la ventana de la derecha. Pero era solo una hoja que había volado hacia el cristal.

– No quería hacerte sentir torpe. -Soltó ella. -Sólo quería…ya sabes, tranquilizarte.

– Mary, no se qué decir. -Por que la verdad la aterrorizaría. Y ya le había mentido bastante.

– No digas nada.-Probablemente no debería haberlo dicho. Todo lo que quería decir era, que estoy contenta de que estés aquí. Como un amigo. De verdad que me gustó el paseo en coche. Y me gusta caminar. No necesito más de ti, francamente. Tienes buen material de amigo.

Rhage hizo una respiración. En toda su vida adulta, nunca una mujer lo había llamado amigo. O valorado su compañía para otra cosa que no fuera el sexo.

En la Vieja Lengua, él le susurró. -No tengo palabras, mi mujer. Ningún sonido de mi boca es digno de tu oído.

– ¿Qué lengua es esta?

– Mi lengua materna.

Ella asintió con la cabeza, considerándolo. -Es parecido al francés, pero no exactamente. Había algo de eslavo. ¿Tal vez húngaro o algo así?

Él cabeceó. -Básicamente.

– ¿Qué has dicho?

– Me gusta estar aquí contigo, también.