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– Oh…Mary. -Dijo él tristemente.

Ella se sobresaltó preguntándose sobre su cambio de humor. -No deberías haber hecho eso.

– ¿Por qué?

Por que se sentía bien. -¿Cómo sabes que no tengo el VIH o algo?

Levantó sus hombros. -No importaría si lo tuvieras.

Ella empalideció, pensó que él era positivo y ella acababa de dejarle poner una herida abierta en su boca.

– Y no, Mary, no tengo la enfermedad.

– Entonces por que no lo…

– Sólo quería mejorarlo. ¿Ves? No sangra más.

Ella miró su pulgar. El corte estaba cerrado. Parcialmente curado. Cómo demonios…

– ¿Ahora vas a contestarme? -Dijo Hal, como si deliberadamente cortara las preguntas que ella estaba a punto de hacerle.

Cuando lo miró, notó que sus ojos hacían aquella cosa brillante, el azul cobraba un brillo fuera de este mundo, un brillo hipnótico.

– ¿Cuál era la cuestión?

– ¿Te complace mi cuerpo?

Ella apretó los labios. Hombre, si estaba esperando oír mujeres diciendo que era hermoso, se iría a casa decepcionado.

– ¿Y que harías si no lo hiciera? -Le disparó ella.

– Me cubriría.

– Sí, de acuerdo.

Él ladeó la cabeza, como si lo que había pensado fuera incorrecto. Entonces se dirigió a la sala de estar dónde estaba su abrigo.

¡Por Dios! Iba en serio.

– Hal, vuelve. No tienes que…yo, ah, me gusta tu excelente cuerpo.

Él reía cuando regresó. -Me alegro. Quiero agradarte.

Excelente, dandi, pensó ella. Entonces pierde la camisa, bájate los pantalones de cuero y échate sobre mis baldosas. Nos turnaremos para estar abajo.

Maldiciendo, ella se volvió para hacer el café. Mientras ponía las cucharadas para moler en la máquina, pudo sentir que Hal la estaba observando. Lo oía tomar profundas respiraciones, como si la oliera. Y él iba…acercándose poco a poco.

Los precursores del pánico se colaron por todo su cuerpo. Demasiado grande. También…hermoso. Y el calor y la lujuria que la llamaban eran demasiado poderosos.

Cuando la cafetera estuvo conectada, ella retrocedió.

– ¿Por qué no quieres que te complazca? -Dijo él.

– Deja de usar esa palabra. -Cuando él decía complacer, en todo lo que podía pensar era sexo.

– Mary. -Su voz era profunda, resonante. Penetrante.-Yo quiero…

Ella se cubrió los oídos. De repente hubo demasiado de él en la casa. En su cabeza.

– Esto ha sido una mala idea. Creo que deberías marcharte.

Ella sintió una gran mano sobre sus hombros.

Mary se separó un paso, atragantándose. Él tenía salud, vitalidad, sexo crudo y otras cien cosas más que ella no podía tener. Él estaba totalmente vivo y ella estaba…probablemente muy enferma otra vez.

Mary se acercó a la corrediza y la abrió. -Sal ¿vale? Por favor solo márchate.

– No quiero.

– Márchate. Por favor. -Pero él solo la miró durante un instante. -Cristo, pareces un perro vago del que no puedo deshacerme. ¿Por qué no vas a fastidiar a alguien más?

El poderoso cuerpo de Hal se puso rígido. Por un momento pareció que le iba a decir algo áspero, pero entonces recogió su abrigo. Cuando se puso el cuero alrededor de los hombros y fue hacia la puerta, él no la miró.

Oh, bien. Ahora ella se sentía fatal.

– Hal. Hal, espera. -Ella le cogió la mano.-Lo siento. Hal.

– No me llames así. – Él explotó.

Cuando él se deshizo de su apretón, ella se puso en su camino. Y de verdad deseó no haberlo hecho. Sus ojos eran completamente fríos. Gotitas de cristal transparente.

Sus palabras fueron afiladas. -Siento haberte ofendido. Me imagino que es una maldita carga que alguien quiera llegar a conocerte.

– Hal…

La apartó fácilmente. -Si vuelves a decirlo otra vez, voy a atravesar la pared con el puño.

Caminó a grandes pasos hacia fuera, entrando en el bosque que había en el lado izquierdo de la propiedad.

En un impulso, Mary se puso las zapatillas de deporte, agarró una chaqueta y pasó como un relámpago a través de la corrediza. Ella llegó hasta el césped, llamándolo. Cuando llegó hasta la entrada del bosque, se paró.

No había ramas rotas, ninguna ramita partida, ningún sonido de pasos de un hombre grande. Pero él había ido en esta dirección. ¿No?

– ¿Hal?- Ella le llamó.

Un largo rato después se giró y regresó a dentro.

Capítulo 15

– Lo has hecho bien esta noche, Sr. O.

O dio un paso por el cobertizo detrás de la cabaña, la aprobación del Sr. X era un poco chorra. Mantuvo su irritación para sí, apenas había pasado un día de los agarres de Omega y la verdad es que no estaba de humor para que lo trabajaran.

– Pero el hombre no dijo nada. -Refunfuñó él.

– Es por que no sabía nada.

O hizo una pausa. En la débil alba, la cara del Sr. X brillaba como una lamparilla.

– ¿Perdón sensei?

Yo lo trabajé antes de que usted lo trajera aquí. Tenía que estar seguro de que podía depender de usted, pero no quería malgastar la oportunidad el caso de que no fuera más sólido.

Lo cual explicaba la condición del hombre. O había asumido que el vampiro había estado luchando cuando lo habían secuestrado.

Tiempo desperdiciado, esfuerzo desperdiciado, pensó O, retirándose con las llaves de su coche.

– ¿Tiene alguna prueba más para mi? Gilipollas

– No en este momento. -El Sr. X comprobó su reloj. -Su nueva escuadrilla llegará aquí pronto, guarde esas llaves. Vamos adentro.

La repulsión de O de estar en cualquier parte cerca del cobertizo le hizo perder la sensación sus pies. Las malditas cosas estaban totalmente entumecidas.

Pero sonrió. -Vaya delante, sensei.

Cuando entraron, él fue directamente al dormitorio y se apoyó contra el marco de la puerta. Aunque sus pulmones se habían convertido en bolas de algodón, él se mantuvo en calma. Si hubiera evitado el espacio, el Sr. X habría pensado que había alguna razón para evitarlo. El bastado sabía que tocar las heridas frescas era el único modo de determinar el grado de curación o de infección.

Mientras los asesinos entraban en el cobertizo, O los examinaba. No conocía a ninguno, pero mientras más estaba un miembro en la Sociedad, más anónimo se volvía. Con el pelo, piel y color de los ojos decolorándose hasta palidecer, eventualmente un lesser se veía como un lesser.

Cuando los otros hombres lo observaron, miraron airadamente su cabello negro. En la Sociedad los nuevos reclutas estaban al pie de la escalera y era insólito para uno ser incluido en un grupo de hombres con mucha experiencia. Sí, bien, joder. O se cruzó la mirada con cada uno de ellos, aclarando que si querían cogerlo él sería más que feliz de devolverles el maldito favor.

Afrontando la posibilidad de una confrontación física, él revivió. Parecía como despertar luego de una buena noche de sueño, y le gustaban las oleadas agresivas, la vieja buena necesidad de dominarse. Esto le aseguraba que era como siempre había sido. Omega no le había substraído su esencia, después de todo.

La reunión no duró mucho tiempo y eso era lo estándar. Presentaciones. Un recordatorio de que cada mañana, cada uno de ellos debía registrarse vía correo electrónico. También se refrescaban las técnicas de la estrategia de persuasión y algunos cupos para la captura y matanza.

Cuando se acabó, O fue el primero en dirigirse a la puerta. El Sr. X se colocó delante de él.

– Usted se quedará.

Aquellos ojos pálidos le mantuvieron la mirada a la espera de ver un destello de miedo.

O asintió una vez y desplegó su postura.-Claro, sensei. Lo que quiera.

Sobre el hombro del Sr. X, vio como los otros se marchaban como si fueran extraños. Sin conversación, sin mover los ojos, cuerpos que no se tocaban accidentalmente. Claramente ninguno de ellos se conocía, entonces debían haber sido llamados de diferentes distritos. Lo que significaba que el Sr. X había bajado en las filas.