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Capítulo 8

– Ah, Bella, creo que nuestro trasporte está aquí.- Mary dejó que la cortina volviera a caer en su lugar. – Eso o un dictador de tercer mundo se ha perdido en Caldwell.

John se dirigió hacia la ventana. Wow, él hizo signos. Mirad ese Mercedes. Esas ventanas oscuras parecen antibalas.

Lo tres dejaron la casa de Bella y caminaron hacia el sedán. Un pequeño anciano, vestido con una librea negra, salió del lado del conductor y fue a saludarlos. Incongruentemente, él era un tipo alegre, todo sonrisas. Con la piel suelta en su cara, sus lóbulos largos, y esos pómulos, miraba de manera tierna, aunque su felicidad radiante sugería que la desintegración era una buena condición en la que estar.

– Soy Fritz. -Dijo él, doblándose profundamente. -Por favor permítanme conducirles.

Él abrió la puerta trasera y Bella se deslizó adentro la primera. John fue después, y cuándo Mary estuvo tranquilamente contra el asiento, Fritz cerró la puerta. Un segundo más tarde estaban en el camino.

Cuando el Mercedes se deslizó hacia adelante, Mary trató de ver donde iban, pero las ventanas era demasiado oscuras. Pensaba que iban hacia norte ¿Pero quién sabía?

– ¿Dónde es este lugar, Bella? -Preguntó ella.

– No está lejos.- Pero la mujer no sonaba con todo confiada, de hecho había tenido los nervios de punta desde que Mary y John habían aparecido.

– ¿Sabes a dónde nos llevan?

– Oh, Claro.-La mujer sonrió y miró a John. -Vamos a encontrarnos con algunos de los varones más asombrosos que nunca has visto.

Los instintos de Mary golpearon su pecho, enviando todo género de señales que se pisaban cuidadosamente. Dios mío, ella deseó haber cogido su coche.

Veinte minutos más tarde, el Mercedes frenó en un alto. Avanzó poco a poco. Frenó otra vez. Esto ocurrió en intervalos regulares muchísimas veces. Luego Fritz bajó su ventana y habló por algún tipo de interfono. Siguieron un poco más allá, luego se paró. El motor fue apagado.

Mary trató de alcanzar la puerta. Estaba cerrada.

America's Most Wanted, aquí vamos, pensó ella. Solo podía imaginar sus fotos en la TV, víctimas de un delito violento.

Pero el conductor los dejó salir inmediatamente, tranquilo con esa sonrisa en su cara. -¿Quieren seguirme?

Cuando Mary salió, miró a su alrededor. Estaban entro de algún tipo de estacionamiento subterráneo, pero no había otros coches. Solo dos microbuses, como las del tipo que cogías alrededor de un aeropuerto.

Se mantuvieron juntos con Fritz y pasaron a través de un par de gruesas puertas de metal que se abrieron en un laberinto de corredores alumbrados con fluorescentes. Gracias a Dios el tipo parecía saber dónde iba. Había ramificaciones en todas las direcciones sin plan racional, como si el lugar hubiese sido diseñado para perder a las personas y conservarlas de ese modo.

Excepto a alguien que siempre supiese a dónde iba, pensó ella. Cada nueve metros había una cápsula colocada en el techo. Ella las había visto antes en las alamedas, y el hospital las tenía también. Cámaras de vigilancia.

Finalmente entraron a un cuarto pequeño con un espejo bilateral, una mesa y cinco sillas metálicas. Una pequeña cámara estaba colocada en el rincón opuesto a la puerta. Era exactamente como el cuarto de interrogación de la policía, o como debía ser en alguno de los sets de NYPD Blue.

– No tendrán que esperar mucho.-Dijo Fritz con una pequeña referencia. En cuanto desapareció, la puerta se cerró sola.

Mary se acercó y probó la manija, sorprendida de encontrar que se liberaba fácilmente. No obstante, quienquiera que estuviera a cargo aquí claramente no tenía que preocuparse por perder la pista de sus visitas.

Ella miró a Bella. -¿Puedes explicarme qué lugar es este?

– Es una instalación.

– Una instalación.

– Ya sabes, para entrenarse.

Sí, pero ¿por qué de entrenamiento? -¿Estas personas tuyas pertenecen al gobierno o a algo?

– Oh, no. No.

John hizo signos, Esto no se parece a una academia de artes marciales.

Sí, no bromees.

– ¿Qué ha dicho?- Preguntó Bella.

– Tiene tanta curiosidad como yo.

Mary se volvió hacia la puerta, la abrió, y asomó su cabeza al vestíbulo. Cuando oyó un sonido rítmico, dio un paso hacia el cuarto, pero no vagó.

Ruido de pasos. No, arrastraban los pies. Que lo…

Un hombre rubio alto musculoso vestido con una camisa negra y pantalones de cuero se tambaleaba alrededor de una esquina. Estaba inestable sobre sus pies desnudos, con una mano en la pared y sus ojos mirando hacia abajo. Parecía mirar al suelo cuidadosamente, como si confiara en su percepción de la profundidad para equilibrarse.

Parecía borracho o tal vez enfermo, pero… buen señor, él era bello. De hecho, su cara era tan deslumbrante que tuvo que parpadear un par de veces. La mandíbula perfectamente cuadrada. Labios llenos. Pómulos altos. La frente ancha. El pelo era grueso y ondulado, más claro de frente, más oscuro en la parte trasera donde era más corto.

Y su cuerpo era tan espectacular como su cabeza. De huesos grandes.

Muy musculoso. Nada de grasa. Su piel era dorada aun bajo las luces de los fluorescentes.

Repentinamente él la miró. Sus ojos eran de color azul eléctrico, tan brillantes, tan vívidos, que eran casi como el neón. Y se quedaron mirándose fijamente.

Mary se hundió de todas maneras y pensó que la carencia de respuesta no era una sorpresa. Los hombres como él no notaban a las mujeres como ella. Esto era un hecho natural.

Ella debería regresar en el cuarto. No tenía sentido en no observarle mientras no la reconocía cuando ella pasara. El problema era, mientras más se acercaba, más fascinada se sentía.

Dios mío, era realmente… hermoso.

Rhage se sentía como el santo infierno mientras serpenteaba el corredor. Cada vez que la bestia salía de él y su visión se tomaba una pequeñas vacaciones, sus ojos se tomaban su tiempo para regresar al trabajo. El cuerpo no quería funcionar, tampoco; sus piernas y brazos colgaban como pesos pesados fuera de su torso, no exactamente inservibles, pero malditamente cerca.

Y su estómago estaba todavía desconectado. La solo idea de la comida le hacía tener nauseas.

Pero tenía que salir de su cuarto. Doce horas acostado era suficiente tiempo desaprovechado. Determinado a llegar hasta el gimnasio del centro de entrenamiento, montar en la bicicleta estática, y poder desentumecerse un poco…

Él se detuvo, poniéndose tenso. No podría ver mucho, pero sabía con seguridad que no estaba solo en el vestíbulo. Quienquiera que fuera estaba cerca de él, a su izquierda. Y era un desconocido.

Dio la vuelta y sacó bruscamente la figura del portal, agarrándola por la garganta, forzando su cuerpo contra la pared opuesta. Demasiado tarde se dio cuenta de que era una mujer, y el agudo jadeo lo avergonzó. Él rápidamente aflojó un poco su agarre, pero no dejó de empujar.

El cuello delgado bajo su palma estaba caliente y suave. Su pulso era frenético, la sangre corría rápidamente a través de las venas que llegaban a su corazón. Se apoyó y respiró a través de su nariz. Sólo para avanzar dando tumbos hacia atrás.

Jesucristo, era una humana. Y estaba enferma, tal vez muriéndose.

– ¿Quien eres?- Él le exigió. -¿Cómo has entrado aquí?

No hubo respuesta, solo una respiración acelerada. Ella estaba completamente aterrorizada de él, el olor de su miedo era como humo de madera en su nariz.

Él bajó su voz. -No voy a hacerte daño. Pero este no es tu lugar y quiero saber quien eres.

Su garganta se movió bajo su mano, como si tragara. -Mi nombre… mi nombre es Mary. Estoy aquí con unos amigos.

Rhage dejó de respirar. Su corazón aumentó una pulsación y luego se desaceleró.

– Dímelo otra vez.-Murmuró él.

– Ah, mi nombre es Mary Luce. Soy amiga de Bella… vinimos aquí con un niño, con John Matthew. Estamos invitados.