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Mientras la acalorada perorata continuó, la brillante mirada del rubio se mantuvo en ella, su controlado pulgar hacia a delante y hacia atrás a lo largo de su mandíbula. Él fue perezoso, cariñoso, pero cuando contestaba al otro hombre, su voz era dura y agresiva, como su poderoso cuerpo. Otra serie de palabras volvieron de nuevo, esta vez menos combativas. Como si el otro tipo tratara de razonar con él.

Bruscamente el rubio la dejó marchar y se distanció. La ausencia de su cuerpo caliente, fue como un curioso golpe pesado.

– Te veré más tarde, Mary. Él acarició su mejilla con su dedo índice y luego se apartó de ella.

Sintió como se le debilitaban las rodillas, se apoyó contra la pared cuando la soltó, estabilizándose poniendo un brazo a su lado.

Dios mío, cuando él la había tenido a su merced, ella se había olvidado de que estaba enfermo.

– ¿Dónde está el niño? – Requirió la otra voz masculina.

Mary miró hacia su izquierda. El tipo era grande y vestía de cuero negro, con un corte de pelo militar y un par sagaces ojos azul oscuro.

Un soldado, pensó ella, en cierta forma como él.

– ¿El niño? – Le exigió él.

– John está dentro.- Contestó Bella.

– Entonces vamos.

El hombre abrió la puerta y se apoyó contra ella de manera que ella y Bella tuvieron que apretarse contra él. Él les prestó poca atención cuando pasaron, mientras en lugar de eso se quedó mirando a John. John lo miró directamente, los ojos se estrecharon como si intentara ubicar al soldado.

Cuando todos se sentaron a la mesa, el hombre inclinó la cabeza hacia Bella. -Tú fuiste la que llamaste.

– Sí. Y ésta es Mary Luce. Y John. John Matthew.

– Soy Tohrment. Él concentró su atención sobre John. -¿Cómo estás, hijo?

John hizo signos, y Mary tuvo que aclararse la voz antes de traducir. -Él dice, bien señor. ¿Cómo está usted?

– Bien.- El hombre sonrió un poco y después volvió a mirar a Bella. -Quiero que esperes en el vestíbulo. Hablaré contigo cuando acabe de hablar con él.

Bella vaciló.

– No es una petición.-Dijo él con una voz nivelada.

Después de que Bella saliera, el tipo volvió su silla hacia John, se reclinó en ella, y estiró sus largas piernas. -Entonces dime, hijo, ¿Dónde creciste?

John movió sus manos, y Mary dijo. -Aquí en la ciudad. Primero en un orfanato, luego con unos sets de parejas de padres adoptivos.

– ¿Sabes alguna cosa sobre tu madre o tu padre?

John negó con la cabeza.

– Bella me dijo que tenías un brazalete con algunos símbolos. ¿Puedes enseñármelo?

John se subió su manga y extendió su brazo. La mano del hombre se tragó la muñeca del niño.

– Esto es estupendo, hijo. ¿Lo haces tú?

John asintió.

– ¿Y dónde cogiste la idea para el diseño?

John se soltó del agarre del soldado y comenzó a hacer signos. Cuando él se detuvo, Mary dijo, -Él sueña con el patrón.

– ¿Sí? ¿Te importa si te pregunto como son tus sueños? -El hombre regresó a su postura casual en la silla, pero sus ojos se estrecharon.

Adiós entrenamiento de artes marciales, pensó Mary. Esto no se trataba de algunas lecciones de karate. Era un interrogatorio.

John vaciló, ella quería coger al niño y marcharse, pero tenía el presentimiento de que el niño se opondría. Él se enfrascó completamente en el hombre, intenso y concentrado.

– Está bien, hijo. Lo que sea, está bien.

John levantó sus manos, y Mary habló cuando hizo los signos.

– Er… que él está en un lugar oscuro. Arrodillándose delante de un altar. Detrás de eso, él ve escritos sobre la pared, centenares de rayas de escritura en piedra negra – John, un momento, reduce la velocidad. No puedo traducir cuando vas tan rápido.- Mary se concentró en las manos del niño. -Él dice que en el sueño que continúa y toca una tira de escritura que en general le gusta.

El hombre frunció el ceño.

Cuando John miró hacia abajo, como estando avergonzado, el soldado le dijo. -No te preocupes, hijo, está bien. ¿Hay algo más en lo que puedas pensar que te parezca inusual? ¿Cosas que tal vez te hacen diferente de otra gente?

Mary cambió de posición en su silla, realmente incómoda por como iban las cosas. John iba claramente a contestarle a cualquier pregunta que le hiciera, pero por el bien de Dios, no sabían quien era este hombre. Y Bella, aunque había hecho la presentación, había estado obviamente incómoda.

Mary levantó sus manos, a punto de indicarle a través de señas una advertencia a John, cuando el niño desabotonó su camisa. Él abrió un lado, enseñando una cicatriz circular por encima de su músculo pectoral izquierdo.

El hombre se inclinó hacia adelante, estudiando la marca, y entonces se movió hacia atrás. -¿Dónde te hiciste eso?

Las manos del niño volaron delante de él.

– Él dice que nació con ello.

– ¿Hay alguna otra cosa? – Preguntó el hombre.

John miró a Mary. Él hizo una profunda respiración e hizo los signos, -Sueño con sangre. Con colmillos. Con… morder.

Mary sintió que sus ojos se ampliaban antes de poderse detener.

John la miró ansiosamente. No te preocupes, Mary. No soy un psico o cualquier cosa. Estaba aterrorizado cuando tuve los primeros sueños y no es como que puedo controlar lo que mi cerebro hace, sabes.

– Claro, lo sé.- Dijo ella, extendiendo y apretando su mano.

– ¿Qué ha dicho? – Preguntó el hombre.

– Esa última parte fue para mí.

Ella respiró a fondo. Y volvió a traducir.

Capítulo 9

Bella se apoyó contra la pared del pasillo y comenzó a trenzar su cabello, algo que hacía cuando estaba nerviosa.

Había oído que los miembros de La Hermandad eran casi como una especie aparte, pero ella no había pensado nunca que fuera cierto. Hasta ahora. Esos dos varones no eran simplemente colosales en una escala física; irradiaban dominación y agresión. Caramba, hacían que su hermano pareciese a un amateur en el departamento de los tipos duros, y Rehvenge era la cosa más resistente que ella había encontrado.

Querido Dios, ¿qué había hecho al traer a Mary y a John aquí? Estaba menos preocupada por el niño el niño, pero ¿Y Mary? La manera en que había actuado el guerrero rubio a su alrededor serían problemas a tope. Se podría haber hervido un océano con el tipo de lujuria que él emanaba, y los miembros de La Hermandad de la Daga Negra no estaban acostumbrados a que se les negara nada. Por lo que había oído, cuando querían una mujer, la tenían.

Afortunadamente, no se sabía que violasen, aunque por lo que se desprendía de lo que había visto ahora mismo, no tendrían por qué hacerlo. Los cuerpos de esos guerreros estaban hechos para sexo. La unión con uno de ellos, siendo poseída por toda esa fuerza, sería una experiencia extraordinaria.

Aunque Mary, como una humana, pudiera ser que no lo sintiera así.

Bella miró de arriba a abajo el pasillo, agitada, tensa. No había nadie, y si tenía que estarse más quieta iba a tener un la cabeza llena de rastas. Ella sacudió su pelo, escogió una dirección aleatoria, y caminó sin rumbo. Cuando percibió el sonido de un golpeteo rítmico a lo lejos, ella siguió el ruido sordo hasta un par de puertas de metal. Abrió un lado y lo atravesó andando.

El gimnasio era del tamaño de un de estadio de baloncesto profesional, el suelo de madera barnizado muy brillante. Alfombras azul brillante estaban colocadas aquí y allá y los fluorescentes enjaulados colgaban de un alto techo. Un balcón con asientos de estadio se proyectaba a la izquierda, y bajo un saliente, una serie de sacos de arena estaban colgados desde arriba.

Un magnífico varón golpeaba con fuerza uno de ellos, de espaldas a ella. Bailaba sobre las puntas de sus pies, ligero como la brisa, lanzando puñetazo tras puñetazo, agachándose rápidamente, chocando, conduciendo el saco pesado hacia adelante con su fuerza de manera que la cosa colgada se angulara.