Me abracé las rodillas y miré lejos, por encima de las aguas. Había una farola al otro lado del estanque, y podía verla reflejada sobre las serenas aguas. Bill se tumbó de espaldas junto a mí; sentí su mirada. Enlazó las manos sobre su pecho, manteniéndolas lejos de mí de forma manifiesta.
– Anoche te asustaste -dijo con tono neutro.
– ¿Acaso tú no estabas un poco asustado? -pregunté, con más tranquilidad de la que me creía capaz.
– Por ti. Y un poco por mí mismo.
Me entraron ganas de tumbarme boca abajo, pero me preocupaba acercarme tanto a él. Cuando vi su piel resplandecer bajo la luz de la luna, ansié tocarlo.
– Me da miedo que Eric pueda controlar nuestras vidas mientras seamos pareja.
– ¿Quieres que dejemos de serlo?
El dolor de mi pecho fue tan intenso que me puse la mano encima, apretando la zona sobre mi seno.
– ¿Sookie? -Estaba arrodillado junto a mí, rodeándome con un brazo. No pude responderle, me faltaba el aliento-. ¿Me amas?
Asentí.
– Entonces, ¿por qué hablas de dejarme?
El dolor se abrió paso hasta llegar a mis ojos en forma de lágrimas.
– Me asustan mucho los otros vampiros y su forma de ser. ¿Qué será lo siguiente que me pida? Tratará de conseguir que haga algo más. Me dirá que de lo contrario te matará. O amenazará a Jason. Y puede cumplir sus amenazas.
La voz de Bill resultó tan suave como el sonido de un grillo sobre la hierba. Un mes atrás sin duda no hubiera podido oírla.
– No llores -me pidió-. Sookie, tengo que darte malas noticias.
No me extrañó. La única buena noticia que hubiera podido darme a esas alturas era que Eric había muerto.
– Eric se siente intrigado por ti -explicó-. Sabe que posees poderes mentales que la mayoría de los humanos no tienen, o que ignoran que poseen. Intuye que tu sangre resultará sabrosa y dulce -la voz de Bill enronqueció al decir eso, y me hizo temblar-. Y eres preciosa. Ahora eres incluso más preciosa. Él no se da cuenta de que ya has tomado nuestra sangre tres veces. -¿Sabías que Sombra Larga sangró sobre mí?
– Sí, lo vi.
– ¿Hay algo mágico en lo de las tres veces?
Él rió, con esa lenta risa oxidada y retumbante.
– No. Pero cuanta más sangre de vampiro bebas, más deseable te volverás para los de nuestra especie, y de hecho, para todos. ¡Y Desiree piensa que es una exquisitez! Me pregunto qué vampiro le contó eso.
– Uno que quisiera meterse entre sus bragas -dije con sinceridad, provocando que él volviera a reír. Adoraba escuchar su risa-. Con todas estas frases de lo adorable que soy, ¿estás tratando de decirme que Eric me desea?
– Sí.
– ¿Y qué le impide tomarme? Me contaste que es más fuerte que tú.
– La cortesía y la costumbre, ante todo.
No resoplé, pero me faltó poco.
– No desprecies eso. Nosotros, los vampiros, somos todos muy respetuosos con la costumbre. Tenemos que vivir juntos durante siglos.
– ¿Algo más?
– No soy tan fuerte como Eric, pero no soy un vampiro reciente. Podría herirlo de gravedad en una pelea. E incluso podría ganar si tengo suerte.
– ¿Algo más? -repetí.
– Tal vez-reconoció Bill con lentitud-: tú misma.
– ¿Cómo es eso?
– Si puedes serle valiosa de otra manera, puede que te deje en paz. Si comprende que es lo que deseas en realidad.
– ¡Pero no quiero serle valiosa! ¡No quiero volver a verlo nunca!
– Le prometiste que volverías a ayudarle-me recordó Bill. -Si entregaba el ladrón a la policía -dije-. ¿Y qué hizo Eric? ¡Lo atravesó con una estaca!
– Lo cual posiblemente te haya salvado la vida.
– Bueno, pero encontré a su ladrón.
– Sookie, no sabes mucho del mundo.
Lo miré sorprendida.
– Supongo que eso es cierto.
– Las cosas no resultan… justas. -Bill miró hacia la oscuridad-. Incluso yo mismo pienso a veces que ya no sé mucho. – Hubo otra pausa lúgubre-. Solo en otra ocasión había visto que un vampiro le aplicara la estaca a otro; Eric está cruzando los límites de nuestra sociedad.
– Así que no es muy probable que preste demasiada atención a esa costumbre y cortesía de la que te jactabas hace nada. -Puede que Pam lo retenga en las viejas maneras.
– ¿Qué es Pam para él?
– Él la creó. Es decir, la convirtió en vampiro, hace siglos. De vez en cuando ella regresa junto a él y lo ayuda con lo que sea que él esté haciendo en ese momento. Eric siempre ha sido una especie de pícaro, y cuanto más viejo se hace, más testarudo se vuelve. -Llamar testarudo a Eric era, en mi opinión, quedarse muy corto.
– Así que estamos andando en círculos -pregunté. Bill pareció pensárselo.
– Así es-confirmó, con un matiz de pesar en su voz-. A ti no te gusta asociarte con otros vampiros aparte de mí, y ya te he dicho que no nos queda elección.
– ¿Qué ha pasado con todo este asunto de Desiree?
– Eric ha hecho que alguien la deje delante de mi puerta, con la esperanza de halagarme enviándome un bonito regalo. Además, si bebía de ella pondría en duda mi devoción hacia ti. Tal vez haya envenenado su sangre de alguna manera, de modo que me hubiera debilitado de tomarla, o tal vez no hubiera sido más que una grieta en mi armadura. -Se encogió de hombros-. ¿No considerarás que he tenido una cita?
– Sí. -Sentí que mi expresión se endurecía al pensar en Bill entrando en el bar con la chica.
– No estabas en casa, y tenía que localizarte -su tono no resultaba acusador, pero tampoco alegre.
– Trataba de ayudar a Jason escuchando a la gente. Y aún estaba triste por lo de anoche.
– ¿Y ya nos hemos reconciliado?
– No, pero esto es todo lo bien que podemos estar – respondí-. Supongo que quisiese a quien quisiese, las cosas no irían siempre sobre ruedas. Pero no había contado con obstáculos tan drásticos. Imagino que no hay modo de que puedas llegar a superar en rango a Eric, ya que el criterio viene dado por la edad.
– No -explicó Bill-. Superarlo en rango, no… -y de repente pareció pensativo-. Aunque podría hacer algo en esa línea. No es algo que me guste, va en contra de mi naturaleza, pero estaríamos más seguros.
Lo dejé pensar.
– Sí -concluyó, poniendo fin a sus largas meditaciones. No se ofreció a explicármelo, y yo no le hice preguntas-. Te amo -añadió, como si eso fuera lo fundamental de cualquier curso de acción que estuviera considerando. Su rostro se inclinó sobre mí, luminoso y atractivo en la penumbra.
– Yo siento lo mismo por ti -le dije, poniendo las manos sobre su pecho para no caer en la tentación-, pero ahora mismo tenemos tantas cosas en contra… Nos ayudaría mucho si pudiéramos quitarnos a Eric de encima. Y otra cosa, tenemos que detener esta investigación de los asesinatos. Sería un segundo gran problema sobre nuestras espaldas. El asesino debe responder de las muertes de tus amigos y de las de Maudette y Dawn. -Hice una pausa para respirar hondo-. Y de la muerte de mi abuela. -Parpadeé para contener las lágrimas; me había acostumbrado a que la abuela no estuviera en casa cuando regresaba, y me estaba adaptando a no hablar con ella ni compartir los problemas entre las dos, pero de vez en cuando me asaltaba un sentimiento de tristeza tan pronunciado que me dejaba sin aliento.
– ¿Por qué crees que el mismo asesino es el responsable de que quemaran a los vampiros de Monroe?
– Creo que fue el asesino el que plantó la idea, ese espíritu de patrulla ciudadana, en los hombres que estaban en el bar aquella noche. Creo que fue él quien marchó de grupo en grupo, incitando a los chicos. He pasado aquí toda mi vida y nunca había visto que la gente de la zona actuara de ese modo. Tiene que haber una razón para que esta vez lo hicieran.
– ¿Los agitó? ¿Fomentó la quema?
– Sí.
– ¿Y escuchando no has descubierto nada?
– No -tuve que admitir de manera sombría-. Pero eso no quiere decir que mañana tampoco consiga nada.
– Eres una optimista, Sookie.