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No valía la pena discutir. Hay pocos seres más testarudos que las madres de Livinsgton.

A gatas, corrió por el patio y cruzó la puerta, arrastrándola dentro con él.

Ella cerró la puerta.

– Agáchese.

– El teléfono -dijo la señora Seiden- está allí.

Era un teléfono de pared de cocina. Myron marcó el número de Win.

– Estoy a doce kilómetros de tu casa -dijo Win.

– No estoy allí -dijo Myron-. Estoy en Ridge Road. -Miró a la señora Seiden para que le diera más información.

– Setenta y ocho -dijo-. Y es Ridge Drive, no Road.

Myron repitió lo que le había dicho. Le dijo a Win que había tres hombres, incluido Dominick Rochester.

– ¿Vas armado? -preguntó Win.

– No.

Win no le riñó, a pesar de que lo estaba deseando.

– Esos dos son buenos y sádicos -dijo Win-. Escóndete hasta que llegue yo.

– No nos moveremos -dijo Myron.

Y entonces se abrió la puerta de golpe.

Myron se volvió a tiempo de ver a Profesor de Arte Hippy volando a través de ella.

– ¡Corra! -gritó Myron a la señora Seiden.

Pero no esperó a ver si le obedecía. Profesor de Arte todavía estaba desequilibrado. Myron se lanzó hacia él.

Pero Profesor de Arte era rápido.

Esquivó la embestida de Myron. Myron vio que iba a fallar. Estiró el brazo izquierdo, estilo tendedero, esperando alcanzar la barbilla de Arte. El golpe alcanzó la nuca de Arte, protegida por la cola de caballo. Arte se tambaleó. Se volvió y golpeó a Myron brevemente en la caja torácica.

El hombre era muy rápido.

Todo volvió a ir despacio otra vez. En la distancia, Myron oyó pasos. La señora Seiden corriendo. Profesor de Arte sonrió a Myron, respirando pesadamente. La velocidad del golpe advirtió a Myron que probablemente no debería quedarse de pie recibiendo más golpes. Myron tenía la ventaja de la estatura. Y eso significaba que tenía que echarlo al suelo.

Profesor de Arte se dispuso a lanzar otro golpe. Myron se encogió.

Era más difícil golpear a alguien con fuerza, especialmente a alguien más grande, cuando está encogido. Myron agarró a Profesor de Arte de la camisa, por el hombro, la retorció para empujarlo al suelo, levantando el antebrazo al mismo tiempo.

Myron esperaba colocar el antebrazo sobre la nariz del otro. Myron pesaba noventa y cinco kilos. Con ese peso, si pones toda la fuerza en el antebrazo sobre la nariz de alguien, la nariz se quiebra como un nido de pájaros seco.

Pero otra vez Profesor de Arte fue bueno. Vio lo que pretendía Myron. Se acurrucó un poco. El antebrazo descansó sobre las gafas de cristales rosa. Profesor de Arte cerró los ojos y los apretó, y levantó una rodilla hacia la cintura de Myron. Myron tuvo que meter la barriga para protegerse. Eso le despojó de la fuerza del antebrazo.

Al caer, las gafas de montura metálica se doblaron, pero el golpe no fue fuerte. Profesor de Arte aprovechó el impulso. Cambió su peso. Su golpe tampoco había aterrizado con mucha fuerza porque Myron había escondido la barriga. Pero la rodilla seguía allí. Y el impulso.

Lanzó a Myron por encima de su cabeza. Myron cayó rodando. En menos de un segundo los dos volvían a estar de pie, frente a frente.

Esto es lo que no te dicen de las peleas: sientes siempre un miedo invalidante que te paraliza. Las primeras veces, cuando Myron sentía ese cosquilleo inducido por el estrés en las piernas que se hacía tan fuerte que no sabías si serías capaz de mantenerte en pie, se sentía como el peor de los cobardes. Los hombres que sólo se meten en un par de escaramuzas, a los que les cosquillean las piernas cuando se pelean con un borracho en un bar, se mueren de vergüenza. No deberían. No es cobardía. Es una reacción biológica natural. Todos la sienten.

La cuestión es ¿qué hacer con ella? Lo que aprendes con la experiencia es que puede controlarse, incluso dominarse. Tienes que respirar y relajarte. Si te golpean cuando estás tenso, te hará más daño.

El hombre tiró las gafas torcidas. Miró a Myron a los ojos. Eso formaba parte del juego. La mirada fija. El tío era bueno. Win ya lo había dicho.

Pero Myron también.

La señora Seiden gritó.

En favor de los hombres, hay que decir que ninguno de los dos se volvió con el ruido. Pero Myron tenía que ir a ayudarla. Simuló un ataque, lo suficiente para que Arte retrocediera, y después se lanzó hacia el fondo de la casa, de donde había procedido el grito.

La puerta principal estaba abierta y la señora Seiden en el umbral. A su lado, con los dedos clavados en su antebrazo, el otro tipo del coche. Era unos años mayor que Profesor de Arte y llevaba un lazo. Un lazo, nada menos. Parecía Roger Healey en la antigua serie Mi bella genio.

No había tiempo.

Profesor de Arte estaba detrás de él. Myron se deslizó a un lado y lanzó un derechazo. Profesor de Arte se abalanzó hacia él, pero Myron estaba preparado. Se paró a medio puñetazo y entrelazó el brazo alrededor de su cuello.

Myron lo tenía cogido por la cabeza.

Pero entonces, con un alarido rebelde y grotesco, Lazo saltó hacia Myron.

Apretando más fuerte el cuello, Myron apuntó una patada. Lazo la recibió en el pecho. Ablandó el cuerpo y rodó con el golpe, agarrándose a la pierna de Myron.

Myron perdió el equilibrio.

Profesor de Arte consiguió zafarse. Lanzó la mano de canto contra el cuello de Myron, quien recibió el golpe en la barbilla y le castañetearon los dientes.

Lazo no soltó la pierna de Myron. Él intentó sacudírselo. Profesor de Arte se reía. La puerta se abrió de golpe otra vez. Myron rezó por que fuera Win.

No lo era.

Había llegado Dominick Rochester. Estaba sin aliento.

Myron quería gritar una advertencia a la señora Seiden, pero fue entonces cuando un dolor que nunca había experimentado le desgarró por dentro. Soltó un aullido que helaba la sangre en las venas. Se miró la pierna. Lazo tenía la cabeza baja. Le mordía la pierna.

Myron volvió a gritar, un sonido mezclado con la risa y los vítores procedentes de Profesor de Arte.

– ¡Venga, Jeb! ¡Dale!

Myron siguió pataleando, pero Lazo mordió más fuerte sin soltarse y gruñendo como un terrier.

El dolor era insufrible, se apoderaba de todo su cuerpo.

Myron fue presa del pánico. Pateó con la pierna libre. Lazo no soltó el mordisco. Myron pataleó más fuerte, y finalmente le dio en la cabeza. El otro apretó. Myron consiguió zafarse. Lazo se quedó sentado y escupió algo de la boca. Myron vio horrorizado que era un pedazo de carne de su pierna.

Luego se lanzaron sobre él los tres, a presión.

Myron agachó la cabeza y se retorció. Acertó a la barbilla de uno. Se oyó un gruñido y una blasfemia, y le golpearon en el estómago.

Sintió otra vez los dientes en la pierna, en el mismo punto, abriendo la herida.

Win. ¿Dónde diablos estaba Win…?

Se estiró por el dolor, preguntándose qué podía hacer a continuación, cuando oyó una voz cantarina diciendo: -Oh, señor Bolitar…

Myron miró. Era Profesor de Arte con una pistola en la mano. Con la otra agarraba a la señora Seiden por el cabello.