Es claro que comprendo que no hablo más que de un anticuado individualismo democrático. Pero, ¿se me permite recordar también a los marxistas que Carlos Marx era un producto de la lógica hegeliana de hace un siglo, y de la escuela inglesa clásica de la economía que hubo en pleno período Victoriano? Y nada es hoy tan anticuado como la lógica hegeliana o la escuela precisa y victoriana de economía: nada tan inconvincente e inexacto, nada tan totalmente privado de sentido común, desde el punto de vista humanísta chino. Pero podemos comprender cómo se produjo este criterio mecanicista del hombre en un momento en que la ciencia mecánica estaba orgullosa de sus realizaciones y sus conquistas sobre la naturaleza. Esta ciencia fue birlada, su lógica maquinista transferida para que se aplicara a la sociedad humana, y el nombre siempre imponente de "ley natural" fue muy buscado por los estudiosos de los asuntos humanos. De ahí la predominante teoría de que el ambiente es más que el hombre y que las personalidades humanas pueden ser reducidas casi a ecuaciones. Esto puede ser buena economía, pero es mala biología. La buena biología reconoce al poder de reacción del individuo la categoría de un factor tan importante en el desarrollo de la vida como el ambiente físico, tal como cualquier médico inteligente admitirá que el temperamento y las reacciones individuales del paciente son un factor de suma importancia en la lucha contra una enfermedad. Los médicos reconocen hoy cada vez más el factor incalculable del individuo. Muchos enfermos que, por toda la fuerza de la lógica y de los precedentes, deberían morir, se niegan sencillamente a hacerlo y asombran al médico con su mejoría. Un médico que prescribe un tratamiento idéntico para una enfermedad idéntica en dos individuos y espera un desarrollo idéntico, puede ser clasificado debidamente como una amenaza social. No menos amenaza social son los filósofos sociales que olvidan al individuo, su capacidad para reaccionar en diferente forma que los otros, y su comportamiento generalmente díscolo e incalculable.
Quizá no comprenda la economía, pero tampoco me comprende la economía a mí. Por eso es que la economía está naufragando todavía hoy y apenas se atreve a asomar la cabeza como ciencia. Lo triste de la economía es que no es una ciencia, si se detiene en las mercancías y no va más allá, a los motivos humanos; y si va a los motivos humanos tampoco es una ciencia, o a lo sumo es una seudociencia, si trata de llegar a los motivos humanos por medio de promedios estadísticos. No ha desarrollado siquiera una técnica adecuada "al examen de la mente humana, y si traslada al reino de las actividades humanas su manera matemática de encarar las cosas y su predilección por el trazado de promedios estadísticos, está aun en peligro más grave de naufragar en la ignorancia. Por eso es que cada vez que está por adoptarse una importante medida económica, dos peritos o autoridades en economía surgen exactamente en lados opuestos. La economía, al fin y al cabo, retrocede hasta las idiosincrasias de la mente humana, y de esas idiosincrasias los peritos no tienen ni asomo de idea. Uno creía que, si Inglaterra abandonaba el patrón oro, se produciría una catástrofe, en tanto que otro creía, con igual suficiencia, que el abandono del patrón oro por Inglaterra sería la única salvación. Cuándo la gente comienza a vender, y cuándo comienza a comprar, son problemas que los mejores peritos no pueden predecir razonablemente. Se debe enteramente a este hecho el que sean posibles las especulaciones en el mercado de valores. Sigue siendo cierto que el mercado de valores, con el mejor conjunto de datos económicos mundiales, no puede predecir científicamente el alza o la baja del oro o la plata o los productos, como la oficina meteorológica puede pronosticar el tiempo. La razón está, claramente, en el hecho de que hay en lo primero un elemento humano, que cuando vende demasiada gente algunos van a empezar a comprar, y que cuando compra demasiada gente, unos pocos empezarán a vender. Así se introduce el elemento de resistencia humana y de humana incertidumbre. Es de presumir, naturalmente, que toda persona que vende considera un tonto al que compra lo que él vende, y viceversa. Sólo los acontecimientos futuros pueden demostrar quién fue el tonto. Esto es solamente un ejemplo de la incalculabilidad y la indocilidad del comportamiento humano, lo cual es cierto, no sólo para los tratos duros y comunes de los negocios, sino también en cuanto a la conformación del curso de la historia por la psicología humana, y para todas las reacciones humanas hacia la moral, las costumbres y las reformas sociales.
VI. LA DOCTRINA DEL INDIVIDUO
El hombre puede vivir hoy en un país democrático amenazado en mayor o menor grado por grandes cambios sociales, o puede vivir en un país comunista que tiende cada vez más a acercarse y volver al ideal democrático, o puede vivir bajo una dictadura que acaso le sobreviva o a la que, más probablemente, él sobrevivirá. De cualquier modo, su vida individual sigue siendo un todo integrado, conformado por las corrientes de los tiempos, pero que aun así retiene su individualidad.
La filosofía no sólo comienza con el individuo, sino que termina también con el individuo. Porque un individuo es el hecho final de la vida. Es un fin en sí mismo, y no el medio para otras creaciones de la mente humana. El mayor imperio del mundo, el Imperio Británico, existe a fin de que un inglés de Sussex pueda vivir una vida asaz razonable y feliz; una falsa filosofía presumiría que el inglés de Sussex vive a fin de que pueda existir el gran Imperio Británico. Las mejores filosofías sociales no reclaman mayor objetivo que el de que los seres humanos individuales que viven bajo tal régimen puedan tener felices vidas individuales. Sí hay filosofías sociales que niegan la felicidad de la vida individual como meta final y objeto de la civilización, esas filosofías son el producto de una mente enferma y desequilibrada.
Por cuanto atañe a la cultura, me inclino a pensar que el juicio final sobre cualquier tipo particular de cultura es el de qué tipo de hombres y mujeres produce. En este sentido, Wait Whitman, uno de los más sabios y más previsores de todos los norteamericanos, lucha en su ensayo Democratic vistas por formular el principio de la individualidad o "personalismo", como fin de toda civilización:
Y, si pensamos en ello, ¿en qué descansa la misma civilización, y qué objeto tiene, con sus religiones, artes, escuelas, etc., sino el personalismo rico, lujuriante, variado? A ello todo se inclina; y es porque hacia ese resultado sólo la democracia, en algo que se asemeja a la escala de la Naturaleza, rompe los ilimitados eriales de la humanidad, y planta la semilla, y hace justicia, que los principios de la democracia preceden ahora al resto. La literatura, canciones, estética, etc., de un país son de importancia principalmente porque proveen los materiales y sugestiones de personalidad para las mujeres y los hombres de ese país, y los aplican en mil formas efectivas.
Hablando de la individualidad como acto final, Whitman dice:
Hay, en las horas más cuerdas, una conciencia, un pensamiento que se alza, independiente, elevado sobre todo lo demás, calmo, como las estrellas, con brillo eterno. Este es el pensamiento de identidad: lo suyo para usted, cualquiera sea, como lo mío para mí. Milagro de milagros, más allá de toda afirmación, el más espiritual y el más vago de los sueños de la tierra, y no obstante el más firme hecho básico, y entrada a todos los hechos. En esas horas devotas, en medio de las significativas maravillas del cielo y la tierra (significativas sólo por el Yo en el centro), los credos, las convenciones se apartan y pierden importancia ante esta sencilla idea. Bajo la luminosidad de la verdadera visión, sólo esa idea toma posesión, cobra valor. Como el sombrío enano de la fábula, una vez liberada y cuidada, se expande por sobre la tierra toda, y se extiende hasta la bóveda del cielo.