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Capítulo 11

– ¿Dónde está? -preguntó Nick.

– La investigación es cosa mía -dijo la jefa Haden-. El FBI no tiene nada que hacer aquí.

Nick y Noah habían entrado en la comisaría de policía esperando tratar con un agente de la ley competente. Se habían equivocado. Y ninguno de los dos estaba de humor para aguantar tonterías sobre cuestiones territoriales.

– Le he hecho una pregunta -vociferó Noah-. ¿Dónde está?

– Eso no le importa -replicó Haden-. Como le he dicho, la investigación es cosa mía. Usted y su amigo deberían irse de mi comisaría.

Nick ya le había informado de que Jordan era su hermana, y le había mostrado su identificación y sus credenciales. Ahora le tocaba hablar a ella. E iba a tener que contestar a sus preguntas.

La jefa Haden habría dado un paso atrás para alejarse de él, pero estaba justo delante de la barandilla, que se lo impedía. Sabía que había empezado con mal pie, pero no iba a echarse atrás. Cuanto antes se diesen cuenta de quién estaba al mando, mejor.

El hombre que se había identificado como el agente Nick Buchanan era intimidante y temible, pero no resultaba tan aterrador como el otro agente. Había algo en sus penetrantes ojos azules que le advertía que no se interpusiera en su camino. Sabía que no haría falta demasiado para que saltase, y no quería que lo hiciera sobre ella. Su única opción era atacar primero.

Cuando Nick estaba a punto de perder los estribos, la joven que estaba sentada delante de una pantalla de ordenador sin imagen metió baza.

– Su hermana está en una celda que hay ahí detrás. Está bien, pero esperen a verla. -Se estaba enroscando un mechón de su largo pelo rizado en un dedo y sonriendo a Noah cuando ofreció esa información.

– ¿Mi hermana está encerrada en una celda? -se sorprendió Nick.

– Exacto -contestó la jefa después de fulminar con la mirada a la joven.

– ¿De qué se le acusa?

– Todavía no voy a darles esa información -contestó la jefa-. Y no van a ver a su hermana ni a hablar con ella hasta que haya terminado con ella.

– Nick, ¿ha dicho hasta que haya terminado con ella? -exclamó Noah. Parecía divertido.

– Eso ha dicho -confirmó Nick sin apartar los ojos de la jefa.

– Están fuera de su jurisdicción -aseguró la jefa con los ojos entrecerrados y el labio inferior sobresaliendo.

– La jefa cree que puede meterse con el gobierno federal -observó Noah.

Haden estaba furiosa. Los dos agentes la estaban presionando. Cruzó la puerta de vaivén y se situó cerca de la puerta que daba al pasillo para impedirles el acceso a la celda.

Consideraba que esos agentes del FBI eran arrogantes e insolentes. Los dos eran unos engreídos que creían que podían ningunearla. Pero no sabían con quién estaban hablando. El hecho de que siendo mujer hubiese llegado al cargo de jefe de policía de Serenity, en Tejas, debería haberles indicado que no estaba ahí de adorno. Aunque Serenity era un pueblo de mala muerte, había tenido que esforzarse mucho en joder, tanto figurada como literalmente, para llegar a donde había llegado. Dos hombres musculosos con placa y pistola la habían puesto nerviosa un momento, pero ahora había recuperado el control y no iban a decirle qué hacer. Que se fueran a la mierda. Era su pueblo y eran sus normas. Allí, ella ostentaba el poder.

– Les diré qué pueden hacer. Dejen su número de teléfono a mi auxiliar, y cuando haya acabado de interrogar a la sospechosa, les llamaré. -Se dirigió a Nick-. Y ahora, salgan de mi comisaría y déjenme volver al trabajo.

El hermano de la sospechosa le sonrió. La jefa creyó que podría echarse a reír. Esa posibilidad no le gustó.

– ¿Cómo vamos a resolver esta situación? -quiso saber Nick.

A Haden se le acabó de golpe la chulería. Noah empezó a dirigirse hacia ella y la jefa se apartó. Si no se hubiese movido, habría pasado sobre ella o a través de ella. Estaba clarísimo.

Noah dirigió la vista hacia atrás para mirar a Nick y sonrió de oreja a oreja.

– Sí, sí, la sigues teniendo -admitió éste.

El «la» se refería a la capacidad de asustar. Noah había podido siempre dejar paralizado a cualquiera, hombre o mujer, con una mirada dura. Según Noah, Nick, en cambio, todavía no había perfeccionado ese arte.

– Tú puedes encargarte de conseguir la llave -le sugirió Noah.

– Oiga, no voy a dejar libre a esa mujer hasta que no empiece a colaborar -se quejó Haden en voz alta y malhumorada.

Al otro lado de la pared, Jordan esperaba pacientemente a que alguien fuese a buscarla. Sabía que Nick y Noah habían llegado porque oía cómo la jefa de policía discutía con ellos. Cuando vio a Noah, se le relajaron los hombros de alivio. Estaba contentísima de verlo.

– ¿Qué te ha pasado? -su aspecto lo consternó-. Estás horrible.

– Gracias. A mí también me alegra verte.

Noah ignoró su sarcasmo. Dadas las circunstancias, la mayoría de las mujeres habrían estado algo afectadas, pero Jordan no era como la mayoría. Por abatida que se la viese, todavía podía plantarle cara. Noah admiraba las agallas que tenía.

– ¿Quieres salir de aquí? -le preguntó con una sonrisa tras apoyarse en los barrotes.

– ¿Tú qué crees? -respondió Jordan, exasperada.

– ¿Sabes qué? Me dices qué le ha pasado a esa cara tan bonita que tienes y te hago salir.

– Ha recibido un puñetazo -dijo tras tocarse con cuidado la mejilla y hacer una mueca-. ¿Sigue Nick ahí fuera? No lo oigo.

– Me extrañaría que pudieras oír algo con los chillidos de esa mujer.

– ¿Cómo habéis llegado tan deprisa? Creía que ibais a enviar a unos agentes de este distrito.

– Pude fletar una avioneta, así que no fue necesario llamarlos -dijo Noah.

– ¿Nicky se ha subido a una avioneta? -se sorprendió Jordan-. Hay que insistir mucho para lograr que vaya en un avión comercial. No me lo imagino volando en uno tan pequeño.

– No he dicho que no tuviese que obligarlo, ¿verdad? Hizo falta empujarlo un poco.

– ¿Se mareó? -preguntó ella, impresionada. No pudo evitar sonreír al imaginarse a su hermano palideciendo durante el viaje. Era cómico cuando se mareaba.

– Sí.

– Estoy tan contenta de que hayáis venido -admitió tras soltar una carcajada.

– Lógico -dijo Noah a la vez que se encogía de hombros.

En aquel momento, su arrogancia no le molestaba tanto a Jordan.

– ¿Qué está pasando ahí fuera? -preguntó al oír la voz estridente de la jefa.

– Poca cosa. Tu hermano está charlando con la jefa de policía.

– La jefa Haden es encantadora, ¿verdad?

– Sí, tanto como una serpiente de cascabel -rio Noah-. Está intentando dar mala fama a mi estado pero no te preocupes por ella. Nick puede manejarla.

Jordan se puso de pie y trató de alisarse la blusa.

– ¿Podrás encontrar la llave para sacarme de esta celda? -preguntó con dulzura.

– Por supuesto -confirmó Noah-. En cuanto me digas quién te ha dado ese puñetazo en la cara.

En ese momento, Haden apareció en el pasillo con una expresión avinagrada en la cara y con la llave en la mano. Giró la llave en la cerradura, murmuró algo entre dientes que Jordan fingió no oír y dijo:

– Se me ha… sugerido que nos sentemos y hablemos. Para… aclarar este misterio.

Nick estaba de pie junto a la puerta. Los cabellos de Jordan le cubrían parcialmente la cara, pero cuando se pasó un mechón por encima del hombro, pudo verle bien el golpe.

– ¿Qué te ha pasado? -preguntó-. ¿Qué hijo de…?

– No pasa nada -dijo Jordan rápidamente antes de que pudiera terminar el insulto-. Estoy bien, de verdad.

Su hermano le dirigió una mirada colérica a la jefa.

– ¿Es usted la responsable?

– Por supuesto que no -replicó ésta-. Ni siquiera estaba presente cuando el supuesto incidente ha ocurrido.

– ¿Supuesto? -Noah se giró para enfrentarse con Haden.