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– Jordan, ¿quién te ha pegado? -inquirió Nick.

Mientras tanto, la jefa estaba abriendo la puerta de la celda y, como no se apartó para dejar pasar a Jordan, Noah dio un paso hacia delante, sujetó a Jordan por el brazo y tiró de ella hacia él.

– Contéstame, Jordan -exigió Nick.

– Se llama J.D. Dickey. No sé qué significan las iniciales J. y D. Su hermano Randy es el sheriff del Condado de Jessup. Los dos estaban juntos en el coche del sheriff Randy. Ahora estamos en el Condado de Grady -añadió.

– ¿Por qué no está detenido el hombre que te agredió?

– He intentado denunciarlo -dijo Jordan.

– ¿Qué quieres decir con eso de que lo has intentado? -preguntó Nick.

– Quiero decir que lo he intentado. Ella no me ha permitido hacerlo.

Había dejado a su hermano y a Noah sin palabras. Jamás habían visto a nadie tan incompetente.

Salieron todos a la sala principal de la comisaría. Como no había sillas suficientes ni espacio donde ponerlas, terminaron agrupados de pie cerca de la mesa de la auxiliar. Jordan observó que Carrie estaba intentando, sin demasiado éxito, captar la atención de Noah.

Maggie Haden rodeó al grupo para meterse en su oficina y sentarse en la punta de su escritorio. Empezó a dar golpecitos con el pie mientras escuchaba la conversación.

– Lo traeremos aquí -prometió Noah.

– ¿Dónde te han detenido exactamente? -quiso saber Nick.

– A tres o cuatro manzanas de aquí.

– No ha sido detenida -soltó Haden.

– ¿Por qué me ha encerrado entonces en una celda? ¿Recuerda lo que me ha dicho? Que no iba a darme nada de beber ni de comer hasta que contestase a sus preguntas. También ha dicho que no le importaba si me moría de hambre.

– Yo no he dicho tal cosa -mintió la jefa.

Carrie se había contentado con mirar a Noah hasta que oyó lo que decía la jefa. Levantó de golpe la cabeza y dejó de tocarse el pelo un segundo.

– Sí que lo ha dicho. Yo lo he oído -aseguró.

– Era un farol -comentó la jefa.

– ¿Un farol? -replicó Noah-. ¿No llamamos a eso mentir a un agente federal y obstruir a la justicia, Nick?

– Exacto -éste estuvo de acuerdo-. ¿Quieres detenerla tú o lo hago yo?

– Esperen un momento. -La voz de Haden había subido una octava-. Su hermana no colaboraba. He tenido que encerrarla.

– ¿Es eso cierto, Jordan? -preguntó Nick.

– ¿Tú qué crees?

– Contesta a la pregunta -le pidió con impaciencia.

Nick se estaba portando entonces como un hermano mayor más que como un agente del FBI, pero seguía demasiado agradecida y contenta por su presencia como para que le molestara su actitud autoritaria.

– He pedido un abogado -empezó a contar-. Y también le he informado a la jefa Haden que os había llamado. Ella me dijo entonces que no era sospechosa pero que iba a interrogarme con una grabadora en marcha, y cuando no quise responder a sus preguntas acusadoras sin un abogado, cambió de parecer y decidió que, después de todo, sí que era sospechosa. -Se volvió hacia la mujer de expresión avinagrada antes de proseguir-. Ahora no me acuerdo. ¿Eso ha sido antes o después de que me amenazase con entregarme a los hermanos Dickey?

Todos se quedaron mirando a la jefa a la espera de una explicación.

– Yo no la he amenazado con hacer eso -aseguró Haden después de inspirar hondo.

– Sí que lo ha hecho -intervino Carrie-. Dijo que…

– Cierra el pico, Carrie -la interrumpió la jefa con una mirada fulminante-. Y sigue con el ordenador. Estás en régimen de semilibertad, no de vacaciones.

Carrie se puso colorada. Agachó la cabeza y se quedó mirando el teclado. Jordan notó que le daba vergüenza que Nick y Noah hubiesen oído lo que había dicho la jefa.

– No puedo. Este trasto no va -dijo Carrie. Jordan se compadeció de ella y se preguntó qué sería peor, trabajar para esa mujer infernal o regresar a la cárcel para cumplir lo que le quedara de condena-. No sé qué hacer -finalizó con voz lastimera.

Por mucha rabia que le diera ayudar sin querer a la jefa de policía, Jordan no pudo evitar echarle una mano a Carrie. Con un suspiro, se situó detrás de ella, pulsó dos teclas, esperó medio segundo, le dio a un par de teclas más, y la pantalla del ordenador se iluminó.

Carrie tenía el aspecto de haber presenciado un milagro.

– ¿Cómo lo ha hecho? -preguntó mirando a Jordan con los ojos desorbitados.

Mientras Jordan se lo explicaba, Nick discutía con la jefa sobre la jurisdicción del caso. A Haden le gustaba la palabra y la utilizaba para responder a todo lo que le preguntaran.

– ¿Le ha dado el forense la hora aproximada de la muerte de la víctima? -dijo Nick.

– Estamos bajo mi jurisdicción y el caso, por tanto, es mío. No tienen por qué meter las narices en él.

– ¿Por qué no ha traído a J.D. Dickey y a su hermano a comisaría? -preguntó Nick a continuación.

– ¿Qué quiere del sheriff?

– ¿Qué hacía él en el Condado de Grady?

– Estamos bajo mi jurisdicción -resopló Haden.

– ¿Cuándo va a detener a J.D. Dickey? -lanzó Nick.

Sonó el móvil de Haden. Ésta se volvió y se situó al otro lado de la mesa, de espaldas a los demás. Se tapó la boca.

– Ya sé quién eres -soltó entre dientes-. Escucha, me están presionando para que te detenga. -Pasaron varios segundos-. Por golpear a esa mujer. ¿Por qué creías que quieren que te detenga?

– ¿No sabe que podemos oír todo lo que está diciendo? -le dijo Noah a Nick.

– Parece que no.

– Y yo te estoy diciendo que estoy atada de manos -prosiguió Haden en voz más alta-. Estoy haciendo todo lo que puedo.

Colgó la llamada y lanzó el móvil sobre la mesa. Nick esperó a que se volviera antes de preguntar lo evidente.

– ¿Estaba hablando con J.D. Dickey?

– No.

– Si no lo detiene, lo haremos nosotros -dijo Nick.

– Estamos bajo mi jurisdicción.

Nick volvió a preguntarle si el forense le había dado la hora aproximada de la muerte del profesor MacKenna.

– Ya le he respondido esta pregunta. Estamos bajo mi jurisdicción y el caso es mío. -Cruzó los brazos y empezó a dar golpecitos con el pie en el suelo-. Quiero que se vayan de…

– No nos vamos a ir -la interrumpió Noah.

– ¿Cuál fue la causa de la muerte? -preguntó Nick.

– Estamos bajo mi jurisdicción -repitió la jefa, arrastrando la palabra.

Y siguió así. Daba igual lo que le preguntaran, la respuesta era «jurisdicción».

Jordan tuvo la impresión de estar viendo un partido de tenis, ya que dirigía la mirada de su hermano a la jefa y viceversa todo el rato.

– ¿Por qué no consigo imprimir nada? -le preguntó Carrie, que le había tocado el brazo para captar su atención.

– No tienes la impresora conectada al ordenador -respondió Jordan, inclinada hacia la mesa. Y, después, volvió a concentrarse en la discusión entre su hermano y la jefa.

– ¿Podrías conectarla? -suplicó Carrie, lo que la distrajo de nuevo.

– Sí, claro.

– Encontré el manual del ordenador -susurró sin dejar de mirar a la jefa para asegurarse de que no la estuviera escuchando-. Pero no me lo leí. Le dije que lo había hecho pero… ya me entiendes. Me dediqué a otras cosas. Supongo que debería leerlo, ¿no?

– Lo más seguro es que te fuera bien -dijo Jordan, que rodeó el escritorio y empezó a conectar el cable mientras Carrie seguía susurrando.

– Tu hermano es muy atractivo, pero lleva anillo. Es una alianza, ¿verdad?

– Sí -sonrió Jordan.

– ¿Está viva su mujer? Es que algunos hombres siguen llevando la alianza durante años después de quedarse viudos.

– Sí, está viva. Y sí, están felizmente casados. De hecho, él y su mujer esperan su segundo hijo de aquí a tres meses.

– Jaffee es también muy guapo -comentó Carrie en voz más baja-. Bueno, se está quedando un poco calvo, pero eso lo hace más sexy. Ayer pasé por delante de su restaurante durante mi pausa y vi qué él y sus amigos estaban hablando contigo. Ese ranchero rico, ya sabes a quién me refiero, el tal Whitaker: ése sí que está bien. Algo delgado, pero se ve que tiene una buena musculatura, y a mí me gusta que tengan músculos. Estoy segura de que hace ejercicio. ¿Tú qué opinas? -Jordan no contestó, lo que no pareció importarle a Carrie-. Pero ese de ahí -prosiguió a la vez que señalaba a Noah con la cabeza-, diría que es el hombre más sexy que haya visto en mi vida.