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AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, a mis lectores de guardia: Carlos Soto, Juan José Silva, Manuel Silva, Laure Merle D'Aubigné y mi compañera de tantas fatigas, Mª Ángeles. También a mis no menos generosos y no menos lúcidos lectores editoriales, Joaquim Palau, Lydia Díaz, Pilar Lucas y Malcolm Otero, que aparte de leer y defender como siempre mis libros esta vez me asesoraron sobre el uso de la lengua catalana.

A Ana Arvizu debo agradecerle, además de su lectura, su disponibilidad para hacerme de chofer y desafiar al volante cualquier obstáculo en una intrépida expedición al cementerio de Collserola.

Vaya también mi gratitud para Carles Quílez, María Antonia de Miquel, José Luis Sánchez, Mercedes Abad, Alvaro Ardévol y Hernán Migoya, atentos anfitriones barceloneses a quienes importuné durante mis viajes a la ciudad en la preparación de esta novela, y que, cada uno por su lado y desde su sensibilidad particular, me aportaron elementos valiosos para escribirla. Igualmente agradezco a Carlos Creuheras y a Jesús Badenes las facilidades proporcionadas a estos efectos. Cuento por otra parte entre mis apoyos sobre el terreno a Elena Ramos, con quien compartí una inolvidable excursión al Tibidabo en su noble y esforzado vehículo. Tendría que consignar además, y especialmente, los nombres de otras personas, guardias civiles, policías y mossos d'esquadra que me ilustraron sobre la compleja realidad policial catalana. Omito mencionarlos por razones de discreción y sigilo, y porque me enseñaron que la confianza que los demás depositan en uno hay que esforzarse por honrarla siempre. Reciba pues anónimamente cada uno de ellos mi reconocimiento, ya que ellos saben quiénes son. Incluyo aquí, con la misma cautela, a mis amigos guardias y policías de Madrid que se dejan molestar con regularidad por este moscón empeñado en aprender pormenores de su oficio. Afortunadamente la amistad ya nos excusa de mayores ceremonias y protocolos.

Marga Guillén se avino a darme pistas útiles sobre actuaciones procesales a distancia en el marco de la jurisdicción penal y me regaló de propina su amabilidad y alguna jugosa anécdota personal reciclada como anécdota de personajes en la novela. Catalina Iliescu Gheorghiu me proporcionó una ayuda irremplazable con el rumano y me prestó su hermoso y eufónico nombre para que se lo adjudicara a un personaje desdichado, lo que seguramente tiene un doble mérito.

Por último, mi gratitud para los muchos lectores de Bevilacqua y Chamorro que con su insistencia y cariño fueron decisivos para que llegara a cometer esta cuarta novela de la pareja, y en especial a aquellos que comparecen regularmente en el foro de Internet creado por Rubén Lamas (cito su nombre en representación de todos para no olvidarme a nadie). Pido al lector defraudado, en todo caso, que no los juzgue responsables. La culpa de los errores es toda mía.