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busca de confirmar su poder en las ciudades y en el campo. El duque de Gandía siguió la huida y la suerte del virrey Hurtado de Mendoza, y el joven Francesc, junto a su padre, supo lo que era huir ante el desorden, primero a caballo, luego en barco hacia Peñíscola, mientras el movimiento de la Germanía se apoderaba del palacio ducal de Gandía y su dirigente Vicente Peris se proclamaba "señor de la tierra". Pobre señor de la tierra, finalmente vencido y descuartizado para escarmiento de los burgueses que aún sostenían una resistencia impotente. Pero había conseguido que huyeran el virrey y el duque y toda la nobleza.

"¿Cómo se hubiera comportado César?", recordará Francesc años después ante el cuadro de la Virgen María, leyéndolo expresión por expresión, como si tratara de descodificar la clave del pintor, hasta que sus labios musitan:

– "O César o res." Una mujer se acerca para observar el cuadro y Francesc le toma una mano.

– Ése es César. Y ése mi abuelo, asesinado por César, según la versión de mi abuela.

Se persigna la mujer y la secunda Francesc de Borja.

– Muchas veces he pensado hacerlo retirar, pero vuelvo una y otra vez hacia él, como si recibiera una llamada.

– Toda la cristiandad condena la memoria dejada por Alejandro Vi y sus bastardos.

– Yo desciendo de uno de sus bastardos.

– Pero tu rama está dignificada por la Gracia de Dios y por los servicios que tu familia ha prestado a España.

Conduce a su mujer hacia la terraza frente al mar.

– ¿Te gusta Gandía?

– Me aturde tanto sol, tantos colores.

– Apenas si hemos podido gozar del que será nuestro ducado. Siempre al servicio del emperador. Ha sido una suerte que el emperador haya aceptado la invitación de mi padre para conocer las tierras del ducado de Gandía.

– A la emperatriz le aturde el sol y el calor. Todo es luz aquí.

A veces temo quedarme ciega.

Del otro extremo de la terraza procede otra pareja y un breve séquito. Se adelanta Carlos Quinto, saluda a Leonor de Castro y se pone a la altura de Francesc de Borja, tras rechazar su sumisión protocolaria, mientras Leonor e Isabel, la emperatriz, departen en portugués.

– Primo, te tengo preparado un destino interesante. Seguro que te va a gustar. Deja que nuestras portuguesas hablen de sus cosas.

Preparo una campaña contra Francisco I y quiero llevar a mi lado a lo más granado de la nobleza española. Hay que dar la batalla en Francia, y si ganamos nadie podrá

oponerse a nuestra capitanía en Europa.

– Hacía tiempo que quería comentar ese desgraciado episodio del saqueo de Roma a cargo de nuestras tropas. Es inconcebible.

– Doloroso, pero concebible.

El Vaticano se estaba burlando de nosotros. Aún tienen sueños de autonomía, mientras Europa se descuartiza a causa de la lucha contra la Reforma protestante. El papa había entrado en una Liga contra el Imperio y desgraciadamente la muerte del jefe de nuestros ejércitos, el condestable de Borbón, dejó a la soldadesca entregada a sus bajos instintos.

– Pero ha habido violaciones de religiosas, robos, asesinatos, destrucciones monumentales, en nombre del emperador.

– Me conoces, Francisco. Sabes que soy el principal paladín de la fe contra la Reforma, pero a veces el papa no deja defender la causa del Bien. Después del saco de Roma, la separación entre poder temporal y espiritual adquiere otro sentido. El saco de Roma demuestra que no hay mal que por bien no venga. España y Alemania son el dique frente a los avances de la Reforma y el papa deberá adaptarse a esa situación. Pero nos faltan elementos intelectuales y coactivos. El humanismo pagano del siglo pasado no ha sido suficientemente sustituido por un humanismo cristiano, y también ha sido nefasta la recuperación libre de los filósofos clásicos, Aristóteles, Platón, Sócrates, sin el filtro de la Iglesia. Para no hablar de los llamados humanistas de la corte de Lorenzo de Medicis, génesis de satanismo y oscuridades herméticas y mágicas, brujeriles.

– Se habla de Erasmo de Rotterdam como si fuera un santo renovador del catolicismo.

– Mis asesores me dicen que es sospechoso. Su "Elogio de la locura" retoma una libertad de espíritu que creíamos superada. Empezó bien, según creo, dedicándome "La educación del príncipe cristiano", pero ahora se ha distanciado. Tampoco quiere saber nada con nosotros. Está molesto por las campañas que han desarrollado contra él algunos de nuestros más eminentes teólogos, como Zúñiga y Sancho Carranza. Mi padre fue uno de sus primeros protectores y yo, personalmente, le he invitado para que venga a establecerse en nuestra corte y no me ha gustado su respuesta.

– ¿Qué ha dicho?

– Que en España hay demasiados judíos disfrazados de conversos y por eso hay tantos iluminados, tantas beatas, tanta persecución religiosa. No comprende que el núcleo del catolicismo debe ser especialmente vigilante de sí mismo. ¡Qué calor hace en tus tierras, Francisco! No sé cómo puedes soportarlo.

– Últimamente apenas he residido aquí. Me he convertido en un cortesano, al servicio de su señora madre doña Juana, en el castillo de la Mota, o de su majestad la reina.

– Tú conversaste varias veces con mi madre, la reina Juana, es cierto. Le gustaba mucho que cantaras esas bonitas canciones que compones, aunque se las cantaras en catalán.

– Me dispensaba una especial dedicación. Incluso recordaba a mi tío abuelo, César, prisionero en el castillo de la Mota, donde vivió la reina un tiempo. Me contaba una extraña historia de caballos y toros y veía a César como un centauro, unas veces rojo, otras veces negro, amenazador, que aún se aparecía en sus pesadillas. Mi tío abuelo César era un gran lidiador de toros.

– Has citado la soga en casa del ahorcado. El espíritu autonomista y centralizador del Vaticano creado por los Borja no había desaparecido hasta ahora. No hay mal que por bien no venga. El saco de Roma es escandaloso, cierto, pero tal vez Dios, en su Divina Providencia, lo haya permitido por necesario. El Imperio es el instrumento de la Providencia. Le he encargado al predicador Alonso de Santa Cruz que insista en estos argumentos.

– Mi padre pide disculpas por no poder asistir a la Santa Misa.

Sus achaques no se lo permiten.

Generosa disculpa del emperador en un amplio gesto. Las dos parejas y su séquito llegan a la capilla, toman posiciones ante el altar, en los reclinatorios preferentes Carlos Quinto e Isabel de Portugal y en los de inmediata jerarquía, Francesc de Borja y Leonor. Siguen devotamente la Santa Misa oficiada por un cardenal, auxiliado por dos obispos, a pesar de la poquedad de la capilla.

El cardenal oficiante alza los brazos y clama con una voz que sobrecoge especialmente a Francesc de Borja.

– "Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sábaoth, Pleni sunt Caeli et Terra gloria tua, Hosanna in excelsis, Benedictus qui venit in nomine Domini, Hosanna in excelsis."

No sale de su ensueño de santidad Francesc de Borja hasta el momento de la prédica, cuando toma enérgicamente posesión del púlpito Alonso de Santa Cruz. Carlos Quinto seguirá el sermón sobrecogido, tembloroso a veces, incluso sudando. Las dos mujeres dos cirios flamígeros y Francesc con una espiritualidad íntima, recogida, sin alzar los ojos hacia la voz tronante y la gesticulación terrorífica.

– ¡Humea Roma y queman sus pecados, incubados a veces en recintos que nacieron sagrados para la Gloria de Dios! El brazo del emperador no ha temblado a la hora de marcar el horizonte de una cristiandad asaltada por la herejía y minada por los falsos cristianos manipulados por el Anticristo.

Tanta es la fuerza del Anticristo que ha podido a veces encarnarse incluso en las más altas jerarquías de la Iglesia, sin que la energía espiritual del pueblo católico y sus soberanos haya sido suficiente para erradicar al maligno y arrancarle su lengua bífida coloreada de sangre y pus en el pudridero interior de la conciencia. El pueblo de Dios se ha visto traicionado hasta en la representación de las Sagradas Escrituras y las iglesias están llenas de pinturas paganas disfrazadas de pinturas religiosas. Yo insto a la sagacidad y al espíritu cristianísimo del emperador a que estimule una doctrina católica de las imágenes que pueda impedir en el futuro el paganismo de " La Santa Cena " de Leonardo o de "El Juicio Final" de Miguel Ángel. ¡Paganismo protegido por el papado! ¡El arte moderno ha de ser arte de la Iglesia porque ha de ser arte de Dios, pero desde la propia Roma se impulsó el libertinaje artístico de la paganía!