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Aquel que lleve consigo un aura excitada por odios o rencores, por ambiciones u otros desórdenes de la voluntad, ejercerá en las auras del santuario un influjo parecido al de una turbamulta de muchachos traviesos en el estudio de un sabio.

Por esto la serpiente que guarda la entrada es al mismo tiempo emblema de sabiduría y de sigilo.

La puerta que da acceso al santuario tiene un marco cuyo ancho está limitado interiormente por una parábola y exteriormente por dos lados de un triángulo equilátero, cuya base la constituye el séptimo y último peldaño de la escalinata.

La parábola es la expresión geométrica de la relación entre lo móvil y lo inmóvil, o en otras palabras: lo mutable y lo inmutable; términos de los cuales se encuentran en los himnos védicos frecuentes referencias. Imaginad que se traza una curva en torno de dos puntos fijos, manteniendo tirante con la punta de un lápiz (que produce el tercer punto) un hilo tendido entre ellos. Resultará una elipse. Si uno de esos dos puntos fuera fijo y el otro se apartara continuamente del primero, ya el trazado no sería factible mediante un hilo, pero efectuado por el cálculo, o simplemente por el pensamiento en el espacio, produciría una parábola.

El pórtico,.formado por el triángulo y la parábola, expresa los tres puntos; en equilibrio recíproco y en función. La interpretación simbólica del primer caso es la misma de la Trimurti brahmánica: esto es, el equilibrio universal, en una forma dinámica, debido a la transformación incesante, bajo sus dos aspectos de aparente creación y aparente destrucción; más el principio fijo donde se verifican esos cambios. En otras palabras: Brahma el creador, Vishnú el conservador, y Shiva el destructor. Sin especificar la acepción muy relativa que ha de darse a esas funciones por tratarse de un asunto ampliamente desarrollado en otros lugares, añadamos algunos conceptos más difíciles de encontrar en las literaturas orientalista y hermética, sobre la parábola. Es ésta una expresión de la Ley Kármica que determina los efectos correspondiendo con las causas, dado un medio capaz de ser influido por éstas No solamente en nuestra lámina figura la parábola con este valor simbólico. La hallamos también en el surtidor de leche que surge de la cabeza de Addha Nari, (la Naturaleza). Este surtidor simboliza que la esencia de vida, traza en su descenso, dentro de un mismo plano pero en dirección opuesta, la misma curva que le fue impuesta en su ascenso.

Todo, todo en el dibujo que explicamos, tiene un significado profundamente simbólico;

hasta los más mínimos detalles. La puerta de dos hojas, que al abrirse deja una sola abertura; las dos cerraduras, dispuestas una al revés de la otra, etc., todo invita a una seria y fructuosa meditación. Esta oposición de las cerraduras, por ejemplo, lleva a los versados en el simbolismo esotérico, hacia el estudio de los misterios de la sexualidad, clave cuyo valor inmenso jamás podrán ni vislumbrar sus profanadores; clave absoluta de la biología, que es la ciencia por la cual hay que empezar el estudio de lo aparentemente inerte, porque en realidad no hay más que distintos estados de la vida; clave fecundísima en correspondencias metafísicas con arreglo al axioma de Hermes: “Como lo de abajo así es lo de arriba…etc.»

Es simbólica la ornamentación de la puerta que recuerda el hexagrama de todas las liturgias; es simbólica la palabra sánscrita esculpida en la cúspide del portal triangular, expresando el hálito de vida; es simbólica la sillería distribuida por períodos septenarios; todo en fin.

Dejemos al inteligente lector, a solas con sus reflexiones: con lo dicho basta por el momento para inspirarlas y orientarlas. No acariciemos la ilusión de agotar en un breve artículo lo que podría ser asunto de muchos volúmenes.

Lámina 10. La luz mística y el dolor del mundo

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La luz mística y el dolor del mundo

En el símbolo que vamos a explicar, obsérvase en primer término, un ojo en el centro de un triángulo y un corazón en el centro de un cuadrado.

Rodean al primero, siete blanca.s estrellas que proyectan hacia él sus resplandores y por un contraste muy sugestivo; circundan al corazón siete estrellas negras, de las cuales surgen otras tantas flechas que lo atraviesan de parte a parte, ofreciendo una primera deducción interesante porque las estrellas negras están dispuestas en forma de un heptágono invertido, en cambio las puntas reproducen otro heptágono en la posición natural, la misma como están situadas las estrellas blancas. Unas tenues líneas punteadas que se tienden de uno a otro grupo de estrellas, indican las correspondencias recíprocas de cada una con su opuesta. En realidad cada par formado por una estrella luminosa y su correspondiente sombría, no expresa sino dos polaridades de una sola cosa.

El septenario se relaciona con la constitución y en cierto modo con la composición del Macrocosmos y análogamente del Microcosmos. La manifestación, ante el pensamiento místico oriental, no tiene la existencia sustantiva de una COSA, siendo más bien UN DESPLEGARSE DE «CUALIDADES». Como tales hay que considerar igualmente los planetas astrológicos en el sentido esotérico del hermetismo. Los siete planetas de los astrólogos siguen expresando cualidades de la Naturaleza, que, influyéndose en proporciones variables, producen una manifestación o resultante que aparece físicamente como un astro o un hombre y psíquicamente como un dios o un ser.

Entre los lectores familiarizado con las enseñanzas teosóficas, nuestro símbolo corre el peligro de ser erróneamente interpretado.

Habiendo leído lo relativo a la Dharma del Ojo y a la del Corazón, respectivamente consideradas, corno doctrina exotérica y esotérica, se extrañarán de que se relacione el primero con el triángulo y las estrellas blancas, mientras que el segundo es representado en correspondencia con el cuadrado y las estrellas negras. Una sencilla aclaración bastará para poner las cosas en su lugar.

El Ojo luminoso que resplandece en el centro del triángulo masónico y también en el simbolismo de otras religiones: ¿es acaso emblema de una doctrina vulgar?

De ningún modo. No significa lo visible, lo exterior, las apariencias, sino por lo contrario, el principio que es el espectador y el testigo de todas las cosas: la Conciencia.

A su vez, el corazón no expresa en este caso una doctrina secreta, sino sencillamente el centro de nuestras afecciones, algo así como el de la «Mater Dolorosa» del catolicismo.

La serpiente en forma de S simboliza la sabiduría universal, comprendiendo en su ondulación todo el septenario difuso, en cuyos centros de manifestación, aparecen las correspondientes cualidades manifestadas, bajo su doble aspecto polar.

El estudio del septenario será objeto de un trabajo especial.

Traduciendo en palabras el significado alegórico de la lámina que explicamos, diríamos así: Paralelamente al agotamiento kármico, se produce la iluminación de la mirada interna. Todo el dolor del mundo (dentro del cuaternario de las realizaciones) por la deuda kármica o sea por las cualidades negativas de los planetas; se traduce en iluminación mística para la Conciencia. Las cualidades positivas de los planetas; su aspecto angélico; intensifican su luz en relación con el grado en que se manifiestan y se agotan las potencias negativas, el aspecto demoníaco de los mismos planetas, atravesando de parte a parte con sus dardos ese gran corazón de la Sensibilidad Universal.