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– Lan va a venir más tarde -les informó Hermana Mayor Hui.

– ¿No es ella la querida rica? -preguntó la pequeña esposa de Guang.

Guang la ignoró.

– Una vez me la encontré en el Centro Lufthansa. Tenía un montón de bolsas de compras y su chófer cargaba con ellas.

– Yo conozco a su hombre -Hermana Mayor Hui movió la cabeza-. Es especial, alguien que algún día llegará muy lejos; quizá como el cuñado de Mei. Compró un apartamento para Lan y otro para los padres de ella, que ahora se han mudado a Pekín.

– ¿Veis? Eso es lo que yo digo -exclamó Li el Gorrión-. No necesitas un trabajo con residencia en Pekín si tienes dinero. Te puedes comprar tu propio apartamento y pagarte tú mismo la asistencia médica.

– ¿Pero se va a casar con ella?

– Vaya, Mei -se rió Hermana Mayor Hui -. Ya tiene una mujer, y una hija.

– ¿Y ella es guapa? Quiero decir Lan. Tiene que serlo -dijo la menuda esposa de Guang.

– No tan guapa como Mei -dijo el Gordo.

– Entonces ¿cómo ha tenido tanta suerte? -chirrió la mujercita.

– Buena pregunta -murmuraron todos.

– Por Dios, dejad de envidiarla. ¿No hay nadie aquí que piense que eso no está bien? -clamó Mei.

– No veo por qué no va a estar bien -Guang se incorporó-. Ella tiene una buena formación, es inteligente y útil para los negocios de él, que obviamente la aprecia. La esposa también se beneficia: cuanto mejor le va a su marido, mejor posición tiene ella. Si la cosa no resulta, Lan se queda con los apartamentos y el dinero. Es un buen arreglo, si quieres saber mi opinión.

De más allá de los bosques, la brisa había recogido un dulce aroma de resina de pino y hojas de primavera. El Gordo estaba tumbado sobre su espalda y seguía con la vista el rastro de las nubes viajeras. Li el Gorrión tocaba canciones españolas de amor con su guitarra.

Mei volvió a pensar en los tiempos del fin de carrera, cuando estuvieron en ese prado. Eran jóvenes y puros, con el corazón lleno de ideales. Tenían sueños y estaban preparados para el mundo. Cantaban el primer éxito del rock chino, el No tengo nada, de Cui Jian.

Ella no tenía realmente nada en aquel entonces, ni coche, ni negocio, ni un apartamento para ella sola. Pero era feliz. Estaba enamorada.