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– Si alguien aquí quiere problemas, estaré feliz de ayudarlo. -Levantó la voz lo suficiente para hacer eco, que se abrió paso a través de la repentina inundación de víboras bombeadas a través de las puertas. -De todas maneras mi asunto es con Mook, quien ha sido bien descripto por este buen ejemplo de humanidad como un jodido lameculos.

Hubo un sigiloso movimiento, de sombra en sombra, hacia su izquierda. Puso la mano en su arma, y el movimiento se detuvo. -Cualquier inconveniente para mí o mi uniformada, y empezamos a patear culos, y no seremos particularmente delicadas sobre cuantos de esos culos pateados terminan en la morgue de la ciudad, no es así, Oficial?

– No, señor, teniente. -Peabody rogó que su voz no se quebrara y las avergonzara a ambas. -De hecho, esperamos ganar el fondo de la apuesta de la morgue esta semana.

– En cuanto está, de todas formas?

– Doscientos treinta y cinco dólares. Y sesenta centavos.

– No es tan malo. -Eve acomodó una cadera, pero sus ojos estaban afilados como un acero. -Podemos ganarlos. Cuando terminemos de sacarle la mierda a patadas a todos los que quieran molestarnos, -agregó tranquilamente – vamos a traer un escuadrón aquí abajo para sacudir lo que queda. Aunque realmente me irritaría tener que compartir el premio con ellos. Mook. -dijo otra vez, y esperó diez segundos tarareando.

– VR Hell -dijo alguien en la oscuridad. -Bailando con las máquinas S amp;M. Imbécil.

Eve apenas asintió, decidiendo atribuir el comentario de imbécil a Mook antes que a si misma. -Y donde encuentro VR Hell en este delicioso e intrincado paraíso que muchos de ustedes llaman hogar?

Hubo otro movimiento, y ella giró, controlando, sintiendo a Peabody totalmente alerta junto a ella. Primero lo tomó por un niño, luego vió que era un enano. Estaba haciendo señas con un dedo, llamándola.

– Espalda contra espalda. -ordenó Eve, y empezaron a seguir uno de los goteantes túneles, guardándose una a otra las espaldas.

El enano se movía rápido, parodiando a lo largo de los humeantes y malolientes túneles como una cucaracha con zapatos que batían contra el húmedo piso de piedra. El atajó a través de los bares, los clubes, los cruces y los baches, girando y volviendo a través del laberinto del mundo subterráneo.

– La apuesta de la morgue fue un buen toque. -dijo Eve por lo bajo.

– Gracias.- Peabody resistió limpiarse la humedad que goteaba por su cara. -Vivo para improvisar.

Desde la profundidad de la humedad, Eve escuchó a una mujer gritar de dolor o de pasión. Vió a un hombre enorme desplomado en el piso lamiendo una sucia botella marrón de brebaje casero. Contra el muro junto él un hombre y una mujer copulaban en una fea parodia de hacer el amor.

Olió a sexo y orina, y algo peor.

El túnel se ensanchó, abriéndose en un área equipada con video, VR y hologramas compactos.

VR Hell era negro. Los muros, las ventanas, las puertas totalmente cubiertas con un mismo sofocante y de alguna manera grasoso negro. Cruzando esto, en letras que ella asumió se suponía que reflejaban el fuego del diablo, estaba el nombre. Una mal pintada imagen de Satan, completo con cuernos, cola y horquilla, bailaba sobre las llamas.

– Mook está ahí. -El eneno habló por primera vez con una voz como un tambor bajo construído con papel de lija. -Búscalo en la máquina de Mdame Ëlectra. Una mierda de esclavitud. Jodido enfermo. Tienes cincuenta?

Eve rebuscó los créditos. -Tengo veinte. Esfúmate.

El mostró sus dientes grises y puntudos. Los veinte desaparecieron, y luego lo hizo él

– Puedes encontrar gente muy interesante aquí abajo. -dijo Peabody débilmente.

– Mantente cerca -ordenó Eve- Si alguno se mueve, golpeálo.

– No tienes que decírmelo dos veces. -Con su mano aferrando firmemente su bate, Peabody siguió a Eve dentro de Infierno.

El sonido era alucinante: alaridos, sirenas, gruñidos y gemidos de docenas de máquinas chocando y clientes. La iluminación era de un feo rojo que brillaba y parpadeaba. Eso la envió de regreso a una helada habitación en Dallas, hizo que su estómago se retorciera antes de controlarlo.

Escuchó la respiración andrajosa, las palabras siseadas del sexo violento. Había escuchado esas cosas en esa habitación, también, antes del final. Los escuchó en demasiadas habitaciones para llevar la cuenta, donde las paredes eran delgadas como un pañuelo de papel y la brutalidad era sólo una forma de respirar.

El sonido de la carne golpeando la carne. Un jubiloso castigo.

Détente! Maldito seas, Rick, para! Me estás lastimando!

Que voz era esa? Eve pensó que estaba mirando alrededor ciegamente. Su madre? Una de las prostitutas que él usaba cuando no podía usar a su hija?

– Dallas? Teniente?

El inquieto temblor en la voz de Peabody la trajo de regreso. No era el momento de perder su foco. No era el momento de recordar.

– Quédate cerca. -repitió Eve y empezó a pasar a través de las máquinas.

La mayoría estaba demasiado concentrada en el juego, en el mundo que habían creado para notar su presencia. Pero otros tenían los instintos demasiado afilados como para no reconocer a un policía. Aunque todas aquellas personas estaban armadas, nadie apuntó en su dirección, por el momento.

Pasó un tubo titulado Látigos y Cadenas donde una mujer, delgada como un palo, llevando anteojos RV, gritaba en éxtasis. El sudor corría por su cuerpo como aceite, sobre la ropa de cuero ajustada, brillando en las cadenas que sujetaban sus brazos y piernas a la consola de su máquina.

– Mira lo que tenemos en la sección derecha. Ahí está Mook.

El también estaba encerrado en un tubo. Desnudo salvo una funda de cuero negro en su miembro y un collar de perro con clavos, su cuerpo de impresionante musculatura temblaba, su garganta luchaba por respirar. Su cabello era una vela dorada, cayendo hasta el hombro, y estaba húmedo de sudor.

Su espalda estaba entrecruzada con marcas de azotes, probando que él no siempre elegía un castigo virtual.

Aunque no era un procedimiento totalmente apropiado, Eve usó su llave maestra para desbloquear el tubo. El cuerpo de él estaba arqueado, sus labios estirados en una mueca de erótico dolor. Eve cortó el interruptor principal y lo dejó a él temblando en el borde.

– Que demonios? -El cuerpo se aflojó, los músculos se estremecieron. -Señorita, por favor. Se lo ruego.

Es señorita teniente para tí, amigo. -Eve le sacó los anteojos. -Hola, Mook. Te acuerdas de mi?

– esta es una cabina privada.

– Bromeas? Y yo que estaba viendo de armar una divertida sesión grupal. Bueno, la próxima vez. Ahora, deja que tu y yo vayamos a algún lugar tranquilo y hablar.

– No tengo que hablar con usted. Tengo derechos. Maldita sea, estaba casi por terminar.

Con algún otro, ella podría haberle dado un rápido jab. Pero Mook, bueno, él lo hubiera disfrutado. -Si te meto adentro, nadie va a lastimarte por las próximas treinta y seis horas. Tú no quieres pasar tanto tiempo sin dolor, no, Mook? Vamos a hablar, luego puedes volver para que Madam Electra te haga, que es? Seis millones de torturas.

El se inclinó, apoyándose en los sujetadores. -Oblígame.

– Quieres que yo te sacuda, Mook? -Ella bajó la voz, en un ronroneo. -Que te fuerce? -Y cuando la excitación lleno la cara de él, se encogió de hombros. -Nop, no si te gusta. Pero puedo darle a tu dominatriz aquí un tiro rápido. No creo que tengan un apuro real en repararla y reemplazar el equipo en este garito.

– No lo hagas! -Su voz chilló en protesta. Moviéndose rápido ahora, el pateó con el pie liberado hasta que los sujetadores saltaron abriéndose. -Porque quieres arruinarme de esta forma?

– Es parte de mi entretenimiento diario. Vamos a una cabina privada, Mook, una sin juguetes.

Ella retrocedió, y cuando él la siguió, vió que la mirada bajaba al bate de Peabody. El arremetió. Peabody lo sacó del cinturón, y lo alcanzó en el centro muerto de su pecho. Su cuerpo se sacudió, bailó, y luego tembló.

– Gracias.

– No lo alientes, Peabody. -Tomando el brazo de Mook firmemente con su mano, ella fue hasta la cabina más cercana. Como estaba ocupada por una pareja de cabezas teñidas en el medio de un trato por ilegales, ella pateó el tubo, sacó su placa. Sacudió el pulgar.

Ellos se deslizaron fuera como si fueran humo.

– Esto es acogedor. -Se sentó dentro. -Vigila la puerta, Peabody, y mantengamos esto rápido y privado. Quien está en el negocio del veneno en estos días, Mook?

– No soy tu comadreja.

– Un hecho que siempre me trae gozo y alegría. Como lo es el hecho de que puedo ponerte en encierro solitario por treinta y seis horas durante cada momento de tu vida para que no vivas el infierno que conoces y amas. El Reverendo Munch está muerto como Hitler, Mook, y también todos sus alegres muchachos, excepto tú.

– Yo testifiqué -le recordó él. -Le dí a los Feds toda la información.

– Si, lo hiciste. Que pareciera como un suicidio masivo era sólo un poco sobre el tope aún para alguien como tus particulares apetitos. Pero nunca les dijiste quien proveyó ese cóctel de curare y cianuro que el reverendo mezcló con limonada para su congregación.

– Yo estaba bajo en la cadena de alimentación. Les dije lo que sabía.

– Y los FBI quedaron satisfechos. Pero sabes que? Yo no. Dame un nombre, y me iré fuera de tu enferma y lastimosa vida. Si no me das algo, Voy a venir aquí abajo, o a cualquier pozo negro que trates de frecuentar, cualquier maldito día. Cada día, interrumpiendo tus juegos de sadomasoquismo hasta que los orgasmos sean sólo un amado y distante recuerdo para ti. Cada vez que trates de librarte, hacerte golpear, voy a estar ahí arruinando la diversión. Vamos, Mook, hizo que… más de diez años desde que el culto se liquidó a si mismo. Que te preocupa?

– Yo estaba chupado. Tenía el cerebro lavado…

– Si, si, blah, blah. Quien llevó el veneno?

– No sé quien era él. Sólo lo llamaban el doctor. Lo ví una vez. Un tipo escuálido. Viejo.

– Raza?

– Blanco como el pan, de punta a punta. Me imagino que él tomaba la mierda, también.

– Lo hacía?

– Mira. -Mook miró alrededor, y a pesar de que estaban en un tubo, bajó la voz. -La mayoría de la gente no recordaban lo que habían hecho después de tomar eso, no sabían nada. Gente que descubri cuando yo estaba en la Iglesia del Futuro, sacan todo lo raro afuera.

Ella miró alrededor también, oyendo los alaridos, los cuerpos retorcidos. -Oh si, puedo ver cuanta gente actuando raro es una preocupación mayor para ti. Suéltalo.